Pensar que toda inversión por sí misma traera bienestar a la población es falsa; los megaproyectos en general no respetan la vida comunitaria ni el ambiente, además de que muchas veces destruyen la economía local.
Partimos de la idea de que el progreso, es decir, el desarrollo producto de la modernidad, la búsqueda del “sueño americano”, es el motor de la generación de bienestar, conocimiento y la aspiración de todas las personas. Creemos firmemente que lo que necesitamos es el desarrollo por siempre. Eso significa inversiones que generen industrias que generen empleos que generen más desarrollo. Esto es falso.
Después de cuatro siglos en que se ha venido construyendo esta concepción del mundo, nos damos cuenta de que 1) no es posible un desarrollo por siempre, porque los recursos explotables para ello son finitos y se están acabando; 2) en realidad, ese tipo de desarrollo, concentra la riqueza en las mismas manos, unas cuantas, y socializa, generaliza la pobreza y la profundiza; 2) destruye todo lo que está a su paso con tal de autorreproducirse.
Un ejemplo de esta concepción desarrollista es el conflicto en el oriente de Morelos, México, donde los gobiernos federales desde el panista Felipe Calderón Hinojosa, el priísta Enrique Peña Nieto y el propio Andrés Manuel López Obrador, han impuesto un megaproyecto denominado Proyecto Integral Morelos (PIM), que incluye una termoeléctrica, un gasoducto y un acueducto.
A pesar de que el actual presidente de México se comprometió en campaña a cancelarlo, ya en el poder decidió continuar con él y por las señales que ha dado desde enero de 2019, está decidido a imponerlo a sangre y fuego. Lo último que hizo fue desalojar con la Guardia Nacional un plantón que impedía que la conclusión de las obras.
El (PIM) representa una inversión de 25 mil millones de pesos. Los argumentos para mantenerlo son que “se necesita energía eléctrica” y que “no se puede dejar la termoeléctrica y el gasoducto como chatarra, porque sería tirar a la basura esa inversión”. Sin embargo, quienes esgrimen esos argumentos se niegan a ver las consecuencias de continuar con el proyecto.
En el fondo, el PIM parte de la visión que con el desarrollo industrial habrá más bienestar para gente, esto es absolutamente falso. Actualmente, la zona está “desarrollada”, existe ahí una industria que no se observa, porque pensamos que industrializar es colocar fábricas, es decir, que la economía sea secundaria (transformación fabril) o terciaria (servicios y comercio).
Pero se olvida de la economía primaria, la que produce los alimentos y las materias primas que se utilizan en la secundaria. En la zona que afectará la termoeléctrica subsiste una economía local que no es sólo de autoconsumo, sino que produce alimentos y otros productos del campo que se ofertan luego en la Central de Abastos de la Ciudad de México o en los ingenios azucareros de Morelos.
Más de seis mil familias, según los padrones de ejidatarios que conforman la Asociación de Usuarios del Río Cuautla (Asurco), según los propios productores, dependen del agua del Río Cuautla, incluida la que se retorna desde la Planta Tratadora de Aguas de Cuautla. Con ese líquido, pueden tener dos cosechas al año, dependiendo el tipo de cultivo. De ahí subsisten esas familias.
Me cuestionan en las redes ¿cómo se puede resolver el conflicto, dado que los campesinos “no quieren el progreso y quieren que la planta sea chatarra, desperdiciando así el dinero de los impuestos”? Pero lo que no se observa es que si dejamos a esas seis mil familias sin la posibilidad del sustento, las afectaciones son diversas y nos traerán otras consecuencias que hoy son ignoradas por el poder.
Para empezar, cuando esas familias producen en el campo, se generan cadenas económicas que apuestan por salvar a uno de los sectores económicos que más se descuidó desde la época de Carlos Salinas de Gortari y que ha generado mayor pobreza y migración interna y externa; pero también, se detona una economía local, un mercado interno que es básico para el bienestar de la gente. Lo obtenido por las familias al vender sus productos no se gasta luego en Alemania o Estados Unidos, se queda en la zona oriente de Morelos, con lo cual se dinamiza el mercado local.
Esos dos procesos ocurren hoy en día en la zona. Si dejamos que el PIM se consolide, entonces, tendremos más tierras ociosas en la entidad, menos producción de alimentos y una economía local que no será reactivada con la presencia de la termoeléctrica, menos aún de las empresas que con ella lleguen a la zona. Lo que sí tendremos es más pobreza agudizada, la ruptura de un mercado local que no se repondrá, un incremento de la violencia por la ruptura del tejido social y la necesidad de mayores recursos en militarización de la zona.
Así que, cuando me preguntan si entonces quiero que la termoeléctrica sea chatarra “tirando a la basura” la inversión que conlleva, yo digo sí, porque prefiero que quede como el monumento a la corrupción que de por sí es, y no como un proyecto que beneficia a unos cuantos, mientras qque la economía de la zona colapse y tengamos a miles de morelenses sin ninguna opción laboral o económica. Todo ello, sin contar con las graves afectaciones al ambiente, al territorio y al planeta.
La idea de que toda inversión trae bienestar es falsa. Lo que si trae consigo es el negocio para los funcionarios involucrados, el saqueo de los recursos locales, el colapso de las economías domésticas y las afectaciones el ambiente y al tejido social de las regiones afectadas.
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