Los Kirchner que llegaron al poder valiéndose de una situación excepcional donde millones reclamaban «que se vayan todos», pretenden imponer, en su decadencia, una Reforma Política restauracionista del viejo régimen bipartidista. Los opositores solo discuten un problema de oportunidad, pero acuerdan con fortalecer a los grandes partidos patronales e impedir el surgimiento de fuerzas políticas […]
Los Kirchner que llegaron al poder valiéndose de una situación excepcional donde millones reclamaban «que se vayan todos», pretenden imponer, en su decadencia, una Reforma Política restauracionista del viejo régimen bipartidista. Los opositores solo discuten un problema de oportunidad, pero acuerdan con fortalecer a los grandes partidos patronales e impedir el surgimiento de fuerzas políticas que los desafíen.
En tanto, el espíritu de lucha que abrió Kraft tiene ya otras manifestaciones en la clase trabajadora. La más importante, como mostramos en estas páginas, es que los gremios docentes van al paro y ganan las calles en los principales centros urbanos del país y vuelven a poner el reclamo salarial en la agenda. Pero además está presente la emergencia del «sindicalismo de base». En Córdoba los docentes autoconvocados y la mayoría de los 600 delegados de escuela se enfrentan a la conducción burocrática del gremio, afín al kirchnerismo, que acepta la conciliación obligatoria dictada por el propio patrón de todos los estatales de la provincia, el Estado del gobernador Schiaretti que atraviesa una importante crisis política. Al cierre de esta edición, el cuerpo de delegados votado por los trabajadores del Subte iba a un nuevo paro por el reconocimiento de su sindicato, independiente de la burocracia sindical de la UTA.
El poder de los delegados de base o los «responsables» de las derrotas
La lucha de Kraft ha puesto de manifiesto que está abierta una pelea estratégica por una nueva dirección del movimiento obrero. «En las principales cámaras empresarias como en la propia CGT admiten que tras el fallo de la Corte se consolidó un movimiento «hormiga» de irrupción de comisiones internas y cuerpos de delegados en las que conviven diferentes expresiones ideológicas y sociales y un único denominador común: el profundo cuestionamiento a la representación hegemónica de los sindicatos tradicionales». Así señala el diario de De Narváez, El Cronista Comercial, según un informe que circula entre los gerentes de fábricas.
Por eso, Cristina Kirchner volvió a dar «cátedra» sobre los dirigentes sindicales con «responsabilidad social». «Lo importante no es armar un conflicto sino saber cómo se sale y cómo se soluciona el problema porque si no siempre el pato lo terminan pagando los trabajadores». Lo dijo nada menos que en la Planta de General Motors de Gral. Alvear, en la que el verano pasado, los dirigentes del SMATA y el Ministerio de Trabajo de Tomada pactaron suspensiones con rebaja salarial y despidos para contratados y de los luchadores que se oponían al acuerdo de la burocracia sindical con la empresa. Mientras los trabajadores perdían, la multinacional norteamericana se llevó un préstamo a tasas subsidiadas de 70 millones de dólares. «Fue plata bien invertida», dijo la presidenta al presentar el nuevo modelo de GM. A su lado los gerentes festejaban que «este mes fue el de mayor cantidad de producción en lo que va del año». Esta es la recuperación de la que hablan los industriales y el «plan anticrisis» de los Kirchner. Subsidios del Estado para las empresas que paga el pueblo pobre con impuestos regresivos y tarifazos, para mejorar «la productividad del trabajo», producir lo mismo o más con menos trabajadores. Sin duda, un producto de la derrota pactada por los dirigentes «responsables» del SMATA contra la resistencia obrera en la gran automotriz.
Por eso ven peligrosa la lucha de Kraft que revirtió esta tendencia. Y en especial, porque si el crecimiento «hormiga» de los cuerpos de delegados, como lo llaman los gerentes de las patronales, se extiende sería una amenaza para el 87% de los establecimientos privados que no tienen delegados, y donde millones de trabajadores están a merced del despotismo de los capitalistas.
Esa «normalidad» es la que no logran reestablecer en la planta de Pacheco, a pesar de la trampa de la «paz social» del Ministerio de Trabajo y las elecciones que ahora organiza el propio Daer con métodos fraudulentos. El combativo ejemplo de lucha de Kraft plantea que el primer eslabón de un programa de acción para que la crisis no la paguen los trabajadores es la elección de delegados con plenos derechos sindicales en todos los lugares de trabajo, la democracia fabril contra la dictadura del capital en las empresas.
Un programa de acción para pelear en los sindicatos
La elección de delegados en cada lugar de trabajo empezaría por restablecer la unidad que han roto las patronales y el Estado arrojando a la mitad de la clase obrera al empleo precario, en negro y por fuera de todo derecho a la organización sindical. Los autoconvocados de la Salud de Tucumán, en sus casi seis meses de lucha, levantaron como una bandera el pase a planta de los precarizados, desenmascarado que el Estado es el principal empleador en negro con miles trabajando bajo la modalidad de los «contratos basura». Fue la lucha del cuerpo de delegados del Subte lo que permitió incorporar al mismo convenio, con igual salario a igual trabajo, a cientos de trabajadores tercerizados en convenios inferiores, que la dirección de la UTA le permitía a los Roggio. La pelea por terminar con el trabajo en negro y precario pasando a un mismo convenio a todos los trabajadores, empieza por otorgar plenos derechos sindicales para los trabajadores contratados en las comisiones internas y cuerpos de delegados.
La lucha de los docentes volvió a poner en el centro la cuestión salarial, cuando los sueldos siguen atados a los topes fijados en paritarias que ya quedaron caducas ante el avance de la inflación. Hoy una familia obrera necesita, como mínimo para vivir, $4.300. Tres de cada cuatro trabajadores cobra menos que esta canasta familiar. Desde las asambleas de base hay que exigir que se reabran las paritarias con delegados electos en la base y romper el pacto de la CGT y la CTA con el gobierno, para imponer en los gremios un plan de lucha por un salario mínimo equivalente a la canasta familiar, la escala móvil que habilite el reajuste automático de los salarios según inflación real y el 82% móvil para jubilados y pensionados.
La prohibición de los despidos de ninguna manera vendrá de la mano de los Kirchner o de la oposición parlamentaria que se negarán a ponerle un límite a la arbitrariedad patronal. En las ramas donde las patronales declaran crisis, hay que oponer el reparto de las horas trabajo entre todos los trabajadores a los despidos, las suspensiones y la rebaja salarial. En las industrias donde haya «recuperación», también es el reparto de las horas de trabajo lo que permitiría reincorporar a todos los que hayan sido despedidos y ponerle un freno a los ritmos de explotación.
Para los empresarios los desempleados merecen la «contención» de las migajas de la asistencia estatal, los $200 por hijo, que proponen Elisa Carrió y la UCR. Una medida funcional a los capitalistas, para mantener un ejército de reserva de desempleados que condiciona permanentemente hacia la baja el salario de los trabajadores ocupados. Mientras los sindicatos bajo estas direcciones burocráticas permiten los despidos y excluyen de sus organizaciones a los desocupados y trabajadores en negro, los movimientos sociales aliados a los Kirchner aceptan los planes oficiales que prometen crear 100.000 puestos de trabajo precario (cuando los datos truchos del INDEK hablan de 1.800.000 desempleados). Nuevos trabajadores precarios con bajo sueldo. Por eso no es lo mismo la unidad de ocupados y desocupados, que la alianza entre las direcciones de la CGT de Moyano con D’Elía y Pérsico; o Yasky de la CTA con Milagro Salas de Jujuy. Los cuerpos de delegados y comisiones internas si se coordinan entre distintas fábricas y con los movimientos de desocupados pueden dar una respuesta al drama de la desocupación, pelendo en común por el trabajo para todos. Como reclaman los movimientos de desocupados, los sindicatos tienen que exigir en lo inmediato un seguro de desempleo de $2.000 por mes hasta tanto vuelva a la producción y luchar por un verdadero Plan de Obras Públicas que apunte a cubrir las necesidades sociales de vivienda e infraestructura con trabajadores bajo convenio y un salario equivalente a la canasta familiar, financiado con los fondos que van a la deuda externa y con impuestos a las grandes fortunas.
La cacareada recuperación de la economía no solo se dará sobre una base más estrecha del empleo sino que incluye crisis en algunas ramas con cierres y despidos en masa. Los trabajadores de la autopartista Mahle de Rosario son un ejemplo de resistencia con más de 6 meses de lucha defendiendo la fuente de trabajo ante las promesas incumplidas de los gobiernos de Binner y Kirchner. Si los patrones se niegan a reabrir con todos sus trabajadores adentro, hay que seguir el ejemplo de los ceramistas de Zanon: ocupación y puesta bajo gestión obrera y luchar por la nacionalización sin pago.
Fortalecer la corriente de delegados clasistas
Sin extender la naciente tendencia a la organización de base al conjunto del movimiento obrero y formar una sólida corriente que de la pelea por un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, no será efectiva la lucha por la recuperación de los sindicatos y por ganarle la dirección a una burocracia que, justamente, se basa en la expulsión de millones de trabajadores de las organizaciones sindicales. La corriente lanzada por los dirigentes de Zanon y el Sindicato Ceramista de Neuquén, junto al ala clasista de los delegados de Kraft, del Subte y de decenas de gremios y empresas se ha puesto en marcha para dar una pelea al interior de los sindicatos de la CGT y la CTA por una nueva dirección del movimiento obrero. Esta corriente ha surgido con un clara bandera de independencia de clase: contra los proyectos políticos de la burocracia sindical que atan a las organizaciones obreras al gobierno, al peronismo o a distintas variantes de los partidos patronales y la centroizquierda, se propone la construcción de su propia herramienta política de los trabajadores.
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