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El presidente Evo Morales invita a la historia a festejar el bicentenario

Fuentes: La Epoca

A pesar de todo, la historia es desenterrada. El festejo del primer grito libertario ya no convierte la voz en eco ni la raíz en rama, las rebeliones y levantamientos indígenas ya no son un dato secundario del pasado sino una proeza y promesa que según el presidente Morales busca, «la segunda liberación, una segunda […]

A pesar de todo, la historia es desenterrada. El festejo del primer grito libertario ya no convierte la voz en eco ni la raíz en rama, las rebeliones y levantamientos indígenas ya no son un dato secundario del pasado sino una proeza y promesa que según el presidente Morales busca, «la segunda liberación, una segunda liberación para toda la vida».

El pasado lunes se celebró en Sucre el bicentenario del primer grito libertario, preludio del nacimiento de Bolivia. Por las calles, cientos de campesinos indígenas marchan en medio de una ciudad que el año pasado los obligó a arrodillarse en una franca y brutal demostración de racismo. La rememoración de aquella chispa de independencia latinoamericana de 1809 es contada por historiadores y algunos periódicos como el «levantamiento de la intelectualidad y la naciente burguesía». Los indios humillados guardan silencio ante aquella patraña, ellos llevan caminando la liberación desde mucho antes.

En su edición del lunes 25 de mayo el periódico Los Tiempos dice en sus titulares: «Bicentenario: Bolivia libre, pero dividida», e informa acerca de la celebración del «primer grito libertario» en dos puntos diferentes de Chuquisaca. El primero y tradicional en Sucre, donde se encuentran la prefecta del departamento, Sabina Cuellar; la alcaldesa de Sucre, Aydeé Nava, y los prefectos opositores de Santa Cruz, Beni y Tarija. El segundo, en la comunidad de El Villar, donde el presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, desentierra la memoria de Juana Azurduy de Padilla junto a movimientos sociales, indígenas y campesinos.

En ambos casos se rinde tributo a los levantamientos que con cada piedra y disparo construyeron la actual América Latina, solo que el realizado en la ciudad de Sucre, la ciudad blanca (que manchó ese nombre el año pasado), es el tributo reservado a los criollos y mestizos cuya tarea aparenta haberse consumado. El segundo, en cambio, rescata la memoria de los indígenas que constituyeron la mayoría de manos que empuñaron sus armas por una independencia que luego los olvidó y obligó a seguir pagando el tributo indigenal que la corona española impuso y que la recién nacida republica de Bolivia rectificó. El acto celebrado en El Villar recuerda que la emancipación dista de terminar.

El 24 de mayo del pasado año, en plena víspera de los festejos por el «primer grito libertario», una marcha de campesinos que deseaban recibir al presidente Morales en Sucre fue interceptada por cívicos autonomistas. Los indígenas fueron obligados a arrodillarse, desnudarse y a besar la bandera de la capital constitucional. Insultos como «pide perdón a la autonomía, carajo» o «arrodíllate indio de mierda» y golpes propinados hasta contra mujeres fueron la grosera expresión de grupos vinculados a las élites empresariales de Bolivia que hablaban de democracia. Se sospecha la participación de la alcaldesa Nava en aquella agresión y con razón fue públicamente abucheada en una posterior visita a México.

Por ello, la celebración del bicentenario demuestra el carácter inconcluso de la independencia y la conciencia que se va adquiriendo de aquella obra incompleta. Festejarlo en El Villar, donde la heroína Juana Azurduy presentó importante resistencia a los españoles, y el reconocimiento de Tupac Katari como precursor de la independencia, son hechos que lo confirman. El merito que solía privilegiar a los héroes de piel blanca ahora también se le otorga a los guerreros escondidos por la historia oficial.

La historia es negada y rescatada

«La chispa la encendieron los indígenas», nos recordó el presidente Morales durante su discurso en El Villar. En 1781 el cerco de Tupac Katari y Bartolina Sisa a la ciudad de La Paz fue la primera demostración significativa de desobediencia al poder español, no fue un levantamiento buscando reivindicaciones de derechos dentro del esquema colonial sino su más directa negación. La participación de amplias mayorías indígenas en aquellas guerrillas independentistas llamadas «republiquetas» desde 1809 es innegable.

Pero la versión oficial de los hechos que se cuenta desde los cursos primarios en las escuelas bolivianas esconden la verdad y a sus protagonistas fundamentales. En el mismo articulo del «Bicentenario: Bolivia libre, pero dividida» el periódico Los Tiempos expresa con claridad la concepción de emancipación que se tuvo hasta hace poco; en su tercer párrafo narra que, «fue en La Plata (hoy Sucre) donde se produjo la «chispa» de la insurrección en América con un levantamiento de la intelectualidad y la naciente burguesía contra el presidente de la Audiencia de Charca». El artículo entero omite con sospechosa inocencia a Tupac Katari, a Bartolina Sisa y a los guerrilleros indígenas.

Aún más expresivo fue el portal de noticias Correodelsur.com que en su edición del 26 de mayo relata uno de los actos durante el festejo de El Villar como «bizarro», el hecho al que califica con esa expresión cuyo uno de sus significados es «raro» o «atípico» es la entrega del título de «libertador de los pueblos» al presidente Evo Morales. Un reconocimiento tal como «libertador» es cuestionado justamente al primer presidente indígena de la historia boliviana.

Jorge Quiroga, ex presidente heredero del difunto dictador Hugo Banzer Suárez, reclamó abiertamente la revelación de la nueva cara de la historia afirmando que es lamentable que el presidente Morales, «haya insistido en distorsionar y manipular la historia, dividir y dañar a los bolivianos, ofender y dañar a Sucre y en manchar la patria». Reconocer el papel que indígenas jugaron en la liberación de los pueblos de América es para «Tuto» Quiroga «distorsionar y manipular la historia».

La historia es contada a medias en el caso del periódico Los tiempos y negada fuertemente por el ex presidente derechista Jorge Quiroga.

Por otra parte, la humillación sufrida por campesinos indígenas a manos de hordas de jóvenes fascistas en Sucre el año pasado fue un hecho que ni siquiera mereció mención por la prefecta del departamento de Chuquisaca, Sabina Cuellar, quien si se dispuso, sin embargo, a exigir una aclaración por las muertes de La Calancha en 2007. La prefecta Cuellar calificó la ausencia del primer Mandatario como una «venganza política».

A pesar de todo, la historia es desenterrada. El festejo del primer grito libertario ya no convierte la voz en eco ni la raíz en rama, las rebeliones y levantamientos indígenas ya no son un dato secundario del pasado sino una proeza y promesa que según el presidente Morales busca, «la segunda liberación, una segunda liberación para toda la vida».