Domingo 8 de febrero, en la ciudad de La Paz: salió el sol como todos los días; muchos fueron a trabajar, algunos habrán ido a misa, muchos más se quedaron con su familia, como ya es habitual esta jornada. Un domingo que parece cualquier domingo pero que no lo es: es el primer día completo […]
Domingo 8 de febrero, en la ciudad de La Paz: salió el sol como todos los días; muchos fueron a trabajar, algunos habrán ido a misa, muchos más se quedaron con su familia, como ya es habitual esta jornada. Un domingo que parece cualquier domingo pero que no lo es: es el primer día completo luego de la promulgación y juramento de cumplimiento por parte del Presidente Evo Morales Ayma de la Nueva Constitución Política del Estado de la República de Bolivia, ayer, en la ciudad de El Alto.
Hoy, es el primer día entero donde ya está en vigencia el Estado Plurinacional y el socialismo comunitario boliviano y no hay barricadas en las calles, ni tomas de fábricas, ni muertos en las selvas: se cumple el mandato democrático del pueblo boliviano en las urnas del pasado 25 de enero y la vida sigue, como debe seguir, salvo que, desde ayer, hoy todo el día y mañana lunes, y así sucesivamente, Bolivia está y estará viviendo momentos inaugurales y decisivos.
Bolivia, en paz, está dando al mundo un ejemplo fundamental: que podemos cambiar, que otra manera de convivir es posible, que, por más pobre que seas y por más triste que te encuentres, lo que te espera, si luchas, es la justicia y la dignidad. Bolivia le está demostrando al planeta que no todo está perdido, que no sólo estamos obligados a pelear, sino que podemos soñar.
Es domingo, no hay tiros de metralleta, ni movilizaciones masivas, pero hay una Bolivia diferente, cristalización de siglos de lucha denodada, que no sólo alza a sus muertos para que vuelvan a señalar el camino de la luz y la esperanza colectivas, sino que también es cauce, brújula y detonador, para que esto mismo suceda en toda la Patria Grande.
Los muertos: esa sangre que regó la puna en mil combates y que colmó los socavones de dolor minero; ese ardor libertario que también se derramó en las florestas y que fue masacrado, incluso ayer; ese grito de nobleza y de hombría que aún llega desde La Higuera … Los muertos, todos los muertos: Evo volvió a convocarlos en el acto de promulgación de la nueva carta magna de los pueblos del altiplano, los valles y las llanuras amazónicas y chaqueñas de Bolivia. No sólo se dejó sentir su inalterable e inspiradora presencia, sino que también se dio lectura a la orden de ejecución, fechada en 1781, del caudillo aymara Tupac Katari, esa que dictó alguien que nació en estas tierras pero que había vendido su alma: el oidor Tadeo Díez de Medina.
Como cuando asumió la primera magistratura de la República , aquel emocionante 22 de enero de 2006, Evo volvió a apelar a esa historia inmemorial de la lucha popular, la lucha indígena y la lucha social, de la resistencia total contra toda forma de entreguismo, de injusticia y de colonialismo que signa el actual proceso que vive Bolivia. No hay banderas rojas en las calles, ni edificios demolidos y humeantes: la revolución boliviana no sigue los cánones de ninguna ideología, ni se anquilosa en dogmas.
Se hace al andar, como quiso el poeta. Se hace caminando, como sienten los aymaras. Si la vida es eso ―un camino a recorrer, un aprendizaje constante, un dejarse enseñar por la naturaleza y por el pueblo―, la Revolución Democrática y Cultural boliviana, que defiende por sobre todas las cosas el principio del vivir bien en todas sus versiones geoculturales, es lo mismo.
Una revolución que se construye a diario y que tiene en la historia, su retaguardia más sólida y más esclarecida. Esas apelaciones de Evo deberían abrirnos los ojos y los corazones a todos: hay que aprender de esa memoria, hay que honrarla y embellecerla a diario para que guíe los pasos a futuro. Sólo así no habrá vuelta atrás.
Hay que caminar con los muertos. Muertos que vuelven y son millones. Millones de seres que hoy quieren dejar atrás el lastre y la ignominia de no ser ellos mismos, de ser invisibles para los poderosos insensibles, de no tener voz, estancia intensa y presencia activa. Millones que buscan auto reconocerse en un espejo que siempre atesoraron y que hoy, Evo alza victorioso, más allá de todos los fragores de una batalla interminable, que aún no concluye.
Ese es el espejo de la historia, de la historia inmemorial, de la Historia Grande , de esa historia que sigue latiendo en las piedras y en los árboles, y el que se mira en ese espejo, puede extraviarse de momento, puede ser abandonado por un compañero en la ruta, puede sufrir tormenta y embate, pero nunca, nunca, nunca pierde la huella, porque el camino de la sangre derramada es el único que no se borra, porque el camino del ejemplo de aquellos que nos antecedieron, con su heroísmo y entrega, es el único que no se olvida.
Ese es el ejemplo que da Bolivia. Es un sentimiento de piel que se hermana, es una actitud de vida que se comparte, es el heroísmo colectivo ―aquí el héroe es el pueblo, el explotado, el pobre, el desgarrado, el desarraigado, el discriminado, el abandonado, el siempre olvidado― que ilumina y conduce.
El mundo debería escuchar lo que tiene que decir este pequeño gran país de las montañas y de las selvas. El mundo debería oír lo que tienen que enseñar las naciones y pueblos indígenas de Bolivia. El mundo debería conmoverse de sí mismo sabiendo que en un rincón del planeta, los muertos caminan con los vivos buscando un destino que se merecen y merecieron todos.
Hoy es domingo. Un domingo que parece cualquier domingo pero que no lo es: es el primer día entero de Estado Plurinacional. Se siente en el alma y en el espíritu, se siente en el ajayu, se siente allí donde hay que sentirlo. Se siente en el aire puro de las montañas, se siente allí donde volvemos a hermanarnos y soñamos todos con un futuro sin racismo, ni explotación del hombre por el hombre. Se siente, carajo, claro que se siente.