Los datos proporcionados en estos días por el INDEC no hacen más que confirmar lo que todos conocemos: la existencia de una situación social extrema producto de las políticas económico-sociales puestas en practica en las últimas tres décadas. La síntesis de estas políticas no es otra que la concentración de la riqueza y la expansión […]
Los datos proporcionados en estos días por el INDEC no hacen más que confirmar lo que todos conocemos: la existencia de una situación social extrema producto de las políticas económico-sociales puestas en practica en las últimas tres décadas.
La síntesis de estas políticas no es otra que la concentración de la riqueza y la expansión de la pobreza. Así a fines del 2003 el 10% más rico de la población se apropiaba del 38.6% del ingreso nacional, recibiendo 31.7 veces más que el 10% más pobre.
Crecimiento de la desigualdad social
Esta polarización social es la resultante de tres tendencias combinadas: a) La caída estructural de los salarios, que hace que hoy el salario promedio esté en $ 592 (1). b) El regreso de la inflación que ha impactado fuertemente en los precios de los artículos de primera necesidad (2). c) La persistencia de elevados índices de desocupación y subocupación, lo que significa más de 5.000.000 de trabajadores/as con serios problemas de empleo (3).
Si se tiene en cuenta que casi el 50% de los trabajadores se encuentra en negro, y se relacionan estos datos con los índices de desocupación y con los costos de las canastas básica y alimentaria (4), se comprende porqué casi el 50% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y el 20% no supera la línea de indigencia.
Pero el actual modelo de acumulación capitalista no se sostiene sólo por bajos salarios y altas tasas de desocupación, sino también por la sobreexplotación horaria. Esto es, a la par que expulsa trabajadores a los que continúan trabajando se los explota cada vez más. Así la jornada de trabajo es, en promedio, de 9.5hs. por día.
Carácter estructural de la crisis social
La profundidad y el carácter estructural que esta realidad supone quedan dramáticamente expuestas si analizan las series históricas de la distribución del ingreso y evolución de la pobreza.
En los inicios de la década de los ’70 la distribución de la riqueza en nuestro país era similar a la de algunos países europeos y la pobreza no alcanzaba al 10% de la población. El grafico muestra la evolución de la tendencia a la concentración de la riqueza y cómo esta se acelera a partir del 2001. Es que ya no sólo son pobres los desocupados, sino también la mayoría de los que trabajan, ahora llamados «nuevos pobres», y grandes sectores de las capas medias de la sociedad. En conjunto todos transfieren ingresos hacia el sector más rico de la población.
La conclusión es obvia: la riqueza para concentrarse necesita la expansión de la pobreza.
Esta tendencia se ha consolidado en el 2003 a pesar del crecimiento de la economía. Esto es así porque el modelo de acumulación de capitales no ha sido modificado. Sigue siendo un modelo exportador, que necesita bajos salarios, altas tasas de desocupación y sobreexplotación del trabajo.
Cambiar la lógica
Una y otra vez los discursos oficiales nos hablan de «los temas pendientes de la agenda social«, de «los efectos no buscados de la reestructuración«, de que «hay que avanzar en el combate a la pobreza«. Gobierno tras gobierno, recurren al asistencialismo, a los planes de empleo transitorios, a los subsidios, a los microemprendimientos, a los bolsones de comida… que aparecen como soluciones progresistas, porque tratan de paliar las necesidades más urgentes del trabajador y sus familias, pero que son medidas profundamente conservadoras porque mantienen excluidas de la producción y del consumo a millones de personas.
Por el contrario quienes integramos el EDI hemos sostenido en varios documentos la necesidad de invertir esta lógica. Se trata de atacar la concentración de la riqueza para así solucionar la pobreza.
En este sentido podemos tomar de sus documentos algunos puntos que constituyen un verdadero programa de emergencia (5):
– Sguro Social Universal, no inferior a los $350 para todas las personas por el sólo hecho de existir y un complemento de $60 por hijo menor de 18 años, para sacar a los desocupados del nivel de indigencia y garantizar salud y educación para los menores. El superávit fiscal que muestran las cuentas públicas dice a las claras que el Estado no tiene mayores inconvenientes para afrontar estas erogaciones.
– Aumento del Salario Mínimo, llevándolo a $730 para sacar a los trabajadores ocupados de la línea de pobreza y una recuperación de las escalas salariales para recomponer el poder adquisitivo perdido desde la devaluación. Igual criterio para jubilaciones y pensiones. Los montos así alcanzados deberían ajustarse periódicamente según la inflación.
Las ganancias extraordinarias de las empresas durante estos años les permiten afrontar este mayor costo laboral. En cuanto al Estado, los actuales montos de recaudación fiscal y el nivel de reservas alcanzados minimizan el impacto de estas erogaciones.
Porotra parte esto significará volcar al mercado interno una cantidad de dinero tal que incrementará sustancialmente la demanda para beneficio de las empresas que incrementaran sus ventas, y de las arcas fiscales que recaudaran más.
– Creación de trabajo genuino, la propuesta del EDI tenía como punto de partida el estricto cumplimiento de la jornada de 8hs. como un avance hacia la reducción de la jornada, pero la iniciativa de los trabajadores y delegados de Subterráneos de Buenos Aires, convocando a un Movimiento que luche por una Jornada legal de 6hs. diarias ó 35 semanales, ha colocado la reducción de la jornada y el reparto del trabajo en el centro de los debates. Con su aplicación se conseguirían no menos de 2.000.000 de puestos de trabajo. Los fuertes incrementos de productividad logrados por las empresas en todos estos años les permiten absorber los mayores costos y, por otra parte, con los recursos provenientes de la eliminación de los planes Jefes y Jefas y otros, el Estado puede crear un fondo financiero para auxiliar a las empresas pequeñas que presenten dificultades en la implementación.
– Plan de obras públicas, de viviendas populares y de tareas socialmente útiles para la comunidad, creando nuevos empleos y buscando resolver problemas de la vida cotidiana, habida cuenta que según el INDEC el 15% de los hogares del país se encuentra con necesidades básicas insatisfechas.
– Programas de sostenimiento efectivo de las empresas recuperadas y de los microemprendimientos productivos.
Estos planes y programas son fácilmente financiables con una reforma tributaria progresiva, que grave a los que mas tienen, con impuestos de emergencia y la suspensión efectiva de los pagos de la deuda externa.
Estas medidas son de carácter coyuntural, no se nos escapa que resolver la crisis del capital en Argentina requiere avanzar en cambios estructurales, pero son un punto de partida indispensable para dejar atrás este presente de miseria y pisar los umbrales de un futuro esperanzador.
<>Buenos Aires, julio de 2004
* Miembro de EDI- Economistas de Izquierda y director de la Revista Cuadernos del Sur .
Notas
(1) Ese salario resulta de promediar los ingresos de los trabajadores del sector privado registrados (en blanco) que perciben en promedio $883; de los no registrados (en negro) que reciben $408, y del sector público que alcanza los $751.
(2) El incremento de precios en artículos de primera necesidad es del orden del 80%.
(3) Según la última medición estos índices son 19.5 y 15.7 % respectivamente.
(4) Para mayo pasado la Canasta Básica Total costaba $721 y la Canasta Básica Alimentaria $330.
(5) Para un análisis más detallado puede consultarse «Un programa de recuperación popular de la economía» Documento de los Economistas de Izquierda (EDI). Febrero de 2004