Los Medios y los Cambios La situación de los países latinoamericanos que están viviendo un proceso de cambio sustancial – o relativamente sustancial – se torna por momentos bien turbulenta. Hablamos de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, países a los que – no obstante sus particularidades – los une el hecho de estar atravesando un proceso […]
Los Medios y los Cambios
La situación de los países latinoamericanos que están viviendo un proceso de cambio sustancial – o relativamente sustancial – se torna por momentos bien turbulenta. Hablamos de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, países a los que – no obstante sus particularidades – los une el hecho de estar atravesando un proceso diferente del resto de sus homólogos latinoamericanos.
En ellos, la situación de los periodistas que apoyan, simpatizan o no critican lo suficientemente dichos procesos de cambio, se está agravando de manera peligrosa: sufren, después de todo, las condiciones propias de su profesión dentro de republiquetas subdesarrolladas cuyos medios de comunicación se hallan concentrados en manos privadas[1].
Esta situación no deja de ser tristemente lógica y archiconocida; los latinoamericanos la venimos soportando desde que tenemos memoria; no obstante también es cierto que la regla suele ser que un determinado país tenga unos medios de comunicación y un gobierno afines, es decir que ambos – más allá de sus matices – compartan un mismo interés en hacer perdurar el sistema del cual que se hallan beneficiados, y que por esto se opongan con todas sus fuerzas a los parias que intentan modificarlo o hacerlo tambalear, llámeseles Movimientos Sociales, «Izquierda», Campesinos, Estudiantes, Jubilados, etc.
Es decir que a grandes rasgos y como regla general la idea de «poderosos» se asociaría al gobierno, los medios de comunicación y la clase a la que representan, mientras que los «no poderosos» se hallarían agrupados en eso que brutamente llamamos «pueblo» o «campo popular» (y que en realidad es un poder, pero un poder no establecido, porque esencialmente y de hecho el pueblo tiene en sus manos un tipo de poder concreto y potencial bastante superior a cualquier otro establecido (o instituido, si se quiere) que no esté conformado por el mismo pueblo.
Lo relativamente curioso es que en estos cuatro países mencionados hoy se halla un roce, contraste o incluso una contraposición abierta entre los grandes medios de comunicación y el gobierno (dado que ya no representan exactamente los mismos intereses)[2]. Es decir que la lucha de siempre ha cambiado su forma y por lo tanto su metodología. Con el cinismo y la ironía que el caso merece, hoy se puede observar cómo le pegan al gobierno aquellos que desde siempre han apoyado sus medidas, por muy nefastas que éstas pudieran ser. En este sentido, y particularmente en el caso actual de Bolivia, la cuestión se torna verdaderamente grotesca.
Todo lo que veas puede ser mentira
Para darse una idea: Los periódicos de mayor circulación en Bolivia[3] tienen – pero hablamos de que absurda y evidentemente tienen – a sus propios periodistas amordazados, comprados o relegados en sus funciones. Aquellos que intentan mantener una conducta ética y moral en pos de la información fidedigna están siendo callados de una u otra manera, sin ser noticia para nadie: «renuncian», los despiden «por reestructuración de personal» o simplemente los «acomodan» en tareas lejanas a cualquier tipo de influencia sobre la opinión pública.
Basta una somera mirada de cualquiera de estos medios para darse cuenta de lo que estamos hablando[4]; sus tapas y titulares engañosos, sus mentiras e instigaciones a la violencia civil hablan por sí mismas. Pero allí no acaban sus deberes. También los contenidos de las noticias – en su mayoría manipuladas y con declaraciones sacadas de contexto – revelan el estrecho nexo que vincula a quien escribe con los intereses empresariales (y en última instancia, de clase) a los cuales responde. Y claro, dada la particularísima diversidad étnica existente en Bolivia, esta disposición aparece teñida casi siempre de un racismo explícito o implícito.
Sobre esta base se podrían citar una infinidad de ejemplos, pero ante la evidencia de los hechos procuraremos ahorrar espacio; después de todo cualquier diario de tirada masiva en Bolivia posee algún ejemplo significativo de lo que se está diciendo.
Por qué no te callas, eh
Como si esta metodología (invisible, como el mercado) fuera poco, la derecha Boliviana – racista, semicolonial y siempre temerosa a los cambios – se nutre también de otros mecanismos para lograr el silencio de los periodistas poco maleables.
Son varias y variadas las formas de amedrentación (porque para esto sí, no se puede negar, los derechosos siempre han tenido una imaginación privilegiada) que se utilizan: Ocultación de información (que es básicamente como quitarle la pala a un albañil), imposición de notas pagas (que no llevan precisamente en su parte superior el ya conocido «espacio de publicidad»), cuestionamientos sobre cómo se ubica y qué espacio se le da a determinada noticia (sobre todo aquellas que tienen que ver con la convocatoria a marchas en contra del gobierno de Evo Morales), mensajes atemorizantes por la vía que sea, intervención de casillas de mails y líneas de teléfono, colocación de espías, etc. Unos divinos estos muchachos.
En fin, es sabido que reacción y revolución forman parte de un juego dialéctico en el que siempre se puede perder y sin embargo nunca se acaba de ganar; lucha constante, diálogo violento en que por lógica propia se acaba lamentable e históricamente derramando sangre[5]. En ese juego, ambas partes saben que aquel que cuenta con los medios de comunicación tiene a su servicio un arma que no escupe plomo pero que es muy eficaz a la hora de derrotar al adversario. Una arma que hoy se halla tan lejos de la democracia como la guerra en Irak, las intervenciones militares en Latinoamérica o el bloqueo económico a Cuba.
Los Cambios y los Medios
Obviamente los casos de represión contra el periodismo que se dan en Bolivia se hallan tapujados. No se pueden denunciar porque claro, en principio, la justicia no se hace cargo de la seguridad de los periodistas denunciantes. Y denunciarlo en los medios… una sonsera: todos los grandes medios pertenecen a dos o tres grandes grupos económicos que están ligados entre sí y que, de conjunto, llevan adelante una vergonzosa e ilimitada campaña de descrédito contra el gobierno de Evo Morales, los pueblos originarios y campesinos en general.
Una campaña en la que se mete mano a la susceptibilidad regional que existe en Bolivia y se incentiva de forma mesiánica e irresponsable a la violencia civil; Una campaña en la que no se halla ningún tipo de reparo ni escrúpulo por parte de quienes intentan desesperadamente desestabilizar y ahogar el proceso de cambio que ha emprendido el pueblo Boliviano.
Hasta cuándo podrán soportar esta situación opresiva los pueblos latinoamericanos, es incierto. La engañosa y violenta metodología de ellos parece infinita. Nuestra tolerancia también. De momento, el histórico ejemplo actual de Bolivia no hace más que ratificar (¡una vez más!) que el bloque de poder es capaz de hacer cualquier cosa para no perder sus privilegios; digámoslo bien claro: cualquier cosa con tal de no ceder esa especie de banquillo real sobre el que su culo (sucio, muy sucio) está asentado desde siempre.[6]
NOTAS
[1] Es necesario aclarar que no pensamos que esta situación sea exclusiva de los países subdesarrollados. Por el contrario, en los desarrollados la cuestión suele verse agudizada.
[2] Esto no es blanco y negro. Pero sí de modo general existe una modificación importante en dicha relación.
[3] Periódicos de mayor tiraje en Bolivia: www.prensaescrita.com/america/bolivia.php
[4] En Bolivia, con toda la cuestión de la lucha por la capitalidad plena en Sucre, el «Correo del Sur» – que es diario de mayor tirada de la ciudad – se ha transformado abiertamente en un panfleto contra el MAS y la Asamblea Constituyente.
[5] Algunos ejemplos: http://bolivia.indymedia.org/node/2684; http://www.aporrealos.org/tiburon/n55148.html; http://www.rebelion.org/bolivia/031013calloni.htm; http://www.terra.com/noticias/articulo/html/act611706.htm; http://argentina.indymedia.org/news/2007/01/481770.php
Al finalizar este artículo, sábado 25 de noviembre, se supo de un nuevo muerto (Gonzalo Durán) esta vez caído en Sucre. Un ejemplo claro de la violencia insertada fundamentalmente desde las burguesías cruceñas y fomentada desde los grandes medios de comunicación, en especial el «Correo del Sur».
[6] Para obtener información responsable sobre y desde Bolivia se puede ir a: www.bolpress.com