Ya antes de llegar a Bolivia, desde España, seguía con interés y cierto entusiasmo el proceso político boliviano: movilización y participación social para la refundación del país. Han pasado tres meses desde que me instalé en La Paz y aquéllos sentimientos trasatlánticos se van trocando, en un pesimismo creciente. En Octubre de 2003, el «pueblo», […]
Ya antes de llegar a Bolivia, desde España, seguía con interés y cierto entusiasmo el proceso político boliviano: movilización y participación social para la refundación del país. Han pasado tres meses desde que me instalé en La Paz y aquéllos sentimientos trasatlánticos se van trocando, en un pesimismo creciente.
En Octubre de 2003, el «pueblo», la multitud convertida en sujeto político derrocó un gobierno. El gobierno de Sánchez de Lozada simbolizaba el fracasado modelo neoliberal, el imperialismo de las transnacionales y la represión de los movimientos sociales. La profunda crisis abierta durante la llamada Guerra del Gas quedó provisionalmente cauterizada al obtenerse el compromiso del nuevo Presidente, Carlos Mesa, con lo que se ha dado en llamar la Agenda de Octubre: Asamblea Constituyente y referéndum vinculante sobre la política energética del país. Sin embargo, ni acabar con Goni S. de Lozada significa acabar con el modelo que representaba, ni la promesa de una Asamblea Constituyente representa una victoria definitiva del «pueblo» sobre la oligarquía y las transnacionales. Más de un año después, ni tenemos nueva Ley de Hidrocarburos ni se ha materializado la Convocatoria de Asamblea Constituyente.
El proceso de conflicto que culminó en la Asamblea de Ecuador de 1998 es bastante similar al que se ha producido en Bolivia: derrocamiento del gobierno por medio de levantamiento popular, gobierno de transición y convocatoria de Asamblea. Los actores que protagonizaron los levantamientos populares son también equiparables grosso modo: sectores populares e indígenas. Las esperanzas de cambio son amplias en Bolivia, quizá más que en Bolivia. Ahora bien, por muy legítimas que sean las demandas de la multitud, por muy generalizado el apoyo, el riesgo de un fracaso y de una frustración colectiva es mucho mayor que las posibilidades de éxito. Como dice Walter Chávez1, cada vez parece más evidente que el «pueblo» está «perdiendo el tren de la Constituyente». Y, paradójicamente, cuanto más lento va el tren, más incapaz parece ese «pueblo» luchador de subirse a él.
¿Qué quiero decir con esto? Sencillamente que, con independencia de las trabas que ciertos sectores -oligarquía local, transnacionales, EE. UU.2– están poniendo a la Asamblea y al cambio, el «pueblo», los movimientos que se declaran defensores de la Asamblea, están mostrando una incapacidad grave en el manejo del proceso. Y señalo los errores de los defensores de la Asamblea porque no puede negarse que aquéllos que quieren descarrilar el proceso constituyente están demostrando una gran habilidad.
¿Quién maneja la agenda del país?
Fundamentalmente, la oligarquía derrocada en Octubre de 2003 y la oligarquía de Santa Cruz. Ellos tienen la habilidad y los medios de hacer declaraciones, proferir amenazas, movilizarse, crear confusión, achuchar el fantasma del golpe o de la retirada de la ayuda internacional, etc… Se trata de una agenda de la coyuntura, de la crisis perpetua, de desgaste del adversario. Y así, estos sectores tienen controlado el centro del terreno de juego sin gran esfuerzo. La coyuntura absorbe las energías de los «constitucionalistas», de los oficialistas, de los «asambleístas», y la perspectiva de medio plazo desaparece. Mientras los sectores opuestos al cambio sacan provecho de la complementariedad de sus respectivos intereses y son meticulosos a la hora de avanzar en su propósito, el «pueblo» sigue apagando fuegos con los pies descalzos y repitiendo la palabra mágica «Asamblea» como un mantra.
Actualmente, la Agenda de Octubre está prácticamente paralizada: no hay Proyecto de Ley de Convocatoria a la Asamblea Constituyente, la Ley de Hidrocarburos está atascada en el Congreso, la Unidad de Coordinación de la Asamblea Constituyente está descabezada políticamente. Parece probable que la Asamblea sea postergada hacia final de año o hasta el 2006. Por encima, se está colando la Agenda Autonomista: Elección de Prefectos y Referéndum de Autonomías. Ese es el frente más inmediato: Asamblea vs. Autonomías.
¿Asamblea versus Autonomía?
En mi opinión, los sectores pro Asamblea están haciendo una lectura incorrecta de la coyuntura. Si los cambas no existieran, la autonomía también sería discutida en la Asamblea y aprobada mayoritariamente. Álvaro G. Linera3 viene sosteniendo que la actitud de la oligarquía cruceña es defensiva, de retirada. En mi opinión, es todo lo contrario: la oligarquía cruceña, en su lucha por la autonomía, que en el fondo es lucha por la independencia, está en actitud más ofensiva que defensiva, con el objetivo de modificar el statu quo. El hecho de que su lucha se traduzca en una retirada geográfica de la Nación a la Región como espacios de poder sólo significa que se ha retomado la reivindicación histórica de la autonomía en el momento más conveniente: al perder el control del poder político en el nivel nacional, como consecuencia de la Guerra del Gas, ha optado por transformar su hegemonía económica en hegemonía política en el nivel departamental . Por el contrario, son los sectores pro Asamblea los que han adoptado una posición defensiva y de retirada. Por un lado, defienden la idea de la Asamblea, en abstracto, sin precisar nada sobre los contenidos, sin avanzar en la elaboración de un programa, incapaces de establecer alianzas estratégicas o de mantener la ilusión de la refundación. Por otro, reniegan de la idea de autonomía cuando anteriormente había sido enarbolada como uno más de los elementos de cambio, de democracia y de participación. Todo se reduce a una incapacidad grave de elaborar y defender un programa político, una visión de país. En mi opinión, un ataque como el de la ofensiva cruceña sólo se puede repeler eficazmente aplicando el principio judoka de «aprovechar la fuerza del oponente».
Paradójicamente, la cuestión de la autonomía será central, la clave de bóveda de la Asamblea Constituyente. Aunque en Bolivia es difícil hacer predicciones, la concertación en torno a un régimen autonómico en Bolivia parece condición necesaria para mantener la integridad territorial del país y para la viabilidad de la Asamblea Constituyente. En Santa Cruz ya se está elaborando un Estatuto de Autonomía. Eso se puede considerar como un ejercicio intelectual o como una ruptura de las reglas de juego vigentes. Ahora bien, sin lugar a dudas, también es un ejercicio de anticipación, de control del terreno de juego. Mientras tanto, ¿cuál es el modelo de autonomía que defienden los defensores de la Agenda de Octubre?
El proceso constituyente, que desde Noviembre de 2004 se ha desdoblado en proceso autonómico, no puede consistir en un desencuentro continuo entre los diferentes actores políticos y sociales. La denuncia pública de la oligarquía cruceña, que alberga pretensiones ilegítimas relacionadas con el negocio petrolero y la cuestión de la tierra, es necesaria, pero no debe cerrar el paso a la negociación. Y para ello es imprescindible construir una visión de país, que incluya una visión de lo que puede ser la autonomía. Ello permitiría a los movimientos sociales pro Asamblea ganar adeptos dentro de Santa Cruz y negociar con mayor fuerza con el resto de los actores. Ciertamente, la capacidad de movilización será fundamental en todo este proceso aunque, insisto, no puede ser un proceso sólo de confrontación sino también de diálogo. Por último, no se puede perder de vista que la derecha tradicional se está reciclando con gran rapidez en todo el país. Jorge Tuto Quiroga, ex Vicepresidente en el último gobierno de Banzer, desde la discreción más absoluta, está montando un proyecto político que podría ser la gran sorpresa de las próximas elecciones, a la Asamblea o Presidenciales (2007). Por su parte, Samuel Doria Medina, empresario cementero, también encabeza un proyecto político que se abre camino a base de toneladas de cemento. Para decirlo bien claro: en el actual escenario, el riesgo de que la derecha controle la Asamblea Constituyente es preocupante, con lo que el carácter refundador de la anhelada Asamblea Constituyente podría estar en peligro.
20 febrero 2005
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Notas
1 Editor de Le Monde Diplomatique en Bolivia.
2 Son muchos los ejemplos de intervencionismo yankee en Bolivia. Mencionaré sólo el más reciente: «El MAS preocupa a Washington» es titular de portada (17 02 05) de La Razón, diario boliviano del Grupo Prisa. Al parecer, la Secretaria de Estado de los EE.UU. mostró su preocupación por el crecimiento de «ese partido» conformado por cultivadores de coca; mientras el Senador Lincoln Chafee mostraba su perplejidad ante el hecho de que «en momentos en que promovemos la democracia, se dé ese fenómeno en Bolivia.» No me consta que EE.UU. haya manifestado su preocupación por los resultados de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, el tratamiento de la diplomacia de EE.UU. a Evo Morales, líder de un partido democrático con un 20 % de los votos en las últimas elecciones, ha sido siempre, por decirlo finamente, muy poco diplomático. Lo único bueno de este tipo de declaraciones es que suelen ser contraproducentes. Véase también el artículo de Víctor E. Ducrot, «Evo y el MAS en la mira de la Bush y de la CIA», en El Juguete Rabioso, no. 123, del 20 de Febrero al 5 de Marzo 2005.
3 Profesor de Sociología en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz y analista político.