El marco básico del régimen de propiedad intelectual (PI) pretende «obstaculizar el acceso al conocimiento» en lugar de permitir su difusión, según afirmó el Profesor Joseph Stiglitz durante una conferencia que tuvo lugar el 5 de julio sobre «¿Quién posee la ciencia?». Stiglitz, Premio Nobel 2001 de Economía , y el Profesor John Sulston, Premio […]
El marco básico del régimen de propiedad intelectual (PI) pretende «obstaculizar el acceso al conocimiento» en lugar de permitir su difusión, según afirmó el Profesor Joseph Stiglitz durante una conferencia que tuvo lugar el 5 de julio sobre «¿Quién posee la ciencia?». Stiglitz, Premio Nobel 2001 de Economía , y el Profesor John Sulston, Premio Nobel 2002 de Fisiología y Medicina, inauguraron el nuevo Instituto para la Ciencia, la Ética y la Innovación de la Universidad de Manchester.
Ambos criticaron duramente el actual sistema de patentes por consider que frena la ciencia y la innovación.
La propiedad intelectual a menudo se compara con los derechos de propiedad física pero el conocimiento es fundamentalmente diferente, dijo Stiglitz. Se trata de un bien público con dos atributos : «una competencia sin rivalidad» y la no exclusión, lo que significa que es difícil impedir que otros disfruten de sus beneficios. Eso es contrario a los regímenes de propiedad intelectual, que son peores que la exclusión porque crean un poder monopolista sobre el conocimiento que a menudo se utiliza indebidamente, señaló.
Se considera que los monopolios de patentes impulsan la innovación, pero en realidad dificultan el avance de la ciencia y la innovación, afirmó Stiglitz. La actual «maraña de patentes», en la que cualquier persona que elabora un exitoso programa de software es demandada por supuesta infracción de patentes, pone de manifiesto que el sistema de propiedad intelectual existente no permite fomentar la innovación, añadió.
Otro problema es que los beneficios sociales derivados de la innovación no concuerdan con los ingresos privados relacionados con el sistema de patentes, dijo Stiglitz. El beneficio marginal de la innovación es que se puede tener acceso a una idea antes de lo que se podría de otro modo. Pero la persona que adquiere la patente sobre esta idea obtiene un monopolio de largo plazo, creándose así una brecha entre los beneficios privados y los beneficios sociales.
El Proyecto del Genoma Humano identificó un gen que permite predecir el cáncer de mama y que fue patentado por una compañía estadounidense, según afirmó Stiglitz. El costo real de la realización de pruebas para determinar el gen es mínimo, pero los costos de los pacientes son tan elevados en los EE.UU. que las personas sin recursos no están en condiciones de efectuar la prueba, dijo. Esto pone en tela de juicio la equidad y la justicia del sistema de patentes, añadió.
Stiglitz planteó dos preocupaciones. Los países desarrollados se hallan separados de los países en desarrollo debido a la disparidad en materia de acceso a los conocimientos, y la propiedad intelectual está haciendo más difícil cerrar la brecha, dijo; es la razón por la que las naciones en desarrollo miembros de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) solicitaron (y obtuvieron) un programa para el desarrollo. Aún más, el resultado de la PI es un menor acceso a los servicios sanitarios, añadió. Afirmó asimismo que los medicamentos genéricos cuestan una fracción de aquellos de nombres comerciales, pero con el acuerdo sobre PI y comercio de la Ronda Uruguay de la Organización Mundial del Comercio se dictó una sentencia de muerte para millones de personas al dificultarles el acceso a estos medicamentos de menor costo.
Stiglitz sugirió que los regímenes de propiedad intelectual deberían ajustarse a determinados países y sectores. Nadie cree que el sistema de patentes debería ser abandonado en su totalidad, pero la cuestión es si otros mecanismos, como el otorgamiento de premios o la financiación pública, podrían utilizarse para promover el acceso a los conocimientos y estimular la innovación en áreas donde hay objetivos bien definidos, como, por ejemplo, el tratamiento curativo para la malaria, dijo. Stiglitz tiene la esperanza de que haya reforma porque muchos en los EE.UU. se están buscando cambios en el sistema de propiedad intelectual.
Sulston dijo que la ciencia puede impulsarse por la necesidad y la curiosidad, lo que requiere un importante grado de apertura y confianza entre los agentes. Lo que ocurre, sin embargo, es que la propiedad privada de la ciencia y la innovación aumenta cada vez más, una situación acogida con beneplácito por gobiernos e inversores que controlan la orientación de las actividades de investigación, dijo. Pero, según Sulston, la consecuencia de ello es un encauzamiento de la ciencia hacia ámbitos rentables y el alejamiento de los que no lo son.
Esta tendencia tiene varias consecuencias, entre ellas el abandono de actividades de investigación sobre enfermedades que afectan a personas sin recursos y la producción de medicamentos innecesarios que se venden a través de una comercialización intensiva, afirmó Sulston. No se ha podido llevar a cabo una distribución equitativa de los bienes derivados de la actividad científica, pero, añadió, la solución no es «un empecinamiento constante en la equidad».
La propiedad intelectual es una cuestión ideológica en organizaciones como la OMPI, dijo Sulston. Las compañías farmacéuticas consideran que cualquier mejora del sistema lo debilita, pero nadie está diciendo que tienen que cederlo todo, señaló. El sistema debe ser un «buen siervo» no elevado a un «nivel teísta», añadió.
La falsificación se ha convertido en una cuestión importante, dijo Sulston. La tendencia es vincular la falsificación con la IP pero no están relacionadas, señaló. Si los medicamentos se vendieran al precio del costo de producción o apenas por encima, los falsificadores no tendrían mucho margen de maniobra. El sistema de propiedad intelectual es el que está generando la producción de productos falsos, dijo.
Sulston propuso un retorno a la vieja práctica de separar las actividades de investigación y desarrollo de las de producción, al considerar que la mezcla de ambas conduce al cabildeo y la publicidad en la I + D. Separarlas permite una distribución equitativa de productos y facilita el acceso a la I + D, pero sólo si los que comparten la ciencia también comparten sus beneficios, explicó.
Esta separación parece estar sucediendo hasta cierto punto a medida que empresas privadas como la Fundación Bill y Melinda Gates canalizan dinero hacia el sector de la salud pública, dijo Sulston, pero advirtió en contra del retorno a la época victoriana en la que la asistencia sanitaria dependía de la filantropía. Instó a que las cuestiones sanitarias mundiales sean coordinadas por la Organización Mundial de la Salud, pero dijo que este organismo no cuenta con suficiente financiación y sufre una gran presión por parte de los gobiernos y los intereses comerciales.
Sulston también desea que se reflexione de manera más coherente sobre un tratado de cuestiones biomédicas examinado en la OMS, y que haya una mayor participación de las organizaciones no gubernamentales transnacionales.
Es fundamental invertir la tendencia hacia la privatización de la ciencia, señaló Sulston. El mundo debe centrarse en la supervivencia y la prosperidad de la humanidad, y en la exploración del universo, dijo. El resultado, agregó, dependerá en gran medida de «quién posea la ciencia».
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