I. El gobierno de Felipe Calderón carece de legitimidad. El rey está desnudo y todos lo notan. Por pudor y por necesidad va buscando reconocimientos. Además de aquella parte del país que desde un principio desconoció un presidente surgido de un fraude electoral, el propio gobernante y los grupos de poder que lo impusieron también […]
I.
El gobierno de Felipe Calderón carece de legitimidad. El rey está desnudo y todos lo notan. Por pudor y por necesidad va buscando reconocimientos. Además de aquella parte del país que desde un principio desconoció un presidente surgido de un fraude electoral, el propio gobernante y los grupos de poder que lo impusieron también están preocupados por la falta de títulos democráticos del régimen. Por eso el presidente de facto parece no tener autoridad para encabezar, convencer y ser respetado por sus propios apoyos: los grupos empresariales, las corporaciones, los monopolios de los medios.
Para cubrir su desnudez se viste de militar e invoca a la unidad nacional. El ejército está en las calles, aparentemente para combatir el narcotráfico, aunque el objetivo a mediano plazo es inhibir, reprimir y criminalizar la protesta social y la disidencia política.
Por otra parte, es sabido que el narcotráfico arraiga y prolifera en los palacios, en la descomposición moral de la clase gobernante; en las calles sólo recluta a las víctimas del abandono social. Al mismo tiempo, la invocación de la unidad nacional resulta ser una cínica mistificación frente a un país dividido, no sólo por sus opiniones políticas sino además por las desigualdades sociales que ahondan la fractura entre la oligarquía siempre más poderosa, y los sectores populares cada vez más desamparados. Más aún, cuando la supuesta unidad nacional se traduce en la súbdita solicitud de colaboración intervencionista al gobierno estadounidense al estilo del Plan Colombia, cuyo resultados han mermado la soberanía colombiana, reforzado la cultura represiva y dejado intacto el poder del narcotráfico en este país latinoamericano.
Llamamos a no permitir que las Fuerzas Armadas se enseñoreen de las calles del país, hoy, para librar una supuesta guerra al narcotráfico; mañana como ha ocurrido ya antes, para reprimir las legítimas protestas sociales. Los problemas sociales se resuelven con desarrollo y democracia, no con la violencia de Estado.
II
Asistimos a la institucionalización de la mentira. El caso más indignante ha sido el de la indígena Ernestina Asencio. En el reino de la mentira, dejaron de existir los organismos llamados autónomos. En su camino autoritario, el régimen calderonista eliminó en los hechos a la Comisión Nacional de Derechos Humanos con sus lamentables intervenciones en el caso Asencio y la despenalización del aborto. El IFE había sido desvirtuado ya desde julio de 2006. Es previsible que el calderonismo dirija su ataque contra todos los organismos que aún ejercen una mínima autonomía. Habrá que estar alertas sobre el futuro del IFAI, y dispuestos a la defensa de las universidades autónomas y los sindicatos independientes.
El engaño y la falsedad se practican cotidianamente a través de la difusión masiva de spots gubernamentales que tratan de apabullar a la disidencia y a la sociedad con mentiras repetidas obsesivamente para que se conviertan en verdades. Ahora hasta se utilizan, insolentemente, voces de niños para ensalzar al «señor presidente».
Consideramos que, por ley, debe prohibirse el uso del dinero público para la difusión propagandística de los programas gubernamentales o para lisonjear a cualquier autoridad. La sociedad no necesita que se le estén machacando día y noche las «grandezas» del gobierno.
III
A pesar de tantos agravios y del desánimo que producen, hay luchas que se han dado y cuyos saldos son alentadores. Son muestra: la despenalización del aborto en el Distrito Federal y los avances en la Suprema Corte respecto de la «Ley Televisa; la lucha sostenida de la APPO a pesar de la represión; la resistencia contra la presa en La Parota en Guerrero y contra la Minera San Xavier en San Luís Potosí. Son estratégicas, en perspectiva, la lucha contra la Ley del Issste y las acciones para proteger el maíz. Estos y otros esfuerzos colectivos confirman que vale la pena resistir.
Hay que subrayar cómo el repudio ciudadano a la «Ley Televisa» provocó una sentencia de la Suprema Corte de enorme trascendencia política. La lucha contra el duopolio televisivo, órgano de difusión de las mentiras de Estado, a pesar de la complicidad de la mayoría de los legisladores, puede contar ahora con argumentos jurídicos que asientan el sentido anticonstitucional de proyectos de legalización de la colonización perpetua e irrestricta de todos los medios de información y comunicación en favor de intereses privados ya consolidados. La libertad de expresión se realiza permitiendo el desarrollo del pluralismo social y político en los medios y no garantizando la libertad de concentración oligopólica en manos de unos cuantos poderosos. Es necesario que se promueva un debate social sobre el papel de los medios de comunicación masiva en México.
Por otra parte, festejamos el logro de un importante avance al obtenerse, en la Ciudad de México, el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y sus vidas, a pesar de las fuerzas derechistas que dentro y fuera del país, buscan imponer en las naciones el desarrollo políticas públicas a partir del dogmatismo, aun en contra de la opinión ciudadana y el interés general.
Mientras Calderón visita al Papa Benedicto XVI para envolver su desnudez en paños legitimadores, lo que está en discusión en nuestro país es la vigencia de un Estado laico. Habrá que prepararnos para defenderlo frente a una derecha conservadora y reaccionaria.
IV
Desde las trincheras de la resistencia, hay que desarrollar más eficacia y más audacia. El país requiere que sus fuerzas progresistas se unan en la resistencia, más allá de la improbable unificación partidaria u organizativa, en el plano de convergencias sociales guiadas por principios éticos y políticos. Es necesario que, enfrentados al régimen de la mentira, desarrollemos los medios para defender y difundir la verdad en la esfera pública. Frente a un sistema de comunicación masiva mediante el cual el grupo dominante transmite sus mentiras, se requiere constituir un contra-poder informativo por medio de radios, videos, imágenes, audiovisuales, periódicos, expresiones artísticas diversas y todo lo que sea necesario para que se desarrollen la conciencia y la crítica.
Desde hoy, podemos y debemos pensar y construir, más allá de los límites defensivos que nos impone la agresión cotidiana, los rasgos del México de mañana. Tantas luchas y experiencias latinoamericanas recientes nos mostraron cómo, lo que es declarado imposible se puede realizar a partir de la voluntad colectiva. Proyectemos las luchas de hoy hacia la sociedad que queremos construir.
Grupo Sur:
Guillermo Almeyra, Cristina Barros, Armando Bartra, Marco Buenrostro, Elvira Concheiro, Héctor Díaz-Polanco, Víctor Flores Olea, Gerardo de la Fuente, Rosa Elena Gaspar de Alba, Arturo Huerta, Epigmenio Ibarra, Massimo Modonesi, Lucio Oliver, Carlos Payán, Consuelo Sánchez, John Saxe-Fernández, Gabriel Vargas Lozano y Sergio Zermeño.