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¿La historia es circular?

El secuestro de Evo Morales, el general Melgarejo y el presidente Hollande

Fuentes: Rel-UITA

El secuestro de Evo Morales enfrenta una vez más a Bolivia -y en este caso a toda América Latina- con algunos países de Europa. Se trata de una nueva muestra que la arrogancia, la arbitrariedad y la prepotencia, pero por encima de todo, la ridiculez y el disparate, se repiten a través de los siglos. […]

El secuestro de Evo Morales enfrenta una vez más a Bolivia -y en este caso a toda América Latina- con algunos países de Europa. Se trata de una nueva muestra que la arrogancia, la arbitrariedad y la prepotencia, pero por encima de todo, la ridiculez y el disparate, se repiten a través de los siglos.

El general Mariano Melgarejo gobernó Bolivia entre 1864 y 1871. Como a tantos otros gobernantes, el alcohol y el poder solían nublarle la razón. El escritor boliviano Tomás O’Connor d’Arlach, en su obra «Dichos y hechos del general Melgarejo», narra la siguiente anécdota.

Melgarejo amaba lo grande, y por eso amaba a Francia. Una noche de julio de 1870, excitado por el licor, recibe la noticia de que había estallado la guerra franco-prusiana. Era medianoche, y a esa hora hizo tocar generala, mandó que formase el ejército en la plaza mayor de La Paz. Nadie acertaba a explicarse el misterio de aquellas maniobras, hasta que se presentó el general Melgarejo quien, sofrenando a su caballo Holofernes, le dirigió a la tropa la siguiente proclama:

«¡Soldados! La integridad de Francia está amenazada por Prusia. Quien amenaza a Francia, amenaza a la civilización y a la libertad. Voy a proteger a los franceses, que son nuestros mejores amigos y a quienes amo tanto. Vais conmigo a atravesar a nado el océano, pero cuidado con mojar las municiones».

Cuenta O’Connor que estando ya lo expedicionarios en las afueras de La Paz comenzó a caer una lluvia torrencial, y con el agua se refrescó la cabeza del bravío general, logrando entonces sus ministros disuadirlo de tan osado proyecto.

Casi un siglo y medio más tarde, nadie puede reprocharle al presidente de Francia, François Hollande, que ignorando aquel gesto fraternal de un gobernante boliviano, del que quizá no tiene noticias, haya impedido a Evo Morales sobrevolar el espacio aéreo francés. ¿Qué lo llevó a tomar esa decisión? La sospecha de que podía llevar a bordo al exmiembro de los servicios de espionaje de los Estados Unidos, Edward Snowden.

¿Qué acción tan grave cometió Snowden para justificar la adopción de esta medida arbitraria y cuasi criminal? El antiguo empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en junio de 2013 hizo públicos, a través de los periódicos The Guardian y The Washington Post, documentos clasificados como secretos sobre varios programas de la NSA, incluyendo el programa de vigilancia electrónica PRISMA. Como es sabido, el ex agente se encuentra desde hace días en la sala de tránsito de un aeropuerto ruso.

Snowden denunció documentadamente que Estados Unidos espiaba a varios países de la Unión Europea, entre otros a Francia. Debido a ello, Hollande solicitó enérgica y públicamente a Washington el inmediato cese de lo que calificó como actos hostiles. Frente a ese reclamo, llegamos a pensar que si Snowden solicitaba asilo en Francia, en una muestra de agradecimiento el mismo le sería otorgado sin dilaciones.

La realidad fue otra. Bastó que Estados Unidos sospechara que el avión presidencial boliviano podía a su regreso de Rusia transportar al perseguido, para que los gobiernos de Francia, España, Italia y Portugal le prohibieran sobrevolar sus respectivos espacios aéreos. Finalmente, luego de 14 horas retenido en el aeropuerto de Viena, donde tuvo que aterrizar de emergencia, Evo Morales pudo volar de regreso a su patria.

Más allá de lo que dispongan los tratados y leyes internacionales, la decisión adoptada por Hollande y los otros tres gobiernos europeos puede calificarse como una postura de lamentable obsecuencia por un lado, y de arrogancia, arbitrariedad y prepotencia por otro. Además de ser su justificación tan disparatada como la tomada en su oportunidad por el general Melgarejo.

Francia canceló la autorización de sobrevuelo de su territorio, que le había otorgado a Bolivia el 27 de junio de 2013. Sobrevolar, según el diccionario, significa «volar sobre un lugar, una ciudad, un territorio, etc.». De manera que en el hipotético caso de que Snowden viajara en el avión boliviano, la única amenaza para Francia es que el perseguido fuera arrojado en paracaídas sobre su territorio. Algo tan ridículo como cruzar el océano a nado sin mojar las municiones.

Parecería que efectivamente la historia es circular, ya que existen más coincidencias históricas. Durante su gobierno, el general Melgarejo tuvo un altercado con el embajador inglés en Bolivia, a quien paseó por las calles de La Paz emplumado y en un burro, montado al revés. Cuentan que cuando la reina Victoria, en Londres, se enteró del incidente mandó traer un mapa, tachó el país con una cruz de tiza y sentenció: «Bolivia no existe».

Muy similar al arrogante desprecio mostrado actualmente, ¿verdad? Las diferencias son que François Hollande no es monárquico, y que el partido que lo llevó a la presidencia de Francia es miembro de la Internacional Socialista.

Fuente: Rel-UITA y en LINyM