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Sobre el libro "La amenaza interior. Historia de la oposición judía al sionismo", de Yakov M. Rabkin

El sionismo amenaza los valores fundamentales del judaísmo

Fuentes:

«El sionismo y la creación del Estado de Israel constituyen una ruptura, una discontinuidad muy importante… Los sionistas y los no sionistas, todos los intelectuales que no están empleados por el aparato de propaganda de Israel, admiten que la creación del Estado de Israel no tiene nada que ver con el hecho judío que tiene […]

«El sionismo y la creación del Estado de Israel constituyen una ruptura, una discontinuidad muy importante… Los sionistas y los no sionistas, todos los intelectuales que no están empleados por el aparato de propaganda de Israel, admiten que la creación del Estado de Israel no tiene nada que ver con el hecho judío que tiene tras de sí dos mil años. Es un invento nuevo, europeo y nacionalista, y yo no digo que sea malo o bueno.»

Así se expresa Yakov Rabkin, profesor de historia en la Universidad de Montreal, al denunciar la política del Estado de Israel para mantener a las comunidades judías en el exterior como rehenes de la ideología sionista, del nacionalismo que pugna por reemplazar el sistema de valores propio al judaísmo, la misericordia y la humildad, con el egoísmo y el orgullo nacional.

Rabkin, un judío practicante de origen soviético, que entre otras lenguas habla perfectamente el español y está casado con una judía mexicana, es autor del libro «La amenaza interior: historia de la oposición judía al sionismo», -publicado ya en francés, inglés, español, italiano y en preparación en otras lenguas- donde afirma que el movimiento sionista y el Estado de Israel que el engendró ha provocado uno de los más importantes desgarramientos de la historia judía.

En una larga conversación en su casa en Outremont, Montreal, el historiador explica que el Estado de Israel proclamó y trata de imponer, desde hace unos 30 años, el concepto de la «centralidad» del Estado de Israel por sobre lo que constituye la esencia del judaísmo.

Sucede que el sionismo creó el concepto «nacional» de lo que es ser judío, que primero fue adoptado por una minoría y poco a poco fue convirtiéndose en mayoría entre los habitantes de Israel. Hasta los años 50 y 60, y aun en el inicio de los 70, las comunidades judías grandes, en América o Europa, no se sentían, como actualmente, tan rehenes de ese nacionalismo estatal, dice Rabkin.

Existía entonces, agrega, el concepto del valor de la diáspora y el judío no se sentía como un emigrado de Israel. No es como el caso de un mexicano en Montreal, que deja su país para establecerse acá, sino que el judío constituye una existencia diferente porque tiene una religión y cultura diferente a la cultura dominante, algo que por otra parte caracteriza la cultura judía en casi todas partes.

«En los años 80 y 90 el sionismo ganó terreno porque es difícil, para los dirigentes de las comunidades judías, resistir a esa seducción de verse identificados como ‘segundos embajadores’ de Israel cuando van a tratar con los gobernantes del país donde viven, cuando reciben los honores…»

La intolerancia sionista.

Es difícil, en estos días en que el Estado de Israel practica hacia los palestinos una política de represión y de ocupación territorial, es hacer valer las criticas sin ser objeto de la intolerancia de los representantes locales del sionismo. Lo más frecuente es asociar cualquier crítica a la política estatal israelí con el antisemitismo.

Dice, el historiador, que en realidad esos dirigentes no representan a la comunidad judía sino el sionismo, algo que tienen todo el derecho de representar si no fuera porque al mismo tiempo articulan la pretensión de que la comunidad judía está unida detrás de ellos.

Elabora que muchos judíos tradicionales se sienten completamente aislados de lo que se llama la «comunidad judía» que se identifica con el sionismo, que no se casan ni hay contacto social con ellos.

La comunidad judía que se identifica con el sionismo y el Estado de Israel, según Rabkin, son como las comunidades de italianos o irlandeses, aunque tienen mucho mas efecto sobre los medios de comunicación y la política exterior de Canadá.

«Me parece que estas comunidades seducidas por el sionismo no tienen mucho efecto sobre lo que pasa en el Medio Oriente, pero tienen un efecto muy negativo en Canadá, porque presentan a los judíos como agentes e incondicionales de Israel, cuando no es así, porque ni la gente de izquierda ni los jasidim se sienten identificados con el sionismo o el Estado de Israel.»

Además, dice Rabkin, esa actitud monolítica de las organizaciones judías identificadas al sionismo impiden cualquier debate: «En mi caso, por ejemplo, en lugar de responder a mis argumentos me tratan de desacreditar, para decirlo de manera suave…»

«No tienen paciencia, y esto me recuerda a mi país de nacimiento, la Unión Soviética, donde se impedía la critica porque estabamos ‘rodeados de enemigos imperialistas’… Es una técnica muy conocida.»

La simbiosis del antisemitismo y el sionismo.

Cuando se le pregunta si al hacer pasar la imagen de que los judíos forman una sola identidad que apoya indefectiblemente las políticas de Israel no se alimenta el antisemitismo subyacente en casi todas las sociedades, Rabkin responde afirmativamente.

«Estoy escribiendo porque considero que la situación es peligrosa y quienes se titulan ‘representantes de la comunidad judía’ tienen ‘el deseo de la muerte’, porque al mismo tiempo que dicen que estamos todos unidos con Israel, ese país está haciendo cosas que contradicen todos los valores que los judíos defienden en Canadá. No se puede vivir sentado en dos sillas, y menos aun cuando son sillas opuestas.»

Recuerda que las comunidades judías siempre se caracterizaron por el cosmopolitismo, la defensa de los derechos humanos, el antinacionalismo y antiexclusivismo.

«Todo lo que estos dirigentes de la comunidad judía defienden ahora forma parte del peor tipo de exclusivismo agresivo, que quizás en el contexto del Medio Oriente es legitimo, no voy a discutir eso, pero aquí es algo completamente horrible.»

En los últimos años, desde que el Likud gobierna, hay una política muy clara de hablar en nombre del ‘pueblo judío’ en Israel, lo que nadie hacia antes. Ahora es algo estándar para todos los líderes decirse representantes de todo el pueblo judío, y eso no es verdad, agrega.

Esta estrategia tiene dos metas: dar legitimidad al Estado de Israel y, añade, una segunda y tal vez maquiavélica, de desestabilizar las diásporas y aumentar el flujo de inmigrantes hacia Israel.

«Israel tiene problemas en atraer inmigrantes para ‘limpiar la sangre’, y están ahora trayendo tribus peruanas, chinos o irlandeses, y cualquiera mientras no sean árabes….»

Añade, con gravedad, que en los años 40 o 50 los emisarios de la Agencia Judía ponían bombas y hacían «todo tipo de cosas» para desestabilizar las comunidades judias: «Acá todavía no hay hechos comprobados, pero es obvio que toda esta propaganda desestabiliza la comunidad.»

Los orígenes del nacionalismo sionista.

El contexto histórico del siglo 19 en el cual nace el sionismo es el mismo en el que surgen los nacionalismos europeos, y Yakov Rabkin coincide en la necesidad de contextualizar ese fenómeno, al cual dedica un capitulo de su libro.

«Yo defino (el sionismo) como un asunto derivado del Imperio ruso, no ruso en lo étnico. Es algo del Este europeo y sin continuidad con la tradición judía, pero con mucha continuidad con los nacionalismos polaco, ucraniano, lituano. La gente que hicieron el sionismo, debemos entender esto, estaban profundamente asimiladas a las culturas de esas naciones, y todo el marco conceptual del Estado de Israel es un marco conceptual de la Europa del Este.»

Yo nací en la Unión Soviética y en mi certificado de nacimiento está escrito que soy ciudadano soviético de nacionalidad judía. Solo hay otro país donde hay «nacionalidad judía», y ese país es Israel, dice.

Explica que el nacionalismo judío en la ex URSS fue consecuencia de la laicización de los judíos a fines del siglo 19. ¿Por qué en Rusia? Porque en ese país el impacto de la secularización fue tan grande como en Alemania y Francia, pero sin las oportunidades de asimilación.

«En el Imperio ruso las comunidades judías tuvieron que quedarse donde residían y entonces se conceptualizaron como una nacionalidad, con una lengua (idish) y territorios en Ucrania y Polonia. Una parte de ellos se convirtieron en sionistas.»

Hay que entender que este fenómeno del siglo 19 y comienzos del siglo 20 solo se produjo en el Imperio Ruso, y que de ahí salió el noventa por ciento de los lideres sionistas que de verdad hicieron Israel, porque Théodore Herzl (1860-1904) solo dio la idea.

«El sionismo practico, la empresa sionista es un invento judío en el Imperio ruso.»

La nueva religión secular antijudía.

Un marroquí, dice Rabkin, siempre tendrá algún concepto del judaísmo y se cuestionará, pero los que vienen de Rusia son judíos nacionales, sin una gota de judaísmo, muchos ni son judíos, pero son exactamente la gente que necesitamos, se decían los israelíes.

«No hay ninguna otra comunidad en el mundo a comienzos del siglo 20 (como en el Imperio ruso) donde se hizo tan popular la idea de recurrir a la fuerza. Eso no existía ni en países como Alemania o Francia, pero no hay que olvidar que en el Imperio ruso los judíos jugaron un gran papel en todos los movimientos revolucionarios y terroristas, del mejor y del peor tipo, y esos mismos judíos, cuando se convirtieron al sionismo, encontraron perfectamente legitimo usar las armas contra los otros pueblos, porque la ideología de transformación social y política pasa por las armas, según ellos.»

Esto, dice, es una innovación enorme para los judíos y para la cultura judía, y contradice 18 siglos de tradición pacifista. Muchos pueblos lucharon por su independencia con las armas, pero esto es un punto profundo de discontinuidad con la tradición judía.

Hablando sobre la secularización del Estado israelí, el profesor Rabkin dice que es algo complejo y distinto a Canadá, donde uno puede ser canadiense católico, musulmán o judío sin cambiar en nada la pertenencia nacional.

«Israel está basado en el concepto secular de lo que es judío, lo que no quiere decir que el sionismo no sea profundamente antijudío en el sentido religioso, y que tenga mucho mas que ver con los estereotipos antisemitas que con el judaísmo.»

Cita a otros autores judíos que revelan las actitudes de la sociedad israelí hacia los jasidim: «los odian exactamente en los mismos términos que odiaban a los judíos en Europa, con los mismos estereotipos y caricaturas. Una caricatura que me afectó mucho mostraba a niños de un kinder religioso que están paseando y el comentario en hebreo decía: Hay que liquidarlos mientras que son jóvenes».

Tienen miedo cuando los religiosos abren un kinder o se instalan en un barrio, porque ese kinder mañana será escuela y pasado mañana toda la ciudad será religiosa… tienen fantasmas antisemitas, apunta.

La razón de ser del grupo dominante de la sociedad israelí es negar a este judío tradicional, no solo porque los detestan cuando imponen el judaísmo en el shabat, y todo lo demás, sino porque su identidad, la del israelí laico, es la negación del otro. Una fue creada como oposición a la otra, y esa gente religiosa rehúsa desaparecer y se reproducen muy bien, dice Rabkin.

«En Israel hay un odio profundo hacia estos religiosos, pero al mismo tiempo está la necesidad política de integrarlos, no tanto en el gobierno sino como votantes, y entonces son objeto de todo tipo de seducciones. Ariel Sharon, por ejemplo, les construyó colonias y casas casi gratis en los territorios y ellos se fueron sin darse casi cuenta donde está la «línea verde» porque vivían en condiciones de hacinamiento. Ese fue un golpe de genio de Sharon, porque toda esa gente no va a votar por liberar los territorios, ni ninguno de su familia tampoco.

Se integraron poco a poco en el grupo dominante en Israel, que aun siendo un Estado secular por razones políticas da a los religiosos mucho poder de imponer ciertas cosas: no hay divorcio ni matrimonio civil, pero eso es así desde el inicio, con Ben Gurion que era profundamente antijudaico, añade.

«En Israel hay un odio contra el judaísmo, entre judíos, que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo. Eso es muy diferente a lo que pasa aquí o en Rusia, país que conozco bien, donde regresó un poco la religión y el nacionalismo, pero sin cambios drásticos..»

Hoy en Israel hay muchos jóvenes religiosos que se convirtieron en nacionalistas. Una parte de los religiosos fueron seducidos por ese nacionalismo, y aunque no se identifiquen con el Estado se han vuelto xenófobos.

Cuando se le pregunta por que los judíos que llegaron de los países árabes, como los marroquíes, parecen ubicarse en la franja más agresiva del sionismo, Rabkin dice que nunca existió en los países Árabes nada tan grave contra los judíos, y que comparado a Europa los judíos y árabes vivían en armonía.

«No hay comparación posible, porque el Islam no trata peor a los judíos. Pero llegando a Israel esos marroquíes que hablaban árabe, comían árabe y cantaban árabe, no solamente estaban en una situación inferior a los judíos europeos que habían creado el Estado, sino tenían todas las características del enemigo. Tuvieron que quitarse su identidad y convertirse en mas católicos que el Papa.»

Cuenta que una amiga marroquí que a veces lo visita, cuando se habla de Israel sale con frases como «Ah! yo conozco a los Árabes y son terribles!», y cuando le pregunto como vivía en Marruecos me dice «Ah! Que precioso era eso!»

«Eso quiere decir que han tomado dos identidades, y una de ellas niega su propia identidad. Es un traumatismo profundo en los judíos iraquíes, egipcios o marroquíes que llegaron a Israel y tuvieron que esconder su cultura. Muchos tienen vergüenza de su propia identidad y eso crea el traumatismo colectivo que explica que se conviertan en ultranacionalistas o ultrasionistas, pero en realidad los sefardíes llevan con ellos una tradición de mucha tolerancia.

Es absurdo. En el contexto político judíos y árabes se han vuelto enemigos y este es un aspecto trágico de la situación. En Israel tratan de mantener un Estado puro, que no lo es, pero lo único que une a todos esos pueblos diferentes en Israel es la amenaza u hostilidad árabe. En el momento en que se desvanezca esa hostilidad veremos que la sociedad israelí no tiene cemento para mantener la unidad interna, apunta.

Víctima o victimario.

Dov Marmur, rabino emérito de la sinagoga Holy Blossom Temple de Toronto y ex director ejecutivo de la Unión Mundial para un Judaísmo Progresista, escribió recientemente que los palestinos, especialmente en el Cisjordania y Gaza, se ven mas o menos como alguna vez los judíos se vieron cuando estaban en el gueto: «Hoy día la relación entre israelíes y palestinos es asimétrica: los judíos ya no están en el gueto, pero los palestinos si, aun cuando esos lugares de residencia son llamados campos de refugiados.»

Los israelíes, agrega, siguen aferrados al viejo paradigma que identifica a los judíos como víctimas y a los demás como perpetradores o curiosos.

El rabino ortodoxo Moshe Halbertal, un distinguido profesor de filosofía en Israel, dijo que los israelíes usan, para referirse a sí mismos y desde una posición de poder, el lenguaje del oprimido, y que por ello «a menos que los judíos cambien el paradigma, no solo perderán el alma de Israel sino también el espíritu del judaísmo.»

Rabkin apunta que es obvio que Israel se convirtió en una de las grandes potencias militares del mundo pero sigue asumiendo el papel de víctima, y cita a Joseph Agassi, de las universidades de Tel Aviv y de York (Toronto), quien en el prefacio del libro de Rabkin dice que «los gobiernos israelíes se comportan pues como los dirigentes de una comunidad que aun está en un gueto y barren con su mano los intereses de los no judíos en Israel, para que Israel siga estando perpetuamente en estado de guerra, pero un gueto con una gran potencia militar es peligroso.»

El peligro mayor proviene de aquellos que se sienten pobres y débiles y están muy armados. No quiero hacer paralelos en la historia, pero hay muchos si uno quisiera…, concluye Yakov Rabkin.

 «La amenaza interior. Historia de la oposición judía al sionismo». Yakov M. Rabkin. Editorial Hiru. http://www.hiru-ed.com/

Yakov M. Rabkin es profesor de Historia en la Universidad de Montreal, Canadá. Sus campos de investigación son la Historia judía contemporánea y la Historia de las ciencias.

La asociación de los judíos con el Estado de Israel es fácil, casi automática. «Estado judío» y «Estado hebreo» se han convertido en términos de uso corriente. Sin embargo, entre los partidarios incondicionales de Israel hay menos judíos que cristianos. Esta obra explica esta aparente paradoja y evidencia la oposición al sionismo articulado en nombre de la tradición judía. Esta oposición mina la legitimidad propiamente judía del Estado de Israel y representa, según el experto israelí Joseph Hodara (profesor de Sociología, Universidad de Bar-llan, Israel), «una amenaza más importante que la hostilidad árabe y palestina». Las raíces de la oposición judía a la existencia misma al Estado de Israel es un fenómeno a menudo ocultado, incluso censurado, y provoca tanto indignación como curiosidad.