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Entrevista a Beatriz Busaniche, miembro de la Fundación Vía Libre

«El software se debe democratizar para que no haya nadie con el poder suficiente de controlar a toda la sociedad mediante los sistemas informáticos.»

Fuentes: Prensa Feduba

FEDUBA dialogó con Beatriz Busaniche, Lic. en Ciencias de la Comunicación, miembro de la Fundación Vía Libre, dicta el Seminario optativo «Copyright / Copyleft. Debates sobre la cultura libre y el acceso al conocimiento en la era digital». ¿Cuáles son las principales características del «software libre»? ¿En qué medida contribuye a la libertad de expresión? […]

FEDUBA dialogó con Beatriz Busaniche, Lic. en Ciencias de la Comunicación, miembro de la Fundación Vía Libre, dicta el Seminario optativo «Copyright / Copyleft. Debates sobre la cultura libre y el acceso al conocimiento en la era digital».

¿Cuáles son las principales características del «software libre»? ¿En qué medida contribuye a la libertad de expresión?
Software Libre son programas de cómputo que se caracterizan por cuatro aspectos que hacen a su condición de libres: se pueden usar con cualquier propósito, se puede estudiar cómo están escritos y adaptarlos a nuestras propias necesidades, se pueden hacer y distribuir copias idénticas y se pueden hacer modificaciones y redistribuir las versiones mejoradas. Estas características no son aspectos técnicos, sino jurídicos y se estipulan según sus términos de licenciamiento. Los programas de software están cubiertos por las leyes de copyright, por lo que sin estas licencias que los hacen libres, los programas tienen la prohibición de copia establecida, así como otras prohibiciones que establecen los titulares de derechos en sus licencias.
El software es hoy mucho más que una simple herramienta que todos usamos. El software está atravesando, prácticamente, todas las actividades de la vida cotidiana; desde las simples computadoras de escritorio hasta los cajeros automáticos de un banco, desde los teléfonos celulares hasta las implementaciones de Televisión Digital, desde las bases de datos que administran las agencias gubernamentales, hasta los complejos sistemas informáticos que gestionan elementos esenciales como semáforos, plantas eléctricas, e incluso automóviles.
El software está en todas partes, y está tan naturalizado, que jamás nos preguntamos quién controla el software. Sin embargo, los programas controlan nuestras comunicaciones y son esenciales para nuestra memoria social: nuestros datos, nuestra producción cultural, nuestros perfiles, todo está mediado por software. Quien controla el software controla demasiados aspectos esenciales de la vida en comunidad.
Entendiendo esto, es clara la relación que tiene el control del software con la libertad en general y la libertad de expresión en particular. Este tipo de control es demasiado importante como para dejarlo en manos de unos pocos, unas pocas compañías privadas, además. El software se debe democratizar de modo tal que no haya nadie con el poder suficiente como para controlar a toda la sociedad mediante los sistemas informáticos.

¿Cómo puede colaborar la filosofía del «software libre» a la discusión sobre la monopolización informativa, la concentración de los medios de comunicación, etc.?
La regulación del software lo ubica bajo el sistema de copyright: el copyright es un monopolio sobre bienes informacionales, sobre expresiones de ideas. Muchas veces se oculta la verdadera naturaleza de los derechos de autor, pero estos no son otra cosa que monopolios artificiales otorgados por los Estados por ley. Todo monopolio es dañino a la hora de hablar de circulación de información. Este es el primer aspecto, pero no el único. También hay que entender que todo este entramado de nuevas redes informatizadas que simulan ser espacios públicos participativos no son otra cosa que redes que pertenecen a una empresa que se debe a sus accionistas, que no son espacio público real, sino mediado por los intereses de una empresa (estoy hablando por ejemplo de Facebook). Las tecnologías median demasiadas cosas hoy día, entonces democratizar su comprensión, apropiarse de sus códigos y tener la capacidad de tomar decisiones de modo autónomo es esencial. En este sentido, el Software Libre tiene mucho para aportar a la democratización de las nuevas tecnologías, que no son otra cosa que nuevos medios de comunicación.

¿Qué puede aportar el Estado, en su conjunto, y la Universidad, en particular, al desarrollo del «software libre»?
Muchas cosas, el Estado debe usar software libre como política pública, por muchas razones, pero la primera y principal es porque el Estado debe custodiar los datos de los ciudadanos por encima de cualquier otra cosa. El Estado no puede ceder el control de su infraestructura crítica a terceros, y mucho menos a corporaciones extranjeras (tampoco debería hacerlo a corporaciones nacionales). Si observamos que los sistemas críticos de una administración pública están gestionados con programas cuyo funcionamiento real desconocemos, entenderemos que es imprescindible velar por la seguridad, confidencialidad y autonomía de la infraestructura estatal. Ni más ni menos que establecer principios de soberanía tecnológica, para lo cual sólo el Software libre brinda las herramientas indispensables. Jamás se podría gestionar un estado soberano con software controlado desde afuera por empresas que no responden ni al interés ciudadano ni al interés estatal, sino al interés de sus propios accionistas.
En este sentido, la responsabilidad de la Universidad pública es formar a la ciudadanía. Es importante que de la Universidad pública salgan profesionales capaces de apoyar al Estado en su plan de migración, capaces de sostener una decisión política de migrar a software libre. Por otro lado, también la Universidad se debe dar una discusión fuerte y sólida sobre lo que produce en cada casa de estudios, cómo se regulan las producciones científicas y académicas sostenidas con fondos públicos, la discusión sobre el acceso abierto, las licencias libres, y la apropiación privada de la investigación de la Universidad pública no son ajenas a toda esta problemática. Las políticas de patentamiento, de copyright y cesión de derechos editoriales, y las políticas de transferencia de tecnología son temas de urgente y necesario debate si queremos evitar que se siga privatizando la producción de nuestras universidades.

¿Cómo definiría al copyleft? ¿Cómo puede favorecer a la democratización de la cultura?
El copyleft tiene una definición sencilla: es una cláusula legal incluida en algunas licencias libres que indica que toda obra derivada que se haga de una obra copyleft debe llevar la misma licencia. Es casi como un reaseguro que permite que cada obra libre copyleft siga siendo libre más allá de los usos que se hagan en su circulación. Una traducción de un documento libre debe seguir siendo libre, una reedición de un disco libre debe seguir siendo libre y así. Es como un efecto viral.
Pero más allá de esta definición legal, se usa mucho la idea de que el Copyleft es también un movimiento social que lucha por otra forma de distribuir, producir y compartir cultura. Muchas personas se autoidentifican con el movimiento copyleft y no por la licencia sino por el espíritu y las ideas que surgen de este movimiento: la cultura crece compartiéndola, todo mecanismo de restricción a la circulación terminará irremediablemente en un sistema injusto cuando menos y dictatorial en el peor de los casos, todo control de internet atenta contra la democratización de las ideas y lo primero que se intenta hacer cuando se pelea contra las violaciones de copyright es justamente eso, controlar internet.
Muchas personas que se identifican con este tipo de ideario se autodenominan copyleft, un movimiento social por la democratización de la cultura, por la libre distribución, por el intercambio de pares, por nuevos modos de crear y compartir, entre otras cosas.

Publicada por Prensa Feduba en el Boletín de noticias Nro. 93