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El suicidio de la salud mental o la enfermedad crónica de la indiferencia

Fuentes: Rebelión

«En la tierra hace falta personas que trabajen más y critiquen menos, que construyan más y destruyan menos, que prometan menos y resuelvan más, que esperen recibir menos y dar más, que digan mejor ahora que mañana.» Ernesto Guevara El pasado 10 de octubre se conmemoró el día mundial de la salud mental. En nuestro […]

«En la tierra hace falta personas que trabajen más y critiquen menos, que construyan más y destruyan menos, que prometan menos y resuelvan más, que esperen recibir menos y dar más, que digan mejor ahora que mañana.»

Ernesto Guevara

El pasado 10 de octubre se conmemoró el día mundial de la salud mental. En nuestro país, eso es sinónimo de muchas irregularidades así de un abandono en el campo de la salud. Los datos son alarmantes [1]:

· El 25% de la población nacional se encuentra en riesgo de padecer algún trastorno mental.

· Índice de mortalidad por trastorno mental es de 4,370 personas.

· Incremento en un 90% del uso de sustancias psicoactivas.

· Incremento en la población mexicana de trastornos de ansiedad, seguido muy de cerca de episodios depresivos.

· 30% de establecimientos con equipo adecuado de diagnóstico-intervención en el país.

· Más del 30% de los adultos de la tercera edad padecen algún tipo de demencia.

Si estos datos los interpretamos en la sociedad mexicana actual, estamos hablando de un problema futuro de incapacidad, como por ejemplo en la depresión, lo que imposibilitaría una funcionalidad de la persona en los aspectos sociales, laborales o en cualquier otro importante para él. Si le sumamos las condiciones de precariedad en las que muchas comunidades se encuentran, en programas de salud que no alcanzan a cubrir la demanda de la sociedad, el clasismo y el entorno neoliberal que se funciona como detonador de mucha de la sintomatología, la cosa está seria. La vulnerabilidad para que se puedan presentar una sintomatología o se cumplan criterios completos sobre un trastorno en las personas es claro: condiciones de pobreza, el desempleo, la violencia, población rural, personas en situación de calle, uso de sustancias psicoactivas, etc. Cada uno de las cuales, de aprobarse las reformas de la ignominia mandadas por Enrique Peña Nieto, se agravarían y las situaciones podrías agravarse. Los gobiernos neoliberales no desconocen las campañas de prevención; al contrario, mientras no existan campañas para mejorar la salud de las personas, seguirá siendo un negocio que las farmacéuticas, algunos psicoterapeutas y empresas de la salud del sector privado, seguirán enriqueciéndose a costa del deterioro de la esfera biopsicosocial. Los de traje y corbata mantienen un fetichismo por objetos que, en su función de placebo, terminan por ser engañados en su propia cosmovisión medieval, de tal sentido, que les resulta muy difícil comprender una vida de bienestar. Para ellos, el cambio, es algo inaudito, detestable, porque implica una modificación de sus supuestos personales con los que han crecido, sus juicios valorativos implican, aún más, la indiferencia y el clasismo constante. Mientras la salud mental no recibe el impulso para formar parte de la transformación de la sociedad, tendremos espantosos casos de «trastorno por diputaciones o senadurías recidivantes». Y conste, que nosotros aceptamos nuestros desequilibrios mentales y trabajamos en ello. No necesitamos de teleprompter, ni de spots para ocultarlos.

Más aún, las reformas hacendarias, educativas y energéticas podrían incrementar hasta en un 50% la probabilidad de más cuadros depresivos o de ansiedad. Esto, aunado con la violencia que se vive en el país, nos da como resultado enfermedades cada vez más agudas. Parece que la agenda sobre cuestiones relacionadas a la salud mental en México es inexistente; por un lado el gasto estratosférico que realiza el Estado en obras por demás abstractas, carentes de valor como la «suavicrema» mejor conocida como la Estela de Luz cuyo costo final fue de 1,304 millones 917.7 mil pesos. [2] Ni que decir de Romero Deschamps líder sindicalista de Petróleos Mexicanos, quien administró de 2007 a 2010 unos 685 mil pesos diarios. [3] Y la pregunta se vuelve indispensables ¿Qué está realizando el Estado para garantizar una atención primaria indispensable en la sociedad? ¿Por qué no hay un presupuesto destinado a programas de prevención? ¿Por qué existen programas tan pasivos en la preparación de salud comunitaria?

En esas condiciones creemos que se tiene que realizar un proceso adecuado de intervención sanitaria, donde, a partir de células comunitarias podamos reforzar a nuestras sociedades de la incompetencia de gobiernos municipales, estatales y federales. De esta creación de acciones comunitarias es donde se desprende la formación de agentes transformadores que promuevan la autogestión, el desarrollo autónomo, la participación activa de una comunidad que se encamine hacia un progreso de bienestar completo. La solidaridad en la praxis, como la empatía en su estado más puro, ya que en ella, la toma de conciencia de clase se hace presente. No es la pose de los actos altruistas que, constantemente muestran una moralidad hipócrita o de la conveniencia de actos, la solidaridad implica conocer y reconocer las deficiencias o los problemas del otro, el respeto del otro y un trabajo en equipo, mano a mano hasta transformar las condiciones de explotación impuestas por los sistemas actuales. Al crear campos de solidaridad, los que permanecen excluidos, los sin voz, se vuelven una pieza fundamental, porque en ellos, los problemas de la salud, en especial de la salud mental, son más trascendentales. Crear programas de salud comunitaria, sería el mejor avance y del cual, los excluidos por el sistema neoliberal formarían parte importante de este trabajo. Participación y compromiso van de la mano. [4]

El profesional de la salud es tanto políticamente activo, cuanto las condiciones por las cuales trabaja significa un mejoramiento de la calidad de vida de las personas. Desafortunadamente existen varios terapeutas que han vendido cara su profesión y se encuentran en ese sistema represor, polarizante, vago. El profesional de la salud que no exprese su política abiertamente está creando contradicción en su preparación humana y peor aún, si forma parte de los Estados clasistas. Porque la salud mental es el bienestar de nuestras comunidades y en ella, nosotros, al lado de los oprimidos, aprendemos, desaprendemos, creamos, vivimos, soñamos. Ojalá y el siguiente año celebremos en otro 10 de octubre que los profesionales de la salud estemos creando comunidades autónomas, que nuestros esfuerzos se refuercen y claro, crear la unidad de la salud internacional. Por último, necesita mención algunos aspectos que tomó en sus inicios la psicología comunitaria que presentaba lucha ante la ignominia e indiferencia de los gobiernos y, ahora, siguen tan presentes como cuando el Estado intentaba enfermar y asesina a la salud: [5]

1. Rechazo a las prácticas psicológicas manipuladoras (en relaciones de trabajo, de orientación, terapéutica).

2. Ir a las causas de los problemas, no sólo a los síntomas.

3. Generar prácticas innovadoras que respondan a las necesidades y problemas de las personas.

4. Trabajar con las situaciones de la vida cotidiana y transformarlas.

5. Denuncia y subversión de relaciones opresivas de poder.

6. Transformación social.

Notas:

[1] http://www.mexicosocial.org/index.php/mexico-social-en-excelsior/item/309-salud-mental-una-agenda-invisible.html

http://mexico.cnn.com/salud/2013/10/10/las-enfermedades-mentales-mas-comunes-en-mexico

[2]  http://eleconomista.com.mx/sociedad/2013/03/27/costo-estela-luz-se-elevo-192

[3]  http://www.proceso.com.mx/?p=355038

[4] Restrepo, H. (2002) Promoción de la salud. Bogotá, Colombia.: Panamericana.

[5]  Montero, M. (2003). Teoría y práctica de la psicología comunitaria. La tensión entre comunidad y sociedad. Buenos Aires, Argentina.: Paidós.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.