Desde muy chica había trabajado, mi madre me enseñó a «ganarme la vida«, como dice ella siempre. Vendiendo dulces en la escuela o estar de empacadora («de cerillo» como comúnmente se dice) en un Walmart. Luego comencé a trabajar en cafeterías, me empezó a gustar ganar dinero y dejé la escuela; después me di cuenta […]
Desde muy chica había trabajado, mi madre me enseñó a «ganarme la vida«, como dice ella siempre. Vendiendo dulces en la escuela o estar de empacadora («de cerillo» como comúnmente se dice) en un Walmart. Luego comencé a trabajar en cafeterías, me empezó a gustar ganar dinero y dejé la escuela; después me di cuenta que la había regado, no quería trabajar toda mi vida ganando una miseria y chingándome tanto para el patrón.
Regresé a la escuela, pero esta vez yo tendría que pagar mis estudios, busqué chamba, pero no me daba tiempo de trabajar e ir a la escuela, así fue como decidí vender gelatinas por mi propia cuenta, cargando botes llenos de gelatinas, caminando. Me daba tiempo de ir a la escuela y lo que ganaba me alcanzaba bien para los gastos. Mis clientes son de todo tipo, desde la gente que me ve vendiendo y se me acerca, los del mercado, albañiles, empleados de locales, hasta los mismos dueños.
Siempre me ha ido muy bien. Terminar temprano, ganar más que en un trabajo de «medio tiempo» y no tener que pedir permiso de faltar son algunas de las ventajas que tenemos quienes trabajamos por nuestra cuenta, «soy mi propio jefe» afirmamos, algunas veces, con sobrado orgullo. Pero, no todo es ventaja, cargar diariamente una cubeta llena de gelatinas durante dos años seguidos ha tenido consecuencias físicas. Me empezó a doler la espalda y el dolor fue agudizándose poco a poco. Aunque al principio no quise hacer caso, un día ya no aguanté el dolor y tuve que ir al médico. Para ese entonces, ya había terminado el bachillerato así que no tenía seguro social y, como muchos trabajadores informales más, tuve que pagar para recibir atención médica. Todo esto me hizo pensar en mis condiciones de trabajo y de vida, lo cual provocó que me surgieran muchas preguntas.
¿Qué pasa con la gente que se dedica a esto del ambulantaje? ¿Cómo se atiende alguna enfermedad? ¿Cómo es que van trabajar toda su vida en esas condiciones tan precarias? ¿Qué van a hacer cuando ya no puedan chambear? Muchos de los comerciantes que he ido conociendo en estos dos años de recorrer las calles con la cubeta a cuestas, me dicen que es mejor salir y ganarse la vida así porque no hay buenos trabajos y los que hay no tienen buenos salarios, que en los trabajos formales siempre se trabaja por más de ocho horas sin pago de horas extras, que sale mucho mejor vender en la calle porque no hay horarios, etcétera y argumentos por el estilo que yo también he asumido con el paso del tiempo.
Sobre la cuestión de la atención médica me dicen que, por ejemplo, para ellos es mejor atenderse de una gripa, dolencias corporales y de los dientes, etcétera con médicos particulares pues, dicen, que en el Seguro Social (IMSS o ISSSTE) de por sí tienen muy mala atención, pierdes mucho tiempo y casi siempre las medicinas están agotadas; otros me decían que se atienden en el Seguro Popular.
Sin embargo, lo de la atención médica, muchos no lo ven, y mucho menos lo experimentan del mismo modo. Hubo, por ejemplo, una familia que se vio en una situación mucho menos agradable, ellos se mantienen también del comercio ambulante y les iba muy bien pero al señor, al padre de la familia, le ocurrió una lesión en el ojo y tuvieron que pagar estudio tras estudio, para saber qué era. Tuvieron que hacer demasiados y muy caros gastos con sus ingresos normales, y con el señor sin poder trabajar, apenas y salía para pagar los estudios y la manutención diaria de la familia.
Todo esto me ha llevado a la reflexión y a enterarme que cada uno de nosotros, en primera, tenemos derecho a la seguridad social y ésta debería de ser garantizada por el Estado, como lo marca el artículo 4ºde la Constitución. La seguridad social no sólo abarca que no estemos enfermos, si no que vivamos una vida digna, con un trabajo digno, que podamos disfrutar del descanso, que no estemos sólo trabajando para sobrevivir, que tengamos acceso a la educación, a una buena alimentación, al retiro y la jubilación, etcétera. Independientemente si estamos en un trabajo «formal» o no, la seguridad social (con todo lo que esta implica) es nuestro derecho.
Además de no gozar de seguridad social, últimamente se acentuado la persecución, el hostigamiento y la criminalización en contra de quienes somos vendedores ambulantes, sobre todo en contra de quienes ejercen esta actividad en el Metro. Siempre nos andan recogiendo y llevando a los Juzgados Cívicos o tenemos que pagar mordidas para que no nos lleve la camioneta de la policía. Además de que el gobierno no crea empleos, encima se ensaña y criminaliza a quienes, con sus propios medios o subcontratándose, tratan de ganarse la vida, «si no crean empleos, mínimo que no nos chinguen» dijo alguna vez un compañero.
En mi caso, a mis 21 años padezco ya dolores de la espalda, mi columna se enchuecó por el peso de cargar la cubeta llena de gelatinas y porque tengo una pierna más corta que la otra. No tengo seguro donde atenderme, en el Seguro Popular me cobran, en el Hospital General también, y aunque el gasto es «mínimo» es angustiante pensar si con la venta de gelatinas va a salir para los gastos y para mi tratamiento, mis papás también son ambulantes y vivimos día a día para sobrevivir. Ese es «el precio que hay que pagar para ser libres«, me decían algunos compañeros la otra vez, «libres» de algún patrón, «libres» del tiempo y del chequeo de tarjeta, pero ni tan libres… porque si no trabajo no como, no me compro ropa, ni las cosas que necesito en la escuela, así que no soy libre de dejar de trabajar.
Como ya dije antes, darme cuenta de mi situación me ha hecho reflexionar mucho. Me he dado cuenta de la precariedad en que vivimos y que en este sistema capitalista se busca que la gente apenas sobreviva con un nivel de vida bajísimo y sin seguridad social. Mientras nosotros nos preocupamos por lo que habrá mañana en la mesa, hay otros pocos que se preocupan por aumentar más su riqueza. Por ello, necesitamos construir una sociedad donde todos podamos tener acceso a la salud y a la educación sin tener que sacrificar una por otra. Sólo haciéndonos conscientes y haciendo conscientes a otros de todas estas injusticias, organizándonos y luchando juntos lo lograremos.
Este artículo fue publicado como parte de la sección TRABAJO del No. 6 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 7 de marzo de 2015.