No siempre las cosas son como aparentan ser. Eso puede pasar en la relación entre Jair Messias Bolsonaro y Mauricio Macri. Se puede pensar que, por su coincidencia en varias políticas conservadoras, el triunfo de Bolsonaro favorece a Mauricio Macri, pero difícilmente la realidad sea así y que el argentino pierda los beneficios de ser […]
No siempre las cosas son como aparentan ser. Eso puede pasar en la relación entre Jair Messias Bolsonaro y Mauricio Macri. Se puede pensar que, por su coincidencia en varias políticas conservadoras, el triunfo de Bolsonaro favorece a Mauricio Macri, pero difícilmente la realidad sea así y que el argentino pierda los beneficios de ser considerado el principal defensor de las políticas conservadoras en la región.
Si bien es demasiado prematuro, hay indicios para pensar que, después de las recientes elecciones en Brasil, el futuro del actual ocupante de la Casa Rosada se haya oscurecido aún más. No han sido pocos, ni menores, los privilegios que gozó Macri por ser considerado el «niño mimado» del sistema de poder mundial que lo necesitaba -como referente regional- ante la crisis y decadencia brasileña.
Eso le permitió una serie de ventajas para su política, entre las cuales se destacan ser la sede de la próxima reunión del G-20 y su presidente, lo que le permitió codearse con la «crema» de la política y economía mundial.
Encabezó las negociaciones para un acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, las cuales tendrían que cerrarse antes de fines de noviembre, fecha de la reunión del G-20, aunque ello ahora puede ser cuestionado por la proximidad de la asunción de un nuevo gobierno en Brasil.
En el mismo carácter participó en las reuniones del BRICS. La inestabilidad brasileña creó las condiciones para que Donald Trump apelara a Macri como garantía de los intereses estadounidenses en su «patio trasero»; aval que le permitió a la economía argentina concretar el actual e inédito préstamo del FMI por más de 56 mil millones de dólares (motivo de futuros conflictos y de complejo recupero), que prorrogó la agonía y postergó el default de la economía argentina.
Todo lo anterior fue producto de un Macri beneficiado por la continuidad de la crisis brasileña y las perspectivas que Argentina le sirviera de apoyo a las políticas de los «países centrales» en esta región. Ahora con un Brasil -donde en enero asumirá un nuevo gobierno- que sostiene que «no se puede seguir flirteando con el comunismo, socialismo, populismo y extremismo de izquierda» , la cuestión cambia y los países occidentales encuentran, en esa poderosa nación, el mejor aliado para sus estrategias en la región y sobre todo respecto de Cuba y Venezuela.
Bolsonaro se siente mucho más cerca de las políticas de Donald Trump que con las de sus rivales demócratas y la de los principales países de Europa (sobre todo Alemania y Francia), identificados con las ideas globalizadoras que sostuviera su derrotada contrincante Hillary Clinton, a la que Macri apoyara públicamente.
Todo lo anterior debe ser relativizado según lo que ocurra el próximo martes, cuando en EEUU se realicen las elecciones de medio período. Una derrota de los republicanos (Trump) podría poner en crisis su gobierno y todo lo dicho perdería fuerza. Por el contrario, un triunfo de Trump convalidaría estas reflexiones y la posibilidad que la actual política norteamericana tenga varios años de vida.
Brasil-China y las relaciones entre Argentina y Brasil
El tema geopolítico resulta ser el tema más complejo. Son conocidos los malabares a los que tiene que apelar el gobierno argentino para mantener en pie su alianza estratégica con la política estadounidense,sin perder de vista la importancia de las inversiones chinas.
Esta situación es aún más severa en Brasil, porque su relación con el gobierno de Trump tiene mayores afinidades que las que tiene Argentina y porque China es su principal socio comercial, situación reflejada por la prensa china que le está haciendo advertencias al futuro presidente de Brasil.
Otro tema significativo es la «no prioridad» del Mercosur para el futuro gobierno brasileño. Pero además hay que agregar que Chile (junto a EEUU) fueron señalados como los primeros países a visitar, en su significativa primera incursión en el espacio internacional. Dentro de ese marco habrá que entender las dificultades que habrá en los necesarios debates sobre cuestiones arancelarias que tanto importan a Brasil y Argentina, sobre todo en la industria metalmecánica y particularmente en la fabricación de vehículos.
¿Repetirá lo de Fujimori?
Con la elección de Bolsonaro, en el principal país de la región y la sexta economía del mundo, se desplegarán políticas conservadoras. Es muy probable que éstas no estén en línea con los gobiernos conservadores de raíz neoliberal, pero atados al tradicional sistema institucional, que hoy gobiernan Colombia, Paraguay, Chile y Argentina.
El futuro brasileño parece estar más cerca de los EEUU de Trump y de los actuales gobiernos nacionalistas conservadores de Hungría -poco apegado a las tradicionales formas institucionales- y Filipinas, muy amigo de resolver con violencia los conflictos internos.
El poder institucional del nuevo Presidente estará muy condicionado. Su fuerza, el Partido Social Liberal (PSL) que tenía un diputado, ahora es segunda minoría, detrás del PT con 52 legisladores, sobre un total de 513, repartidos entre 30 partidos. En el Senado tendrá cuatro curules, sobre un total de 81 legisladores, de 21 partidos distintos.
En las elecciones presidenciales ganó en 15 de los 26 estados, cuando en la primera vuelta lo había hecho en 21. Si hablamos de los gobernadores, el PSL sólo colocó a tres, pero hay varios que subieron a esta oleada en las últimas semanas.
De la mano de estas debilidades, del pensamiento expuesto por Bolsonaro y del significativo apoyo militar, no faltan quienes adviertan la posibilidad que éste intente algo semejante a lo hecho en Perú por Alberto Fujimori en 1992. Allí se puso en marcha un régimen de excepción con restricción de derechos fundamentales y fuertes limitaciones para el funcionamiento de algunas instituciones.
Estas tendencias acercan los riesgos que se restablezcan antiguas tensiones entre los países de la región, tema poco visible en los últimos 25 años.
La próxima semana internacional: ¡que semana!
Cuando todavía está en ebullición la conmoción producía por el triunfo de Bolsonaro en Brasil, estamos entrando en una semana que presenta varias aristas inquietantes. Este fue el último día que EEUU permitió comprar petróleo a Irán. Rusia y China dicen que lo seguirán haciendo.
EEUU advierte que -a partir del lunes 5- los barcos que transporten petróleo iraní serán bloqueados por la Marina de EEUU. Irán informa que si hay represalias por vender petróleo, impedirán el paso de buques petroleros por el Estrecho de Ormuz, por dónde transita el 30% del petróleo mundial.
Estados Unidos, en medio de este juego, intenta recuperar el rol de única superpotencia. Nada de ésto es casual o ajeno al hecho que allí votan el martes 6. Esta anunciada escalada puede ser que se desarme después de las elecciones, pero si su ascenso sigue, es imposible saber el final de la misma .
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,www.estrategia.la)
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