El panorama político-social de la región latinoamericana en la actualidad presenta una serie de desafíos que, desde la política internacional, necesitan ser comprendidos más integralmente. Uno de los acontecimientos más relevantes de los últimos días, fue el categórico triunfo electoral de Evo Morales -que lideró una amplia coalición de movimientos sociales articulados por el MAS […]
El panorama político-social de la región latinoamericana en la actualidad presenta una serie de desafíos que, desde la política internacional, necesitan ser comprendidos más integralmente.
Uno de los acontecimientos más relevantes de los últimos días, fue el categórico triunfo electoral de Evo Morales -que lideró una amplia coalición de movimientos sociales articulados por el MAS como fuerza política institucional- luego de un largo proceso de crisis institucional que comenzó en octubre de 2003 con la salida forzada del entonces Presidente Gonzalo Sánchez de Losada tras intensas manifestaciones populares y de una fuerte represión institucional que dejó más de 60 muertos en las calles bolivianas.[1]
En efecto, este ciclo político-institucional novedoso sólo puede entenderse a partir de la observación del pasado reciente, marcado por la existencia de fuertes reclamos de amplios sectores de la población indígena del país que siempre se han visto relegados de los asuntos públicos y de una auténtica inclusión en el sistema político representativo.
Este aspecto de la situación político-social constituyó un dato estructural que ha estado presente en la historia boliviana como un factor generador de crisis recurrentes.
Ciertamente, la crónica inestabilidad político-institucional que Bolivia sufrió históricamente, reconoce, tal vez, en la permanente exclusión política, económica, social y cultural de amplios sectores indígenas de la población una de las razones estructurales que, a la luz del actual proceso político, deben ser analizadas apropiadamente.
Por otra parte, la crítica situación económica del país, con amplios sectores de la población empobrecidos y excluidos de los servicios básicos que todo Estado moderno debe brindar, puede describirse y explicarse a la luz de las condiciones jurídicas y económicas que, desde los años ’80, impusieron reglas de juego en el manejo y explotación de los recursos naturales del país que terminaron por reforzar un modelo de apropiación y de virtual privatización de los recursos de la comunidad que, de tal forma, quedaron en manos de minúsculos sectores elitistas de la sociedad boliviana y de empresas extranjeras ligadas hoy a la explotación del recurso estrella del país: el gas.
Asimismo, si observamos el cuadro regional andino, veremos que la cuestión indígena está muy presente en Ecuador y Perú, países que registran fenómenos sociales que se caracterizan por la irrupción en la arena político-electoral de movimientos políticos multiétnicos, afincados fuertemente en los sectores indígenas y sus reivindicaciones. Por ende, la así denominada cuestión o problema del indigenismo debe ser analizada como un proceso político, social y cultural que está vivo y está generando efectos y resultados que, más que estigmatizarlos, hay que intentar comprenderlos.
Finalmente, es importante tratar de observar la compleja trama que la realidad política boliviana nos deja ver, para lo cual es crucial preguntarse sobre las condiciones históricas que, de alguna manera, explican la Bolivia de hoy. En verdad, en estas pocas líneas no puede agotarse un análisis que merece ser sometido al lento y minucioso proceso de la investigación histórica bien fundada, pero sí es bueno dar algunos disparadores para que pensemos esta situación política y social con la mayor amplitud posible tratando de no reproducir exclusiones de ningún tipo.
En tal sentido, la propuesta es muy simple: mirar el fenómeno sin prejuicios, para poner sobre la mesa todos los elementos posibles para alumbrar un análisis más completo. Ese es el desafío y en buena hora si podemos pensar entre todos.
Nota:
[1] Véase Chávez, Walter (2003): «Bolivia, una revolución social democrática», Le Monde Diplomatique (Cono Sur), edición de noviembre, Buenos Aires.