Los medios de difusión cariocas reflejaban en mayo del 2006 el estado de indignación existente en el Brasil a raíz de la llamada «nacionalización» de los hidrocarburos en Bolivia, que consistió en conminar a las empresas petroleras a firmar nuevos contratos o dejar la plaza boliviana. Los titulares de prensa de ese momento lo decían […]
Los medios de difusión cariocas reflejaban en mayo del 2006 el estado de indignación existente en el Brasil a raíz de la llamada «nacionalización» de los hidrocarburos en Bolivia, que consistió en conminar a las empresas petroleras a firmar nuevos contratos o dejar la plaza boliviana.
Los titulares de prensa de ese momento lo decían todo: «Molesta a Brasil estatización en Bolivia», «Se agrava disputa Brasil-Bolivia», «El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil no descartó el retiro del embajador de su país en Bolivia», «El 1,4 por ciento de brasileños desea declararle guerra a Bolivia».
En un momento crucial de conformación de la agenda de cambio boliviana, Brasil no le tendió la mano a Evo, dejó la cancha libre a Caracas y puso de manifiesto su falta de liderazgo regional y su impericia para construir una visión que sea capaz de situar a Sudamérica en el concierto mundial como una potencia regional. Eran momentos en los que Brasil sólo tenía ojos para su ombligo y hacía ostentación de una falta de políticas hacia su entorno sudamericano, que sólo mostraba, una vez más, la preferencia de los países del subcontinente de quejarse de sus vecinos antes que cooperar con ellos. ¡Qué Latinoamérica más falta de miras!
El pasado 22 de agosto de 2009, la historia cambia abruptamente, de modo tal que no parece que se tratara de los mismos actores que en el clímax de la crisis del gas no escatimaron comentarios rudos y torpes entre ellos. Ahora, de pronto, Lula ingresa con paso de parada a la historia boliviana, mostrando una actitud y una voluntad de liderazgo que sorprende. Nuevamente los titulares de los medios de difusión nos dan una idea de este momento: «Bolivia y Brasil consolidaron relaciones bilaterales», «Lula anuncia medidas de ayuda», «Lula da espaldarazo a Morales», «Brasil abre mercado a textiles bolivianos», «Cuatro mega acuerdos sellan la integración de Bolivia y Brasil», «Valora Lula ‘lucha de toda la vida’ de Bolivia por su liberación». Lula y Evo suscriben cuatro acuerdos muy significativos, sobre investigación para la exploración del Salar de Uyuni; el entendimiento en defensa civil y asistencia humanitaria; apoyo en la formación profesional y un financiamiento de 332 millones de dólares para la construcción de la carretera San Ignacio de Moxos-Villa Tunari. A dichos acuerdos se suma la decisión del presidente Lula de abrir el mercado brasilero a los textiles bolivianos, con la finalidad de reemplazar el perdido mercado norteamericano e introducir una suerte de «APTDEA sin condiciones», como bautizó el Presidente Morales a la disposición brasilera.
Ante este cambio vertiginoso de posturas, uno se pregunta intrigado, qué pasó, qué razones o argumentos justifican ese mensaje tan contundente por parte del coloso brasilero de abrirse a Bolivia, de tenderle vías que le faciliten el tránsito al desarrollo a nuestro empobrecido país, ¿a qué se debió ese cambio?
Da la impresión que Lula y su entorno gubernamental han comprendido muchas cosas en los últimos años, en particular, la necesidad regional de contar con un liderazgo que le abra a la región mejores oportunidades en el contexto internacional. Latinoamérica en general y en particular Sudamérica, tienen todos los «insumos» para convertirse en un importante actor en el tablado internacional, para coadyuvar en la construcción de un mundo más responsable, capaz de resolver sus problemas y hacer frente a sus desafíos con mejores posibilidades de éxito. Latinoamérica, como el gran crisol de la humanidad, el lugar donde convergen y conviven todas las culturas, etnias y razas, como no sucede de modo semejante en el mundo entero, tiene inmensas riquezas y extraordinarios recursos naturales, que representan la mayor proporción de especies y climas del orbe. Como si todo ello fuera poco, los descubrimientos y revalorizaciones de ingentes recursos siguen día a día, como son los casos del litio en el Salar de Uyuni o el agua dulce en el gigantesco acuífero Guaraní. Los fabulosos recursos hidrocarburíferos del Orinoco, recientemente descubiertos en Venezuela, y aquellos otros en la costa de los estados brasileros de Santa Catarina y Espíritu Santo, sitúan a Brasil y Venezuela como los países con las mayores reservas hidrocarburíferas del planeta, por delante de los países árabes con sus reservas ya legendarias. Dichas reservas constituyen sin duda un gran compromiso y responsabilidad internacional, pero también pueden entrañar grandes peligros.
El periodista uruguayo Raúl Zibechi, uno de los analistas latinoamericanos más destacados, ha dado a conocer recientemente su punto de vista en torno a las razones que explicarían el afán norteamericano por usar siete bases militares en Colombia. Según su punto de vista, el tiro no está dirigido a fortalecer al gobierno colombiano en su lucha contra las FARC, sino que «el mensaje principal es para Brasil y no para Venezuela», en coincidencia con la opinión del profesor Juan Gabriel Tokatlián, aunque con dos precisiones del mismo Zibechi: 1) Decir Brasil es decir Amazonía, es decir, recursos naturales, y 2) preocupa la creciente alianza entre China y Brasil, «cuyo comercio debe realizarse a través de la cordillera andina».
En este contexto, Zibechi señala algunas de las razones que sustentan su punto de vista, entre las que destaca la fuerte competencia por recursos naturales con la creciente participación de potencias extracontinentales, las alianzas de los principales países latinoamericanos con países asiáticos y potencias emergentes, el creciente uso en la región de otras monedas distintas al dólar para sus transacciones comerciales. También el ritmo de crecimiento de dichos vínculos y los montos alcanzados, son mencionados como otras posibles fuentes de preocupación norteamericana. El comercio entre China y América Latina pasó de 8000 a más de 100000 millones de dólares en los últimos 20 años. De igual modo, la presencia china en fondos de inversión (incluido el BID) ha crecido vertiginosamente en los últimos años. Como una consecuencia derivada de estos y otros aspectos, se estaría dando la llamada «Geopolítica del Cerco» en la jerga brasilera, según la cual militares estadounidenses estarían construyendo un cinturón militar que rodea a Brasil en base a pistas y destacamentos, lo cual disminuiría la capacidad brasileña de «proyectar poder en el ámbito regional». Hasta aquí los planteamientos de Zibechi.
Si tomamos como base este enfoque, podríamos concluir que Brasil habría comprendido que su bien entendido interés nacional pasa necesariamente por un proyecto sólido de integración regional, y que en Bolivia estaría dando sus primeros pasos, que luego podría extender a otros países. A ello se agregaría su interés por relegar a Caracas de su protagonismo regional que aún no arroja los frutos esperados.
En el caso concreto de Bolivia, el apoyo brasilero a la carretera bioceánica por territorio boliviano implica haber superado enfoques descartados por el propio Brasil en los años 90, debido a que los elevados costos de transporte por tramontar Los Andes por los puntos de paso que brinda Bolivia y los bajos volúmenes de carga esperada de ida y vuelta, hacían prácticamente inviable esa opción. El financiamiento por parte de Brasil de la carretera de penetración hacia la amazonía beniana, hasta San Ignacio de Moxos, es otra muestra de la voluntad de vincular fuertemente la amazonía al movimiento general de la economía boliviana y regional. Empieza a romperse ese cerco que ha impedido durante décadas todo tipo de aprovechamiento de los recursos de la Amazonía y ha convertido toda esa inmensa región, particularmente el área que corresponde a la amazonía boliviana, en una especie de tierra de reserva o de protección permanente, ya que se ha limitado consecuentemente el desarrollo de todos aquellos recursos complementarios necesarios para su aprovechamiento integral y sostenible. Una muestra de la forma cerrada en que se mantiene ese cerco radica en la imposibilidad actual de conectar el centro y el norte del departamento de La Paz, lo que significaría vincular las zonas andinas con las amazónicas. También las continuas dificultades para avanzar de modo efectivo en la exploración de petróleo en el norte paceño, nos muestra otras estacas del mismo cerco. El argumento ambiental es imprescindible tenerlo en cuenta y salvarlo adecuadamente, pero ello no debe llegar al extremo de dejarnos como meros espectadores de la riqueza y potencialidades amazónicas.
Más allá de ello, la relación Bolivia – Brasil es, sin duda, punto neurálgico de la agenda estratégica boliviana para el Siglo XXI. Basta pensar en el tamaño de nuestro vecino, en el hecho que nuestra mayor frontera de lejos es con el Brasil, en la diversidad de temas que nos vinculan, como ser la cuestión de los migrantes ilegales en ambos países, en las hidroeléctricas, el tema del narcotráfico, el Mutún, el Pantanal, el intercambio comercial y la navegación fluvial, como algunos de los puntos cruciales de dicha agenda. También la construcción de «confianza mutua» con Chile posiblemente podría ser más equilibrada, sin las altanerías silalescas que aún perduran y trasminan toda la relación, si logramos establecer un vínculo más claro y más estrecho con el Brasil.
Es de destacar que Zibechi centra su enfoque en los bienes comunes, que podríamos definir como el conjunto de recursos, servicios y espacios comunes que debe ser gestionado sosteniblemente en beneficio de la colectividad, como ser agua, servicios ambientales, paisajes, suelos, biodiversidad, etc. Sin duda, la disputa internacional crece en torno a las condiciones que presidirán su aprovechamiento en la medida que el deterioro ambiental y la injusticia social avanzan sin cesar.
A modo de conclusión, podemos apreciar que la intervención norteamericana en Colombia está empezando a desatar procesos de integración indispensables para todos los países de la región, a modificar comportamientos anquilosados y a rever nuestra región desde la perspectiva de un futuro común y compartido, como forma de defensa de nuestros recursos y de nuestra formas de encarar el futuro, lo cual en buen romance significa no otra cosa que defender nuestros sueños y proyectos, pues esa es la fuerza motriz de todo desarrollo humano.
«… quiero garantizarte compañero Evo, que pienso que tú empezaste una nueva era, Bolivia nunca más será la misma, porque este pueblo descubrió que ahora es posible avanzar y que ahora que conquistaron libertad, están aprendiendo el valor de la libertad, Bolivia nunca más retrocederá, yo tengo certeza que tú comenzaste la construcción de una gran nación en el continente Sudamericano» (Presidente Lula, durante actos de suscripción de acuerdos entre Brasil y Bolivia en Villa Tunari, el 22/08/2009).