Dos años y más está pendiente la ley que habilita, a bolivianas y bolivianos residentes en el exterior, a participar en elecciones y consultas nacionales. Pero eso es sólo el último episodio porque, ese derecho, está reconocido desde mucho antes. Ya para el plebiscito de 2005, un apoderado de los residentes en Estados Unidos de […]
Dos años y más está pendiente la ley que habilita, a bolivianas y bolivianos residentes en el exterior, a participar en elecciones y consultas nacionales. Pero eso es sólo el último episodio porque, ese derecho, está reconocido desde mucho antes. Ya para el plebiscito de 2005, un apoderado de los residentes en Estados Unidos de Norteamérica presentó una demanda ante los tribunales de Bolivia; el fallo fue indiscutible, pero se mantuvo en suspenso.
Ahora, una huelga de hambre en La Paz, otra en Buenos Aires, la tercera en Arica y preparativos similares en ciudades europeas, anuncian que la batalla por este derecho ha sensibilizado a millones de bolivianos en todo el mundo. La ley está trabada en el Senado Nacional. Reiteradas promesas de la oposición son incumplidas. Cada vez hay un pretexto que recae en el mismo argumento sórdido: el MAS, mediante su servicio exterior, preparará un gigantesco fraude que nadie podrá controlar. ¿Será que así querían actuar ellos, cuando aprobaron el voto en el exterior, en la época de sus gobiernos? o, al revés, ¿temen que los millones de compatriotas que expulsaron con sus ajustes neoliberales les demuestren que están con la política de cambio de este gobierno?
Por qué reconocerles el voto
No hay una estadística que nos permita afirmar, con certeza, cuántos bolivianos y bolivianas salieron del país, sobre todo en los últimos años del neoliberalismo. Fue entonces que se incrementó el éxodo en proporciones que no permiten cálculo alguno. Simplemente se fueron y, los organismos del Estado, de ese Estado que se negaba a controlar las acciones sociales, simplemente se desentendió del tema. Se supone que hay de dos a tres millones sólo en Argentina y un poco más en el resto del mundo.
Asumamos, empero, que tales cifras son exageradas y reduzcamos a tres millones la cantidad de nacionales que viven más allá de las fronteras. Al menos un millón de ellas y ellos se registrarían para participar en la primera oportunidad que tuvieran. Han demostrado su interés sobradamente.
Éste es el quid de la cuestión. Su interés se explica, sólo puede explicarse, por la necesidad que tienen de mantener un vínculo directo con la realidad del país. Desde nuestro lado, precisamos que esa cantidad de hermanas y hermanos nuestros no se desarraiguen; que empiecen a retornar, al menos votando en la próxima o en la siguiente consulta.
En otros términos: no se trata de una gracia que piden ni de una concesión que hagamos desde aquí. Es un derecho que se les ha quitado desde siempre y es una obligación nacional disponer el ejercicio de ese atributo.
La negativa del miedo
Quienes se oponen, lo han dicho con absoluta claridad: desde afuera, pueden decidir qué autoridades tendremos en el futuro. Cierto, muy cierto. Pero es el mismo temor que tuvieron los letrados, cuando se ejerció el voto universal. Es el miedo al pueblo, porque son sectores pobres, grupos desplazados por el modelo neoliberal, los que reclaman su derecho a votar. Por supuesto que un derechista que dicta cátedra en una universidad europea o tiene un negocio en una ciudad norteamericana, votará si tiene tiempo y lo hará por los que se oponen al voto. El resto, la gran mayoría de los residentes nacionales en el exterior, sabe que su voto es una acción a favor de su retorno. Esto es, también, lo que entiende la oposición y quiere deslegitimar ese derecho.
Los derechos se conquistan
En todas partes, y Bolivia es una lección permanente en tal sentido, los derechos son el resultado de luchas civiles, incluso sangrientas. Ninguna clase dominante concede un derecho, sin ambages. Primero le niega legalidad. Luego responde duramente la movilización popular. Tiene que serle arrancado cada derecho delas mayorías.
Esta es la situación que vuelve a repetirse. Los senadores de la oposición, que cuentan con una mayoría circunstancial, se niegan a discutir el tema. Prometieron, hace una semana, que incluirían el proyecto en la agenda. Lo prometieron oficialmente, pero se niegan a cumplir. Mientras tanto, las movilizaciones comienzan a tomar dimensiones mayores. En pocos días, comenzaremos a sumar ciudades en que, bolivianas y bolivianos, expresan su protesta contra los senadores de la oposición, de múltiples formas.
Esa será la forma de disuadirlos. Entonces, sólo entonces, entenderán que no tienen otra alternativa que dar curso a la ley que reconozca, finalmente, el voto boliviano en el exterior.