I
Al aproximarse el fin de las campañas políticas en México y el día de la votación (6 de junio 2021), resulta oportuno reflexionar sobre la ausencia de propuestas palpables y sostenibles en términos de la política pública y de los recursos que genera la clase obrera y los sectores populares mediante su trabajo y el pago de impuestos, ¿por qué ninguno de los partidos políticos presentó una o varias acciones reales para revertir los efectos negativos de la crisis mundial que el capitalismo presenta? El aumento de la pobreza, el desempleo, la precariedad y la segregación no son únicamente reflejo de la pandemia del Covid-19, pues la acumulación en pocas manos de la riqueza generada por la fuerza de trabajo proletaria es una constante y uno de los sustentos del sistema.
El capitalismo necesita del despojo y la acumulación a través de la explotación para existir, así que el aumento en estos padecimientos sociales es paulatino y constante bajo dicho modo de producción, y es por ello que en realidad ninguno de los candidatos-candidatas puede presentar medidas reales para poner fin a la angustiosa existencia de miles y millones de seres humanos en México y en particular en Yucatán, únicamente pueden reformar algunos aspectos según el interés y la correlación de fuerzas en el contexto de la lucha de clases.
Las campañas que presenciamos sin importar las modificaciones coyunturales efectuadas por la presencia del coronavirus, responden siempre a la lógica del mercado, que primero convierte en mercancía a las y los contendientes para después revalorizar en negativo sus propuestas, deshumanizándolas y fetichizándolas, convirtiendo el proceso en una burlesca expresión cercana a la demostración de la teoría del valor de Carlos Marx, los valores de uso y de cambio se manifiestan en la mercancía ofertada con bombo y platillo cual “circo romano”, pero en el trasfondo la carencia de contenido es suplida con fórmulas carnavalescas que parecieran guiarse por la oferta y la demanda.
La crisis global, aunque para muchos parezca distante, afecta de manera directa a nuestra entidad y ante esta situación tan compleja y difícil para la clase trabajadora y los sectores populares, es crucial cuestionar la falta de un debate real, profundo y prolongado sobre cuáles deberían ser las medidas a efectuarse para garantizar ya no solo el control de la pandemia, sino la no repetición de sus efectos y las acciones adecuadas para salir de la crisis económica y de salud que se profundiza sin importar que los propagandistas del mercado digan otra cosa, pues baste con ver el costo de la canasta básica, el salario real y la inflación entre otros elementos, para calcular el poder adquisitivo de la clase trabajadora, evidenciándose la pérdida de valor para los proletarios y el incremente de la ganancia para las cúpulas burguesas y del poder. La desigualdad no es un tema de “oportunidades”, es un asunto estructural del sistema.
El fin de las campañas políticas nos debe permitir alzar la voz para que todo el recurso invertido pueda ser re-direccionado a la contención de la pandemia, a la generación de empleos y aumentos salariales, así como a la educación y demás temas verdaderamente urgentes, además, más allá de los colores partidistas, únicamente la conciencia y la organización solucionan las necesidades del pueblo.
II
La ola represiva va en aumento, los recientes hechos acontecidos en el estado de Chiapas en México, donde desde el martes 18 de mayo, son violentados los estudiantes y aspirantes de la Escuela Normal Rural de Mactumactzá junto a los campesinos y obreros que los acompañan en su justa demanda de que el examen de admisión sea presencial y de forma escrita, esto, debido a que es justamente Chiapas uno de los estados con mayor índice de pobreza y marginación, siendo los estudiantes y aspirantes pobladores de comunidades rurales en las que no se cuenta con internet, computadores e incluso luz eléctrica. Un primer saldo de la represión fue el encarcelamiento de 97 personas, dos menores de edad liberados pocas horas después, 74 mujeres liberadas de manera condicional por lo que continúan en un injusto proceso y que además han denunciado que sufrieron violencia sexual al ser acosadas y violentadas de forma física por los agentes de la policía que las detuvieron, quedando presos y sujetos a proceso 19 hombres de los 21 detenidos originalmente. Un claro nuevo caso de violencia de Estado ejercida por el gobernador Rutilio Escandón, del partido Morena, quien junto con el gobierno federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador, igual de Morena, agreden el derecho a la libertad de protesta, a la educación y de manera más profunda, a la educación pública y normal rural, que desde décadas atrás enfrenta y resiste atropellos, reducciones de presupuesto e intentos de cierre de la escuelas formadoras de profesores distinguidas por su compromiso social y su conciencia proletaria-popular.
Esta violencia de Estado en México, se enmarca en el aumento de la violencia criminal del narcotráfico que ha empañado con varios asesinatos de candidatos el proceso electoral, y ha evidenciado la disputa del poder entre las fracciones interburguesas y sus aliados en las organizaciones del crimen organizado. La continuidad del neoliberalismo maquillado con discursos de propaganda, se observa en los avances de los megaproyectos como el tren maya y los llamados polos de desarrollo, que, en realidad, son focos de despojo y empobrecimiento de las comunidades rurales, acompañados de procesos de extractivismo acelerado, proletarización de los trabajadores del campo, sobreexplotación de los recursos naturales, destrucción de la biodiversidad y una creciente segregación y marginación en las ciudades y poblaciones donde se pretende desplegar las principales actividades de los megaproyectos y con ello la extracción de la riqueza mediante el saqueo descarado. Estos megaproyectos se desarrollan a lo largo de toda la República, teniendo en los últimos años, al sureste mexicano como la principal región en la que se llevan a cabo los procesos de destrucción impulsados desde el gobierno federal en contubernio con los gobiernos estatales de la Península de Yucatán.
La violencia de Estado contra los normalistas de Mactumactzá es únicamente la muestra de un gran proceso de militarización que amenaza a los movimientos sociales, organizaciones de izquierda y a las comunidades autónomas de los pueblos originarios, especialmente las zapatistas. El capitalismo mexicano se encuentra en un proceso de reacomodo de sus propias fuerzas internas, es por ello que a pesar de que el actual gobierno federal de Morena es solamente una manifestación reformista del sistema, las disputas entre las fracciones burguesas y de interés político-económico, acrecientan los ataques conservadores con matices neofascistas, recurriendo a la propaganda falsa, la tergiversación e incluso a la generación de una infodemia como ha sucedido con la pandemia del Covid-19, que si bien es absolutamente cierto que su combate por parte de las autoridades a dejado mucho que desear, también es verdad que esa propaganda falsa generada desde los sectores conservadores y los medios de comunicación a su servicio, ha incrementado el daño del coronavirus por la desorientación y confusión en la población. Es claro que la coyuntura de forcejeo interburgués únicamente beneficia a las capas altas de la propia burguesía, a los monopolios mexicanos y a los sectores más conservadores revestidos de un oscurantismo neofascista.
Nuevamente, ante todo lo anterior y muchas otras afectaciones, la clase obrera mexicana y los sectores populares tienen mucho más allá de las elecciones de la democracia burguesa, la posibilidad de transformar su realidad mediante la proyección del socialismo en un futuro cercano. La profundización de la conciencia revolucionaria de clase creará las bases subjetivas necesarias en medio de tanto padecimiento objetivo que faculta el cambio anhelado para el bienestar humano.