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Emergencia social y ceguera

Fuentes: Estrategia

En la Argentina de Macri y las corporaciones que ajustan, empobrecen, desemplean y matan de hambre, la discusión de la dinámica entre «la calle» y «el palacio» permite comprender el fenómeno político-sindical más importante de 2016, el primer año de gobierno de la Alianza Cambiemos, seguramente,uno de los hechos más destacados de las últimas décadas […]

En la Argentina de Macri y las corporaciones que ajustan, empobrecen, desemplean y matan de hambre, la discusión de la dinámica entre «la calle» y «el palacio» permite comprender el fenómeno político-sindical más importante de 2016, el primer año de gobierno de la Alianza Cambiemos, seguramente,uno de los hechos más destacados de las últimas décadas en ese plano.

En los últimos doce meses el sector de la economía popular, compuesto por cerca del 40% del total de trabajadores argentinos, tuvo una visibilización que no alcanzó antes, sus representaciones político sindicales instalaron el tema en la agenda nacional, sus dirigentes empezaron a tener rostro ante el «gran público» de los medios y, muy especialmente, lograron que la Confederación General del Trabajo, representante de los trabajadores formales, reconociese como pares a los miembros del sector informal.

Pasando por alto artículos periodísticos más vinculados a operaciones político electorales que al análisis de la realidad social argentina, cabe destacar la nueva situación constituye un avance en el proceso del movimiento de los «trabajadores desocupados» y, en simultáneo, un piso para las siguientes acciones de su lucha por trabajo digno.

La conversión del «desocupado» en «trabajador desocupado», es producto de esa lucha de las víctimas del neoliberalismo que, en lo local, se exacerbó con la última dictadura cívico militar, que desmanteló la matriz productiva e instaló un aparato de disciplinamiento social a través de la represión sistemática y condujo, además, a la desarticulación de las organizaciones populares, desde las político militares hasta las sociales, sindicales, partidarias, eclesiales de base, estudiantiles, profesionales…

De San Cayetano al Congreso

«La calle», que brilló como nunca durante las manifestaciones del 7 de agosto, con más de 100.000 personas desde San Cayetano hasta Plaza de Mayo, y del pasado 18 de noviembre, con no menos de 200.000 frente al Congreso, constituyó la herramienta. Esas expresiones multitudinarias le dieron «legitimidad social» a los reclamos de los más empobrecidos de la sociedad. El esfuerzo contó con la prédica articuladora de sectores de la iglesia católica, dese el Papa Francisco hasta los responsables de las pastorales sociales, y con el reconocimiento cegetista y de las CTA. Los avances facilitaron un proceso de acercamiento hacia la «unidad en la acción», entre diferentes sectores sociales, políticos y gremiales.

No es tiempo todavía de llegar a conclusiones generales, en particular acerca del efecto que las movilizaciones populares de trabajadores, mujeres, universitarios, vecinos afectados por los tarifazos, tuvieron sobre el gobierno del PRO y en las simpatías que mantiene o pierde entre la ciudadanía, a pocos meses de los comicios de medio término; sin embargo, se puede afirmar que las expresiones masivas de protesta lograron parar avances del macrismo. En el caso concreto de la discusión de la «emergencia social», permitieron el reconocimiento de una situación que el Ejecutivo negaba y pretendía ignorar, hasta que le hicieron saber que la bronca estaba a las puertas del palacio, y que no era la mera maniobra de «desestabilizador» alguno.

La posibilidad del salto cualitativo de la lucha social, y callejera, que implicaba enfrentar una Navidad con el Puente Pueyrredón en manos de los que nada tienen, obligó al Gobierno a aceptar las demandas de los trabajadores de la economía popular. Los legisladores cumplieron con su trabajo de escuchar los reclamos y construir las mayorías necesarias para que las mismas tenganestado formal y terminen en políticas que, en este caso, constituyen paliativos en medio de una coyuntura socioeconómica muy dura como la que atraviesa el país, que aumentó en 2 millones el número de pobres en menos de un año e instaló a otro millón en el inmediato escalón de vulnerabilidad.

Freno a las políticas de Macri

La dirigencia de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que lideró el proceso, en el mismo momento en que se acordaron los puntos de acuerdo para la declaración de la Emergencia Social, reconoció que «se trata de paliativos frente a una situación de crisis provocadas por una economía que no está al servicio del Pueblo» y recalcó que «la lucha no termina hasta que vivamos en un país con Tierra, Techo y Trabajo para todos, sin una sola familia pobre, sin desigualdades y con Justicia Social». Es decir, ninguna botella de sidra, ningún pan dulce navideño los confunde, consideran que acaban de lograr un empujón para que los más pobres de la Argentina no estén tan mal en el peor fin de año desde 2001 y 2002; el éxito no les impide seguir en la lucha por la recuperación de sus derechos plenos ni les hace desviarse de la construcción de un modelo socioeconómico diferente y totalmente alejado del que desarrolla Mauricio Macri.

Por eso, la discusión entre Plaza de Mayo y Plaza de los dos Congresos, es una mera discusión «geográfica». Macri, con despacho en la plaza histórica, no tuvo otra alternativa que corregir las propuestas de su equipo económico y mandar a lo más duro de su equipo de ministros hasta el Palacio de la calle Entre Ríos.

Para Emilio Pérsico, máximo dirigente del Movimiento Evita y referente de la CTEP, a pesar del momento de «defensiva» que atraviesan los sectores populares frente a las políticas de las corporaciones económicas, la situación se mantiene «inestable» para los intereses de las mismas, considera que esa situación se debe a que desde el 10 de diciembre de 2015 las organizaciones populares no abandonaron las calles, y por el contrario las ocuparon para rechazar las políticas de recorte de derechos que se impulsan desde la Casa Rosada.

Aunque desde la vereda de enfrente, el ex presidente del Banco Central, Javier González Fraga, sinceró la situación al afirmar que «nadie quiere invertir en el país porque no saben si no vuelve el populismo dentro de dos años», en obvia referencia a un gobierno de corte nacional y popular, es decir, peronista.

En este contrapunto de ficción, Pérsico considera que el gobierno «No va a tener inversiones mientras estemos en las calles; por eso es inestable». Va más allá al afirmar que «este modelo capitalista lleva adentro un veneno nuevo, que es el de los movimientos sociales, los poetas sociales que, unidos a la CGT, no vamos a permitir que se consolide». Sus consideraciones son un salto que va desde el triunfo socio sindical de la CTEP y otra docena de organizaciones hacia el escenario de la construcción política.

Puja de poderosos

Dejando a los protagonistas del diálogo inventado y eludiendo los números del desastre al que Macri y el equipo que le armaron los grupos de la oligarquíacondujeron al país, se puede decir que, a partir de diciembre de 2015, la vida de argentinas y argentinos cambió de manera descomunal. Volvieron los merenderos y los chicos esperan que las escuelas abran sus puertas para comer su único plato del día; zaguanes, entradas de edificios, cines y teatros son el único techo de familias enteras que volvieron a situación de calle, incluso en la ciudad del Metrobús, que disfruta del más alto PBI por cabeza del país.

Los tachos de basura de restaurantes, verdulerías y casas de comida otra vez son la «góndola» en la que miles de personas consiguen sus restos diarios. Unas 600 mil personas, entre formales y precarizadas, perdieron su trabajo o su «changa» y muchos ya volvieron a timbrear los barrios pidiendo comida. Otros millones más los miran de reojo, palpitando un penoso y probable futuro semejante.

Todos cambiaron alguna de sus costumbres diarias, incluso muchos de los que votaron amarillo; desde el medio de transporte, hasta sus hábitos de consumo, ajustando una situación en la que muchos viven en la pobreza y al borde de la miseria y los demás, todos los demás, están peor que hace pocos meses.

En ese contexto, los diferentes sectores económicos que operan como grupos de presión, decisión y financiamiento, ya están analizando el futuro electoral. El conglomerado agrario y agroindustrial, las mineras y el sector financiero consideran la conveniencia de sostener a Macri y el Pro para una potencial reelección; los más relacionados con la industria, con Techint a la cabeza de diferentes grupos económicos locales entre los que se ubica Clarín, ya lanzaron la búsqueda del «peronista propio», el «Menem del Siglo XXI», como candidato en 2019.

La correlación de fuerzas entre ambos aglomerados constituirá una variable decisiva a la hora de definir las candidaturas, incluso para el apoyo o rechazo a la reelección, y los soportes a las diferentes campañas, del mismo modo en que hoy define las políticas del gobierno y la velocidad o el «gradualismo» con que avanza cada decisión.

Si la situación nacional se mantiene en un escenario de inestabilidad relativa, con aumento del conflicto social, recurrencia de protestas callejeras de sectores medios y protestas y paros gremiales de fuste, en el marco de una sequedad de inversiones -que no sean las especulativas que favorece la tablita de la banca oficial- y sin repatriación de capitales fugados, es probable que el círculo industrialista apure la mencionada búsqueda de un candidato alternativo, que pueda «gestionar» la economía con prácticas más edulcoradas que la de los gerentes instalados en los ministerios.

El poder de la calle

Entre tanto, la calle habló y le metió exigencias al Palacio. La experiencia de las organizaciones de trabajadores desocupados a lo largo de casi dos décadas, les permitió constituir un espacio movilizado y propio que, por un lado resuelve o contribuye a solucionar, su problema de base, «inventando» el propio trabajo, y por otro les de contención y solidaridad y, ahora, visibilidad y ofrece reconocimiento. Los invisibles de ayer, hoy lograron meterse en los ojos de todos, en las pantallas y las primeras planas de los diarios, incluso los que aluden a ellos con mala fe y les devuelven la vieja denominación de «piqueteros» que ellos ahora reemplazaron por la construcción del concepto de «movimiento sociales».

El reloj corre, en poco tiempo esa «calle», organizadora y exigente, tendrá que construir las opciones políticas que la representen, que integren los espacios políticos que confluyan con distintos sectores populares, si quiere contribuir a ese parate al macrismo de 2017, en el que todos confían como antesala de un recambio presidencial en 2019.

 

Carlos A. Villalba. Sicólogo y periodista e investigador argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.

Fuente: http://estrategia.la/2016/12/05/argentina-emergencia-social-y-ceguera/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.