Un sexenio después, los líderes del sindicalismo oficialista -denominado también charro aunque el independiente no canta mal las rancheras con líderes que acumulan hasta 38 años al frente de sus sindicatos-, volvieron al festejo con el señor presidente y también al Zócalo. Tan agobiados están unos y otros por las consecuencias de las políticas laborales […]
Un sexenio después, los líderes del sindicalismo oficialista -denominado también charro aunque el independiente no canta mal las rancheras con líderes que acumulan hasta 38 años al frente de sus sindicatos-, volvieron al festejo con el señor presidente y también al Zócalo.
Tan agobiados están unos y otros por las consecuencias de las políticas laborales de los gobiernos de la alternancia en el Ejecutivo federal (Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña), en sus bases sociales cada vez más minoritarias respecto al conjunto laboral, que relegaron a un quinto plano que hace un siglo sindicalistas realizaron la primera movilización por el Día del Trabajo en México, bajo las demandas de jornada de ocho horas, descanso dominical e indemnización por accidentes.
Un siglo después, Peña Nieto rebautizó el 1 de mayo como «el día de los factores de la producción», el capital y el trabajo. Tampoco ahorró elogios para la «esplendida representación de los trabajadores», encabezada por Joaquín Gamboa, el enriquecido abogado que en abril cumplió 86 años de edad, eterno dirigente de la Federación de Trabajadores del Distrito Federal hasta que el 9 de agosto de 2005 fue designado secretario general de la Confederación de Trabajadores de México, tras el fallecimiento de Leonardo Rodríguez, famoso hacedor de frases hilarantes y sucesor del eterno líder Fidel Velázquez. Y Gamboa Pascoe, profesional de la subordinación de la CTM al titular del Ejecutivo federal en turno, máxime si es de su propio partido, el Revolucionario, correspondió: «Señor Presidente: la CTM, siempre cuente con ella». Atestiguaron el espectáculo Francisco Hernández, Carlos Chávez y Ricardo del Valle, líderes de telefonistas, pilotos y sobrecargos, respectivamente, y figuras del sindicalismo independiente. Un líder patronal hizo uso de la palabra.
El acto en Los Pinos fue para el inquilino principal con el propósito de «reflexionar y generar conciencia» sobre que tres de cada cinco empleos son informales, 60 por ciento de los trabajadores no se benefician de la seguridad social. «Esta situación afecta principalmente a jóvenes y adultos mayores, a personas con menor escolaridad y a quienes tienen trabajos con menores ingresos. Es decir, la informalidad es altamente regresiva», postuló el mexiquense contradiciéndose, pues está muy fresco su decidido impulso a la reforma laboral de Calderón que legalizó la subcontratación, el abaratamiento de la fuerza laboral juvenil, sin seguridad ni derechos. Millones de jóvenes trabajaron el día 1 sin cobrar doble salario y menos las horas extras al triple.
Además, el 40 por ciento padece que la seguridad social «está en riesgo», como advirtió un orador del Congreso del Trabajo, porque el Instituto Mexicano del Seguro Social se encuentra cada vez más lejos de servir a los 56 millones de derechohabientes; el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores tiene problemas por las numerosas casas abandonadas por impagables y alejadas, y el Sistema de Ahorro para el Retiro generará pensiones de apenas 1.3 salarios mínimos para la mayoría.
Enrique Peña ofrece con las reformas estructurales generar empleos suficientes y «bien remunerados», cuando la trayectoria del trabajo y el salario desde 1982 muestra lo contrario: mediocre crecimiento económico, rezago en la generación de nuevas plazas, multiplicación de la informalidad y pérdida del poder adquisitivo del salario.
«Reflexionar y crear conciencia» no es mal ejercicio discursivo, mas los rezagos son grandes y lo saben mejor que los políticos quienes los padecen. Lo que se requiere es poner en marcha programas y políticas viables que coloquen el acento en empleo y salario.
Fuente original: www.forumenlinea.com