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En alguna vez

Fuentes: Rebelión

Alguna vez, los mexicanos, nos hemos cuestionado: ¿nos hemos gobernado bien? Quizás sí y/o tal vez no. Del bienestar social al bien común, hemos pasado de la infancia a la adultez con una senilidad precoz y procaz, mientras los viejos hacen fila afuera de los cajeros automáticos para retirar, a cuentagotas, todo el dinero de […]

Alguna vez, los mexicanos, nos hemos cuestionado: ¿nos hemos gobernado bien?

Quizás sí y/o tal vez no.

Del bienestar social al bien común, hemos pasado de la infancia a la adultez con una senilidad precoz y procaz, mientras los viejos hacen fila afuera de los cajeros automáticos para retirar, a cuentagotas, todo el dinero de sus vidas.

Nuestro destino manifiesto ha sido de todos y de ninguno, para nada, nadie y alguien, gracias a las desgracias sexenales con el presidencialismo autoritario, paternalista, traidor, corrupto, criminal, impune y voraz.

En el país de las sombras espectrales nos malexiste el malpaís de en alguna vez, donde todo sucede y no pasa nada a nadie y a alguien: los muertos, los desaparecidos y los desplazados son nuestra afirmación de nuestra normalización en la negación y en la confirmación en una turbia pila bautismal por sanguinolenta: la invisibilización y la criminalización que flotan desde el profundo pozo negro que es el país de las sombras espectrales.

Es posible por imposible que la vida (mexicana) esté en otra parte, no existencialmente en Europa y sí en America-Made in USA, en ese traspatio amplio y fronterizo que es el Muro material y mental de brincarlo en los sueños para hacerlo realidad, persiguiendo el sueño americano con una patrulla fronteriza por atrás y detrás, no teniéndolo que hacer a través del Bósforo y Estambul, ni teniéndonos que perder entre el Oriente de allá y el Occidente de acá, no siendo tampoco Lampedusa, donde todo cambia para seguir igual, a reserva de la Franja de Gaza, Siria y Yemen.

En alguna vez, México, fue el país de las doradas manzanas al sol y la región más transparente del aire, cargando el cántaro roto entre un himno en ruinas los civilizados que siempre han sido los bárbaros, los intelectuales comensales comiendo de la mano del mecenas, El Príncipe del Bien y el Mal -El Estado- violento y criminal, corrupto e impune con la Secretaría de Cultura, la Paloma discreta y la Gaviota protagónica, la Romano pintada a sí misma y la Montenegro cualquiera que fue la Primera Dama de Segunda.

En alguna vez, en el país de las sombras espectrales, los hombres y las mujeres, l@s de la clase política gobernante, senadores y diputadas, empoderad@s en los escaños y desde los caños del drenaje profundo empezaron a subir como las aguas negras a la superficie de las zonas de confort en el poder político y económico, repartiéndose a sí mism@s las cuotas, los moches y los cuates en restaurantes, en casas, en departamentos y recogiéndose unos a otras en hoteles de paso con jacuzzi en el congreso de la nación, teniendo eyaculaciones precoces -los machos- y orgasmos fingidos -las hembras-, en tanto, en los rastros y en los mataderos públicos nacionales, el Clembuterol narco-sicario marina, a fuego y sangre, en lo que el ejército le echa toda la carne al asador con la sal de la ley de seguridad interior, cocinando la machaca para la cocaína.

Cualquier afirmación y cualquier negación son la objetividad del periodismo y la subjetividad de la literatura, Norman Mailer versus Tom Wolfe, Gay Talese de réferi: todos nos sabemos, pero, no nos conocemos; los clásicos de ayer son los clasistas de hoy.

Gabriel García Márquez le hubiese gustado escribir telenovelas, y, ahora, nadie lee novelas porque ve novelas: el género de géneros periodísticos y literarios: El Chapo, serie y saga, el periodismo y la literatura al mejor postor, el rey Midas y el Príncipe, todo lo que tocan lo transforman en sangre y en mierda: el biopic de Mr. Carso-Slim.

Lo peor y lo mejor del Nuevo Periodismo ha sido el periodismo canalla contra el periodismo de investigación: el periodismo literario y/o narrativo con La muerte tiene permiso.

En alguna vez, siquiera debemos preguntarnos: ¿qué hemos hecho para merecernos tantos contrahechos y cohechos, porque los muertos, los desaparecidos y los desplazados, en el país de las sombras espectrales, hay que verlos y tratarlos como ellos nos ven y tratan: desde lejos, tan lejanos al recuerdo y tan cercanos al olvido, sanguinolentos.

Un entre( )paréntesis periodístico y literario: narrativo, del Paso del Norte: El rastro de tu sangre en la nieve.

La única manera de hacer filosofía en México es la del futbol, según la estoica, la escolástica y la fanática, sabiéndonos los mismos y desconociéndonos con los otros, humillados racial y socioculturalmente, no habiendo lucha de clases y sí una lucha simulada de partidos.

Una filosofía de la moral debe ser y hacerse una moral crítica, pública y dialéctica, limpiar con aguarrás la herrumbre, desde adentro hacia afuera, de los excusados-escusados donde los hombres y las mujeres oficiales e institucionales urden y traman en la privacidad las políticas públicas de los dineros en cuentas íntimas, acostándose los hombres y las mujeres en colchones King and Queen size, taladrándose, los unos sobre las otras, los tatuajes a flor de piel, los hombres y las mujeres en los plexos y en las nalgas solares, más públicos que púdicos.

Pasada y presentáneamente, en alguna vez, reciclamos nuestras realizaciones y frustraciones en los largos fines de semana en el país de las sombras espectrales, agotando y revitalizando nuestras fuerzas en los bacanales familiares y amistosos en franca y deshonesta competencia con la envidia y la hipocresía en una alegría de la vaciedad, dejando que nuestras miserias de basuras se las lleve el viento de una parte a otra parte con la música de banda de alto volumen y de altopedo para que toda la colonia chafa de los otros y la residencia kitsch de nosotros escuche y se entere que vivimos sin vergüenza y sin pena ajena, y, que, gracias a nuestra disfunción familiar matamos el tiempo con la indiferencia y la indolencia del espacio en que vivimos sin rendirle cuentas a nada, a nadie y a alguien.

Lo esencial del pueblo mexicano es que nunca ha tenido una relación, ni antes, durante y después de la Revolución, ni siquiera, de complicidad, con lo demencial de la sociedad mexicana: el presidencialismo, la clase política gobernante, los empresarios, los intelectuales, los militares y los narcos-sicarios con nosotros y los otros, los demás y la gente: hemos hecho lo que hemos hecho y en lo hecho en México es una marca y una herida insana y mortal de la cultura popular a la cultura de élite, de la democracia a la pluri-prostituyente-democrática, de la casi inexistente autenticidad ciudadana al fraude de los procesos electorales, de la cultura política a la política sin cultura, del analfabetismo funcional al digital, del Estado en busca del ciudadano a la Distopía mexicana de Lorenzo Meyer.

México y lo mexicano de los mexicanos puede que hasta mortal y social sea porque seamos, semos y somos la gente y los demás, los otros y nosotros que va llegando la hora de las horas con el Prep-Electoral, hora y ahora de la convicción y no de la conveniencia, de la seriedad y la gravedad que entrañan las tripas, el corazón y la memoria con la regeneración de la ética y la moral, con los pensamientos y las palabras, con los actos y los hechos humanos: nada, nadie y alguien están para decirnos que debemos ser y hacer. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.