La inédita participación del presidente Evo Morales en la marcha de la Central Obrera Boliviana (COB) podría quedar reducida a una simple anécdota del primero de mayo, tras que maestros, salubristas y otros sectores laborales comenzaran la batalla anual por un mayor incremento de salarios. Marchando como en sus épocas de dirigente sindical, Morales iniciaba […]
La inédita participación del presidente Evo Morales en la marcha de la Central Obrera Boliviana (COB) podría quedar reducida a una simple anécdota del primero de mayo, tras que maestros, salubristas y otros sectores laborales comenzaran la batalla anual por un mayor incremento de salarios.
Marchando como en sus épocas de dirigente sindical, Morales iniciaba en las primeras horas de este mes un acercamiento insistentemente reclamado por la dirigencia de la COB , aunque minutos después, al decretar un aumento de tres dólares al salario mínimo mensual de 500 a 525 bolivianos (de 62 a 65 dólares), un cinco por ciento, desandaba en su propósito conciliador.
El máximo dirigente de la COB , Pedro Montes, disparó primero. «Este incremento es una vergüenza, en vez de mejorar el estándar de vida de los trabajadores, lo empeora mucho más por el aumento del costo de vida. Es insignificante, es una burla a la clase trabajadora. No nos sirve. Exigimos un incremento que por lo menos permita vivir dignamente. 525 bolivianos no es nada».
Paradojas
Como respuesta, el gobierno intenta convencer a los sindicatos que las arcas estatales, aunque se han inflado con los millonarios ingresos provenientes de los contratos petroleros, siguen en terapia intensiva y que sólo tienen lo necesario para que el salario no pierda su valor real y cubra el alza del costo de vida.
«El decreto ( 29116) que fija el salario mínimo nacional en 525 bolivianos quiere preservar el poder adquisitivo del salario. El año pasado la inflación fue del 4,5 por ciento, hay alguito más de incremento, no es significativo, pero la política se mantiene para mantener el poder adquisitivo del salario mínimo nacional», dice a la prensa el ministro de Hacienda, Luis Arce, mientras miles de maestros y salubristas en paro gritan y maldicen en las calles exigiendo más incremento.
Los empresarios tampoco están contentos, aunque por razones diferentes. A ellos les parece mucho pagar a sus empleados esos tres dólares más al mes. «Es una medida política, están apretando mucho más a los empresarios y no a los informales», se queja el presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, Roberto Mustafá.
Moral y datos
Estas razones tropiezan, sin embargo, con las estadísticas, casi siempre frías, que también juegan a favor de unos y ponen en figurillas a otros. En el Ejecutivo, por ejemplo, buscan afanosos la ecuación simple y directa que explique y conjugue el éxito de la «nacionalización», la danza de millones del gas y la crónica miseria del Estado y del incremento salarial.
En el 2004 el Estado recibía por el gas 287 millones de dólares, el 2005 subió a 608 millones de dólares, el 2006 obtiene 1.352 millones de dólares y el 2007 se aguarda 2.000 mil millones de dólares, dice la publicidad oficial que muestra cómo engorda el fisco, incisivo para recaudar más recursos pero mezquino para compartir con los más pobres.
En año y medio de gobierno de la «revolución democrática y cultural» que encabeza el presidente Morales, los ingresos del Estado se han multiplicado por casi 10 veces (según las cifras oficiales), producto de los mayores volúmenes de exportación de gas, el aumento de precios de las materias primas y la mayor participación estatal en el negocio, aunque nada de ello llega a los trabajadores.
Los empresarios, grandes y medianos, son también víctimas de su propio éxito. En los dos últimos años han declarado ante el fisco que sus ganancias han aumentado en 85 por ciento, casi el doble, pero a la hora de pagar más salarios aseguran que están a un paso del descalabro y el cierre.
Realidades
Las cifras oficiales muestran que las finanzas del Estado y de las empresas privadas gozan de muy buena salud, a la par que empeora la situación de los trabajadores. En los dos últimos años, el salario promedio real (poder adquisitivo) de los trabajadores del sector empresarial privado disminuyó en 9,26 por ciento y el de los trabajadores del sector público en 4 por ciento, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que están revelando que los obreros y empleados bolivianos trabajan más que antes, reciben menos y comen peor. Estadísticas suficientes para alimentar la batalla por el salario, en la que también juegan la demagogia, el cálculo político y la impostura.
En lo que va del año, la inflación llegó a 2,5 por ciento, devorando ya la mitad del reciente incremento gubernamental, que muchos temen que desaparezca del todo en los próximos tres meses, con lo que a partir de julio o agosto, la capacidad de compra del salario (el salario real) caerá mucho más.
Salarios de hambre
A principios del 2006, el ingreso promedio mensual de los trabajadores de todo el país era, según el INE, de 874 bolivianos (110 dólares), insuficientes para que un trabajador pueda mantener a su familia, por lo que ahora es común que las mujeres, jóvenes y niños engrosen la fuerza laboral en busca de unos centavos más. Por ello, la COB reclama que el presidente Morales cumpla con su promesa electoral de triplicar el salario mínimo, lo que ya ha sido descartado por el oficialismo.
Entre los trabajadores de servicios y comercio, el ingreso promedio era de 890 bolivianos, mientras que en los trabajadores de la industria extractiva, la manufactura y la construcción el promedio mensual era sólo de 957. En la agricultura este promedio era apenas de 199 bolivianos, ni más ni menos.
Los datos oficiales muestran que el ingreso promedio mensual que reciben los obreros de todo el país alcanza apenas a 967 bolivianos, el de los empleados a 1.722, y el de los trabajadores por cuenta propia a sólo 699. Con estos salarios, los trabajadores bolivianos están condenados a vivir en la extrema pobreza.