La existencia de Bolivia está en riesgo. En tanto las petroleras avanzan en su reiterado proyecto de descoyuntar a los departamentos productores de gas y petróleo del tronco común de la nacionalidad, las ONG, europeas y norteamericanas, han introducido la cizaña de supuestas 36 naciones indígenas. Petroleras y ONG están de pláceme. Cada día están […]
La existencia de Bolivia está en riesgo. En tanto las petroleras avanzan en su reiterado proyecto de descoyuntar a los departamentos productores de gas y petróleo del tronco común de la nacionalidad, las ONG, europeas y norteamericanas, han introducido la cizaña de supuestas 36 naciones indígenas. Petroleras y ONG están de pláceme. Cada día están más cerca de lograr uno de los objetivos del Nuevo Orden Mundial en el Siglo XXI. Hacer desaparecer a los Estados nacionales de los países atrasados. Nuestro país sería, por tanto, el primer país desintegrado del continente americano.
Sin embargo, no todo está perdido. Bolivia comenzó a germinar como nación antes de la Asamblea Constituyente de 1825. Tiene dos raíces profundas. La Revolución de Tupak Katari, en 1781, y la guerra de los 15 años (entre 1809 y 1825), protagonizada por nuestros guerrilleros y mártires de la independencia. De esa simbiosis nació la Patria, cuyos mejores hijos dejaron su sangre en los patíbulos y campos de batalla, la que fue aprovechada por los herederos de la casta encomendera que fundó una República racista, en la que continuó vigente el tributo indigenal.
La historia, felizmente, no permanece estática. La alianza indomestiza, que tuvo en la Revolución paceña de 1809, su expresión más elevada antes de la fundación de la República, nunca se sometió de manera pasiva a la oligarquía, con mentalidad colonizada primero, y pro imperialista, después. Por el contrario, las insurrecciones indígenas fueron una constante contra los avasalladores de tierras comunitarias, que tuvieron como conductores a personajes siniestros como Melgarejo y los oligarcas de la plata y del estaño. El pueblo indomestizo, al estar prohibido de votar en las urnas, utilizó el motín y la insurrección para recordar su implacable presencia.
La desarticulación entre la oligarquía minero feudal y el pueblo indomestizo ocasionó la pérdida de la mitad del territorio con que se fundó Bolivia, en guerras injustas, pese a lo cual, la conflagración del Chaco (1932-1935), sirvió para que indígenas y mestizos de toda los confines patrios mezclaran su sangre en las trincheras. La visión de estadista del Mariscal Andrés de
Santa Cruz y Calahumana y la rebeldía de Belzú y Pablo Zárate Willca, así como la de Toro, Busch y Villarroel abrieron el camino para la profunda, pero traicionada Revolución del 9 de abril de 1952, que tuvo como sólido antecedente la primera nacionalización del petróleo en nuestro continente, decretada por el general David Toro, en 1937
La liberación de los pongos, el voto universal y la saboteada nacionalización de las minas, en el ascenso de la revolución nacional, tuvo su continuación con la segunda nacionalización del petróleo, dictada por el general Alfredo Ovando, en 1969 y con el surgimiento organizado del cholaje, acaudillado por Conciencia de Patria (CONDEPA), que lideró Carlos Palenque. Evo Morales accedió a la Presidencia con estos antecedentes, que encarnaron las esperanzas populares. Infelizmente, un grupo de fundamentalistas del indigenismo, respaldadas por USAID y ONG europeas, se dieron a la maligna tarea de enfrentar a indígenas con mestizos, es decir a los pilares de nación boliviana.
Estas posturas suicidas coincidieron de modo total con las transnacionales petroleras y de las oligarquías de países vecinos que anhelan quedarse con trozos de nuestra República. Para ello, el indigenismo reflotó las afiebradas tesis stalinistas, expuestas en Bolivia por Jorge Ovando y hoy repetidas por Alvaro García Linera, en tanto la crisis energética mundial gatilló la ambición de las transnacionales por expoliar las reservas de minerales, gas y el petróleo, sin tener al frente un Estado nacional que las defienda.
En este escenario, «Patria Grande» pretende contribuir, así sea con un grano de arena, a la ardua tarea de reconstituir el Movimiento Nacional, el que debe contar con las bases del MAS y con el propio Evo Morales, si acaso tiene la valentía de liberarse de su entorno sumiso al capital financiero internacional y que oculta su entreguismo con el inviable indigenismo a ultranza. Es obvio que este frente de resistencia a las transnacionales necesita del concurso de todos los patriotas que aunaron voluntades para expulsar a Gonzalo Sánchez de Lozada, aquel glorioso 17 de octubre de 2003, y posibilitaron el triunfo popular en los comicios del 18 de diciembre de 2005, que ha quedado frustrado también por el incumplimiento de la prometida revolución moral.
Bolivia sufre, en estos momentos, la ingerencia, solicitada por el propio gobierno y la oposición, de organismos internacionales y cancilleres de países vecinos, en una caricatura grotesca de lo que debe ser la integración de Nuestra América (como decía Martí). Esa integración debe pasar por la articulación de estados nacionales fuertes, en una confederación que también resuelva nuestra centenaria demanda marítima.
En estos momentos dramáticos, hacemos nuestra la histórica frase del general José de San Martín: «CUANDO LA PATRIA ESTA EN PELIGRO, TODO ESTA PERMITIDO, MENOS NO DEFENDERLA».
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