La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos humanos, el Viceministerio de Tierras del Gobierno de la República de Bolivia, la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB) y el Grupo de Trabajo Internacional sobre Asuntos Indígenas (IWGIA) están organizando el «Seminario regional sobre pueblos indígenas aislados y en contacto […]
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos humanos, el Viceministerio de Tierras del Gobierno de la República de Bolivia, la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB) y el Grupo de Trabajo Internacional sobre Asuntos Indígenas (IWGIA) están organizando el «Seminario regional sobre pueblos indígenas aislados y en contacto inicial de la Región Amazónica y el Gran Chaco», que se realizará en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra entre los días 20 y 22 de noviembre del año en curso.
El seminario, de indudable relevancia internacional ya que los pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario dentro de las selvas tropicales sudamericanas son los últimos pueblos indígenas aislados existentes en el mundo, se realizará siguiendo las recomendaciones incluidas en el informe del Quinto Período de Sesiones del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas y del Programa de Acción del Segundo Decenio Internacional para los Pueblos Indígenas del Mundo, impulsado por la ONU.
La elección de Bolivia como sede del seminario no es casual ya que, después de Brasil y Perú, Bolivia es el tercer país del mundo como mayor número de pueblos o segmentos de pueblos aislados habitando dentro de su territorio nacional.
El seminario tiene como objetivo avanzar en la formulación y adopción de políticas públicas en los ámbitos nacionales, regionales e internacionales orientadas a la protección y defensa de los derechos humanos de estos pueblos y, para ello, han sido convocados representantes de gobiernos, organizaciones indígenas y expertos de reconocida labor.
Entre ellos, llegará a Bolivia la máxima autoridad en pueblos aislados del mundo, el «sertanista» Sydney Possuelo, ex presidente de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), la oficina del gobierno brasileño que se ocupa de la problemática indígena, y Premio Príncipe de Asturias por una vida de lucha dedicada a la defensa de los derechos de estos pueblos.
En Bolivia, se espera que el seminario internacional sirva para develar una problemática existente y que precisa de acciones urgentes pero que ha permanecida oculta e invisible hasta ahora, producto de la visión civilizatoria de los gobiernos en el pasado.
La nueva gestión encabezado por Evo Morales Ayma -el primer mandatario de origen indígena que conduce los destinos de Bolivia desde la fundación de la República en 1825, uno de los pocos países de América Latina que ha conservado su matriz indígena originaria- ya ha dado señales positivas en la materia, como fue la firma de una resolución el pasado 15 de agosto que determinó la creación de una Zona de Reserva Absoluta para proteger los territorios donde habita un pueblo indígena aislado al interior de una de las reservas naturales más extensas e importantes del país, el Parque Nacional Madidi.
El encuentro de Santa Cruz se cree no sólo servirá para consolidar este primer paso histórico sino para impulsar una efectiva política nacional para la protección de los pueblos indígenas aislados de Bolivia, cuya existencia y necesidad de preservación también es reconocida dentro de las líneas estratégicas del Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010 que el presidente Morales presentó al pueblo boliviano en junio pasado.
Los pueblos indígenas aislados -también conocidos como «pueblos no contactados» (con relación a las sociedades nacionales de las que forman parte) o «pueblos ocultos»- son los sobrevivientes de uno de los mayores genocidios sucedidos en la historia humana, aunque el mismo haya sido silenciado: el que experimentó la selva amazónica entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX con el auge de la explotación del caucho y su incorporación brutal al mercado mundial como proveedora de la materia prima fundamental para la naciente industria del automóvil que se desarrollaba en Norteamérica y en Europa.
En esa época, la selva fue sacudida por la aparición de los llamados «barones del caucho» en Brasil, Bolivia, Perú y Colombia que la consideraron como «tierra de nadie» y organizaron las labores de extracción de la hevea brasiliensis -el nombre científico del árbol del caucho- en base al trabajo esclavo de decenas de tribus indígenas y la contratación forzada de miles de trabajadores que llegaban con la esperanza de obtener un trabajo digno y bien remunerado.
La realidad fue muy distinta: se amasaron fortunas inmensas que fueron derrochadas en la construcción de palacios y teatros en medio de la floresta a costa de la sangre de cientos de miles de indios y pobres.
La tragedia de los años de la goma elástica -narrada, entre otros, por el novelista colombiano José Eustaquio Rivera en La Vorágine- significó el exterminio de pueblos enteros y la aculturación o mestizaje obligado de cientos de ellos. Pero muchos optaron por defender su libertad y se ocultaron, abandonando las orillas de los grandes ríos por donde penetraban los «caucheros», y pudieron así resistir, conservando su cultura y su modo de vida tradicionales, hasta el presente. Este es el origen de la mayoría de los pueblos indígenas sudamericanos conocidos como «aislados».
Desde la firma en Ginebra en 1989 del Convenio nº 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes de la Organización Internacional del Trabajo dependiente de la ONU, el mundo comenzó a preocuparse por la situación específica de estos pueblos que luego del declive de la explotación del caucho (1914), sufrieron también las agresiones de misioneros católicos y evangélicos fundamentalistas a los cuales los gobiernos encargaban la tarea de contactarlos e incorporarlos a la «civilización». Por último, en los años 60 y 70 del siglo pasado, con la eclosión de las políticas desarrollistas, producto de la explotación petrolera, la construcción de caminos, el negocio de la madera o la expansión de la frontera agrícola, los pueblos indígenas aislados de la Amazonía y el Gran Chaco sudamericano volvieron a sufrir contactos violentos -armados y a través de enfermedades, contra las cuales carecían de inmunidad- que aceleraron la desaparición física de muchos de ellos. Esta situación se sigue verificando, de manera lamentable, en el presente y de allí la necesidad de una acción imperiosa que salve del exterminio a los que los especialistas consideran como un «tesoro cultural de la humanidad».
En esa dirección apuntaron la Resolución 3056 sobre Pueblos Indígenas que viven en Aislamiento Voluntario en la Región Amazónica y El Chaco de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (dada en Bangkok, Tailandia, el año 2004), así como la recomendación (párrafo 73) sobre pueblos indígenas aislados adoptada en la IV Sesión del Foro Permanente de cuestiones indígenas de las Naciones Unidas el año 2005 y la propuesta del Grupo de Trabajo encargado de elaborar el proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la OEA en su última sesión realizada en Guatemala, el año pasado. En noviembre del mismo año, en la ciudad brasileña de Belem, un grupo de expertos encabezados por Possuelo lanzó la idea de la conformación de una alianza internacional en defensa de estos grupos humanos para lograr que los gobiernos adopten medidas efectivas que garanticen el respeto de sus derechos humanos, para empezar su deseo voluntario de mantenerse en aislamiento y conservar su independencia.
Por todo ello, la importancia de la reunión de Santa Cruz -potenciada por el actual contexto histórico boliviano- está fuera de dudas. El reconocimiento de los derechos de estos pueblos está en la base de modelos estatales asentados en la diversidad en todos los ámbitos, orientados a crear relaciones simétricas de poder que rompan desigualdades y exclusiones históricas. Los pueblos indígenas aislados no sólo son sobrevivientes de un genocidio sino de un imaginario que subordinó la naturaleza al hombre y cuyos resultados son catastróficos en el planeta entero.
Si desaparecieran estos pueblos -nuestro lazo vivo con los hombres y mujeres no contaminados, los hombres y mujeres puros-, la especie perdería para siempre no solamente la referencia crucial sobre nuestra memoria colectiva y fundacional sino el dato central de un imaginario de recuperación de valores y sentimientos que parecen olvidados y sumergidos pero que son la base para repensar y recrear al mundo en aras de construir un hogar común mejor, más natural y más humano.