El libro que nos ocupa hay que situarlo en el esfuerzo crítico de una serie de filósofos, sociólogos y psiquiatras, principalmente, de combatir ideológicamente la psicología académica e institucionalmente Antpsychologicum (Virus, 2006) puede considerarse un precedente en el empeño ( unos cuantos articulistas escriben en ambos) pero Contrapsicología , manteniendo el enorme interés del anterior, […]
El libro que nos ocupa hay que situarlo en el esfuerzo crítico de una serie de filósofos, sociólogos y psiquiatras, principalmente, de combatir ideológicamente la psicología académica e institucionalmente Antpsychologicum (Virus, 2006) puede considerarse un precedente en el empeño ( unos cuantos articulistas escriben en ambos) pero Contrapsicología , manteniendo el enorme interés del anterior, le gana en elaboración rigurosa. Es un libro que recoge un conjunto de artículos heterogéneos pero siguiendo un hilo conductor muy coherente. En este sentido, felicitaciones al coordinador, el profesor universitario de psicología social Roberto Rodriguez López, que realiza además un magnífico prólogo. La obra está muy bien estructurada en cuatro secciones : Historia, Epistemología, Ámbito Institucional y Ámbito Cultural. He de decir que ni uno solo de los artículos tiene desperdicio, los he leído todos con mucho interés. Voy a hacer una referencia a todos ellos y dejaré para la segunda parte de la reseña el comentario más pormenorizado de los que me han despertado mayor atención.
En la primera sección, al margen del de Nikolas Rose (que dejo para el final) tenemos un análisis histórico, escrito por Oscar Daza sobre el papel de la psicología en EEUU entre los años 1900 y 1940 que pone de manifiesto su lado más oscuro como instrumento de control social. Seguidamente, Fernando Álvarez-Uria, bregado sociólogo crítico, muy influenciado por Foucault ( del que fue un gran divulgador), nos ofrece una serie de materiales históricos de la primera mitad del siglo XX: sociología del sujeto ético individual, literatura sobre la interioridad del yo (Herman Hesse, sobre todo) y el psicoanálisis. Materiales que servirán para hacer una genealogía de la experiencia de un yo aislado, separado del mundo exterior, con la promesa de un universo interior personal e intransferible que hay que explorar y descubrir. En la sección de epistemología (al margen de Ian Parker y de Francisco Vázquez García) tenemos un trabajo crítico sobre las clasificaciones diagnósticas del CIE y, sobre todo del DSM en su V edición. Indispensable para entender lo que es realmente y los intereses que esconde la considerada biblia de psiquiatras (y que podríamos generalizar a psicólogos, médicos, educadores sociales…).
Respecto a los escritos del ámbito institucional (dejando para el final el de Julio Rubio). Comenzaremos por Mario Domínguez , que escribe un sugerente texto sobre el sistema jurídico penal y las ciencias psi y su alianza hacia un Estado penal. Eduardo Crespo y Amparo Serrano Pascual nos explica como a partir de la psicologización del malestar creado por la precariedad se consigue despolitizar el problema y trasladarlo a la esfera del supuesto desajuste individual. Teresa Cabruja-Ubach entra en terrenos más polémicos con la argumentación de una hipótesis fuerte: las ciencias psi ejercen implícitamente, en sus discursos y prácticas, formas de violencia de género. Guillermo Rendueles, con una amplia trayectoria en la psiquiatría crítica hace una reflexión crítica sobre la medicalización postmoderna de la vida, Los problemas humanos, su propia experiencia, queda reducida a expresiones de trastornos que requieren la intervención del médica, del psiquiatra o del psicólogo. El fracaso de las luchas de la antipsiquiatria en los años 80 tiene mucho que ver, para el autor, con este estado de las cosas.
En los análisis del ámbito culturales hay también aportaciones muy destacadas. Empezando por el artículo escrito por el coordinador, Roberto Rodriguez López sobre el papel de la literatura de autoayuda en la gestión de las subjetividades en el proyecto neoliberal. Junto al de Jan de Vos (que insiste en el mismo tema y luego comentaré, tenemos el artículo conjunto de (S) García Dauder y Patricia Amigo Leache, que cuestión el sexismo de la ideología que se escuda en las neurociencias y que se manifiesta a través del programa Redes de Eduardo Punset. Finalmente Santiago López Petit concluye con un texto potente en el que reivindica con fuerza la radicalidad la politización de su verdad biográfica.
Paso ahora a los artículos que, sin desmerecer a los otros, me han llamado más la atención. El primero es el de Nikolas Rose, sociólogo inglés que ha elaborado un trabajo teórico y empírico muy interesante desde el camino abierto por Foucault con su noción de biopolítica. Hay que destacar que solo hay un libro traducido al español del autor ( que además no se distribuye en España) que es Políticas de la vida. El resto son artículos como el que me ocupa, «La psicología como ciencia social» (escrito en el 2008). Un texto que aborda una genealogía de la aparición de la psicología como ciencia social de lo individual desde su contexto sociopolítico ( malestar social, importancia educación, publicidad, marketing) y con una función normalizadora. Ello en el contexto histórico de las sociedades liberal-democráticas en su proyecto de introducir unos modelos determinados de racionalidad para moldear a los sujetos. Ello a través de una interiorización de los conceptos y discursos de la psicología a nivel cotidiano e institucional y a la aparición de un dispositivo académico importante : revistas, manuales, titulaciones, colegios profesionales, departamentos universitarios. Se trata entonces de entender que son las prácticas elaboradas para gobernar las conductas (en la escuela, la fábrica, cuartel, prisión, hospital ) las que llevan a la creación de la psicología como ciencia social. Porque de lo que se trata es de dar pautas sociales para la adaptación a la sociedad, paralelamente al médico que dará las pautas biológicas, y de diseñar mecanismos para corregir las anomalías. Psicología es, entonces, un híbrido entre lo administrativo y lo filosófico, aunque tiene un papel preciso: administrar la conducta de los sujetos en el seno de la variedad de proyectos políticos que aparecen en el siglo XX. Pero lo que se pregunta finalmente Nikolas Rose ( y la respuesta, como demuestran sus trabajos posteriores, será afirmativa) sino pasaremos del siglo de la psicología y la mente (siglo XX) al de las neurociencias y el cerebro (siglo XXI). Hay también otro artículo del psicólogo crítico también inglés, que es Ian Parker. Investiga en su artículo sobre los modelos de locura ( biologista, cognitivo-conductista, sistémico y psicoanalítico) para abordar sus diferencias epistemológicas y ontológicas y a y las derivaciones prácticas que implican. Pero es muy interesante como abre el problema a la noción de justicia social aplicado a la locura, que consistiría en abrirse a un quinto modelo que sería el que se elabora desde la voz de los propios locos. Se trata entonces de no aceptar el dominio de los expertos. Y también en situar su problemática en el contexto de una sociedad que, como bien analizó Marx, es una sociedad alienada.
El artículo de Francisco Vázquez García , en el ámbito de la epistemología como el anterior, es el que puede considerarse más estrictamente filosófico. Tiene un interés excepcional, porque nos permite aproximarnos a los trabajos de un gran y desconocido filósofo francés del siglo XX, Georges Canguilhem (1904-1956). Ya en el año 1956 di{o una conferencia en la que cuestionaba el estatuto epistemológico de la psicología y ponía de manifiesto su papel clave dentro de los mecanismos de control social. En el primer aspecto señaló su incapacidad para construirle manera autónomo su objeto de estudio y hace una genealogía de la psicología a partir de esta dispersión. Posteriormente va elaborando esta crítica a partir de problematizar la noción conductista de adaptación y de abordaje del comportamiento como respuesta a un estímulo. Por el contrario, Canguilhem, va armando la noción de normatividad vital, para hacer referencia a la manera como los organismos vivos (entre los cuales el hombre) va creando una manera propia de afirmar su autonomía frente al medio. También se muestra crítico con trasladar la noción biológica de adaptación a la sociedad. También criticó con rigor el reduccionismo de las neurociencias y los excesos farmacológicos. Criticó la medicina y la psiquiatría pero sin caer en las posiciones de la antipsiquiatría o la antimedicina. Pero también Georges Canguilhem apuntaba que otra psicología era posible. Excelente introducción a Georges Canguilhem, en todo caso, y a su rigurosa crítica de la psicología.
Jan de Vos sobre los procesos de psicologización y neurologización en la época digital. En la primera parte apunta como la literatura de autoayuda y la psicología popular acaban concluyendo en la necesidad de un experto, que es el psicólogo, que es el Gran Otro que te enseñará como gestionar tu vida. El paso al dominio de las neurociencias continua con el mismo planteamiento, pero situando la gestión en la supuesta materialidad del cerebro. Dice supuesta porque conduce a la digitilización, ya que el cerebro aparece como un espacio virtual. Hay un proceso en el cual uno se convierte en una especie de agente separado de si mismo, que es el objeto a gestionar con la ayuda de los expertos. Pero hay en el fondo, en nuestro interés por la psicología y la neuropsicología una especie de intento reconectar con un yo y un mundo real del que la modernidad parece habernos separado. Un artículo muy sugerente.
Hay finalmente un artículo desgarrador, vital, que no tiene nada que ver con los anteriores pero que nos golpea más que ninguno. Se trata de la «Criminalización de la infancia», testimonio de Julio Rubio Gómez que ningún psicólogo, educador social o profesor de adolescentes debería dejar de leer. Una interpelación de la que no nos deberíamos evadir.
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