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Amores raros

En el Fondo hay lugar, La Nación y Nietszche

Fuentes: Debate

Uno se cruza, de vez en cuando, con parejas que lucen como incomprensibles, se diría que casi inaceptables a los ojos de los de afuera. Mujeres impactantes que caminan del brazo de hombres que aparecen como minúsculos. Hombres acompañados por mujeres que uno jamás imaginaría podrían ser la elegida de ese personaje. Pero es así. […]

Uno se cruza, de vez en cuando, con parejas que lucen como incomprensibles, se diría que casi inaceptables a los ojos de los de afuera.

Mujeres impactantes que caminan del brazo de hombres que aparecen como minúsculos. Hombres acompañados por mujeres que uno jamás imaginaría podrían ser la elegida de ese personaje.

Pero es así. Y, como está dicho que Dios escribe derecho en líneas torcidas, hay que  creer o reventar.

Esas extrañas parejas, uno va descubriendo, se dan también en otros aspectos de la vida real.

También sucede en la política. En la que, también, hay amores raros. Y los hechos nuevos relacionados con el Fondo Monetario Internacional evidencian la existencia de matrimonios virtuales que, aunque uno sabe que existen y cree conocer los motivos de su unión, descubrirlos en el kiosco vuelve a sorprender, como esas parejas de las que veníamos hablando.

El miércoles 24, con satisfacción sin disimulo, La Nación tituló: «El FMI vuelve al país para revisar los datos del Indec».
El título es correcto. Pero la ironía expresada aquí no es un exceso de suspicacia y menos aún de malevolencia.
Es, sencillamente, el registro de una confesión sincera, una muestra de espontaneidad que blanquea la ideología del diario.

Escribir «El FMI vuelve al país», así expresado, transmite satisfacción, alivio, algo así como la alegría de sentirse protegido.

Confieso que, cuando La Nación evidencia en forma prístina su ideología, siento la satisfacción de observar cómo un medio no oculta lo que cree y pone en la palestra la intimidad de sus creencias.

Claro que, para no pecar de ingenuidad, esto se puede vivir así ahora, cuando no hay marines dispuestos a intervenir -suponemos, por lo menos, y por ahora- para protegernos. Esta carta deberá ser mirada con otros ojos en caso de ganar, en dos años, la presidencia estadounidense Sarah Palin y su Tea Party.

Por supuesto que el título de La Nación quiso ser también una herramienta en la batalla contra el Gobierno. Pero, más allá de eso, la convicción existe. Y, como todo amor que se precie, todo lo olvida y lo perdona. Inclusive el recuerdo de que los consejos del FMI condujeron varias veces al país (y a varios otros, ya se está viendo) por el peor de los caminos.
Hoy, en cambio, existe un pedido de colaboración al FMI para elaborar un nuevo Índice de Precios al Consumidor. A fin de cuentas, la Argentina es miembro pleno del Fondo, tiene un asiento allí y, como señaló bien el ministro Amado Boudou, «usamos lo que nos sirve y no usamos lo que no nos sirve.»

De todos modos, ese festejo encubierto por la próxima visita de los recurrentes Mr. Marshall no se compadece demasiado con el objetivo periodístico, no confesado, de dañar en profundidad al Gobierno. Ningún voto progresista ni de izquierda se escapará del redil K por esa nueva circunstancia, y sí se sumarán, sin duda, votos del centro político.

Advertir en La Nación deslices de este tipo, aunque se trate también de concesiones a buena parte de sus lectores, permite tolerar mejor el asedio mediático al que la derecha somete al Gobierno.

Friedrich Nietszche escribió algo parecido a que «el arte existe para que la realidad no sea insoportable.» Como no gugleo esta cita no se me puede hacer fe de su literalidad. Pero, en todo caso, Nietszche escribió en alemán y se le parece bastante.

Lo de La Nación, de alguna manera, se parece al arte.

Y olvidarse una semana de Clarín, también.

Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar/2010/11/26/3402.php