México, DF.- La escritora Rosa Beltrán (1960) ha revitalizado el universo editorial de la UNAM, con la publicación de innovadoras antologías y la invitación a escritores para conversar con los estudiantes; desde febrero de 2008, dirige el departamento de Literatura en la Coordinación de Difusión Cultural y con total certeza dice a Clarín.cl «Hay una […]
México, DF.- La escritora Rosa Beltrán (1960) ha revitalizado el universo editorial de la UNAM, con la publicación de innovadoras antologías y la invitación a escritores para conversar con los estudiantes; desde febrero de 2008, dirige el departamento de Literatura en la Coordinación de Difusión Cultural y con total certeza dice a Clarín.cl «Hay una crisis en la cultura, ante el cierre de espacios, suplementos y revistas, por la misma razón habrá que dar la batalla»
Autora de: La espera (1986); Amores que mata (1996); América sin americanismos (Premio Florence Fishbaum, 1997); La corte de los ilusos (Premio Planeta, 1995); El paraíso que fuimos (2002); Optimistas (2006) y Alta infidelidad (Alfaguara, 2006).
En entrevista con Clarín, la doctora Rosa Beltrán enumera cada uno de los proyectos literarios de la UNAM, por ejemplo, la expansión de los discos-libros Voz viva; con la pérdida de Roberto Bolaño, ya piensa en invitar a Andrés Neuman para leer en voz alta. Al mismo tiempo, hace un recorrido por su trabajo de escritora-lectora-editora y opina sobre el Bicentenario: «No creo que tengamos absolutamente nada por qué celebrar, pero sí es una oportunidad para reescribir acerca de las exclusiones».
MC.- Acabas de regresar de Francia, ¿qué balance haces de la participación de la UNAM en el Salón del Libro de París?
RB.- Fue una oportunidad magnífica para la Universidad, de tener cierta presencia, porque no había ocurrido que los libros que se publicaban en la UNAM estuvieran exhibidos en París; se hizo una selección, por supuesto, fue a través de la Dirección de Fomento Editorial que se llevaron los libros, pero en la Dirección de Literatura nos preocupamos, precisamente, por llevar las antologías de los autores en lengua española, hay una larga trayectoria en la Dirección de publicar a los autores más representativos de su momento histórico en una antología; llevamos también muchos de los materiales de lectura -de la primera y la segunda época-, los discos de Voz viva de México y algunos de los autores más jóvenes que estamos publicando ahora, la serie Rayuela y los ensayos literarios que publicamos con Pértiga.
MC.- En Proceso (1683), leímos una entrevista realizada por Judith Amador Tello, ahí hablaste de las iniciativas editoriales de la Dirección de Literatura. ¿Qué ha pasado desde aquella serie de anuncios?
RB.- Lo que se vino fue una avalancha de proyectos que crecen y crecen y que amenazan con terminar con mi salud, pero no con mi entusiasmo. Vamos a presentar la antología Sólo cuento, se editará anualmente, ya tenemos los dos primeros volúmenes; la idea que está detrás es publicar a los cuentistas contemporáneos vivos de nuestra lengua -los más importantes- también la editaremos cada año, creemos que el único sitio donde puede tomarse la temperatura de lo que está experimentando el cuento -que es el laboratorio literario por excelencia en nuestra lengua-, si bien hay editoriales que se han ocupado de publicar cuentos, Páginas de espuma es una de ellas, no existe, como sí existe en la tradición anglosajona, un sitio que albergue al cuento, esto vamos a presentarlo próximamente. Está por salir el libro Cine y literatura que inicia nuestra colección de Cultura cinematográfica, con cuentos de Noriega Hope, Novo, Villaurrutia y Concha Urquiza, en fin, una serie de autores de la primera mitad del siglo XX, hasta autores de la segunda mitad del siglo, con ilustraciones de la Cineteca y la Filmoteca de la UNAM, que consisten en carteles de las películas que hacen referencia a cada cuento. Presentamos varios libros en la Feria del Libro de Minería, ahora para la FIL Guadalajara 2009 estamos preparando una antología y dos libros de autores chicanos, todo esto nos parece que es inédito en la Dirección de Literatura: empezar a abrir el canon hacia escritores, que a pesar de escribir en nuestra lengua, no han ingresado al largo índice de escritores que debieran ser leídos en este momento. Estamos pensando extender nuestra colección de ensayos literarios -más allá de lo que hacemos con Pértiga– hemos publicado tres distintos autores y vamos a ampliar la serie con otros escritores.
MC.- El tema central de la entrevista con Proceso pudo interpretarse como una «queja» por el aislamiento de los escritores en el ámbito universitario, sea por imposibilidades burocráticas para ingresar a impartir cátedra en la UNAM o desinterés. ¿Hubo eco? ¿Escritores que te llamaron para preguntar en qué podían colaborar? y en ese sentido, ¿quién leerá después de la visita de Eduardo Galeano?
RB.- Hubo un eco mucho más de lo que yo me hubiera imaginado, no solamente los escritores se pronunciaron, sino los propios académicos. Esto me sorprendió favorablemente, uno de mis intereses ha sido vincular lo que hacemos con la Universidad, pero también fuera -con la comunidad- y coincidimos en muchas universidades en que hemos expulsado a quienes estudiamos dentro de las humanidades y la cultura, es decir a los escritores; tenemos que conseguir un momento histórico como el de hace 30 o 40 años, para acceder a la literatura por distintas vías y no solamente por los estudios teóricos (herederos del formalismo y estructuralismo norteamericano, francés, ruso, etcétera). El proyecto de traer escritores a la UNAM obedece a esta idea, junto con Eduardo Galeano, aceptó la invitación Mario Vargas Llosa en el marco del homenaje a Onetti; por otra parte, vamos a traer a un grupo de escritores eslovenos -porque estamos editando una antología de cuento esloveno-, el próximo año lo haremos con escritores ucranianos, también existe la idea de que vengan Claudio Magris y probablemente Roberto Calasso. Así como traemos a los escritores, los llevamos a las preparatorias, a las escuelas de artes plásticas, a las distintas facultades, las autoras y autores hablan de su quehacer literario con un recibimiento extraordinario, realmente a los estudiantes les interesa mucho oír hablar a un escritor porque se dan cuenta de que además de leerlos -y de que la literatura está en eso que están leyendo-, como decía Juan José Arreola: «la literatura tiene la capacidad de encontrar los vitrales de Chartres en una rebanada de jitomate, y en una sopa de mariscos los misterios del fondo marino», la literatura es una forma de vida, una forma de ver el mundo.
MC.- Hemos abarcado -a grandes rasgos- tu trabajo como «no-funcionaria» del Subsistema UNAM…
RB.- Funcionaria jamás…
MC.- También nos interesas como escritora y editora (el año pasado publicaste una antología de cuento italiano). ¿Ayudó en algo para tu formación la edición vertiginosa de La Jornada Semanal? ¿Tenías otras experiencias?
RB.- Yo tenía experiencias anteriores como editora, porque cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) trabajaba en la Editorial Grijalbo, ahí tenía a mi cargo dos colecciones importantes: la de narrativa y la de ensayo literario -Rogelio Carvajal estaba al frente de esta sección literaria y Aldo Falabella Tucci era el director general-, así que ahí comenzó mi trabajo editorial. Después hice corrección de estilo, traductora, trabajé freelance para distintas editoriales, así que lo de La Jornada era de alguna manera natural, una llegada natural a un mundo que ya conocía y que ha ido paralelo, con la tarea de escribir e impartir clases de literatura; todo se complementa, yo lo veo como un continuo, hacer libros es fascinante, tener la posibilidad de elegir los libros que tú querrías leer y que sientes -de una manera quizás utópica- que no llegarían a ser publicados sino fuera porque junto con otras personas has hecho el esfuerzo deliberado para que estén, es mi tanque de oxigeno, no es una obligación, es algo que se da de manera natural, pero no podría vivir sin leer y escribir al mismo tiempo, todo abreva, «todo está en todas las cosas».
MC.- ¿Qué te hace sentir más cómoda? ¿El acelerado ritmo de La Jornada Semanal? ¿O la edición pausada de libros en la UNAM?
RB.- Cómoda no me siento en ninguno de los dos lugares, es un trabajo vertiginoso porque el periodismo exige que estés renovando semanalmente lo que publicas y que una vez publicado ese ejemplar lo olvides para siempre y pases a lo que sigue, tiene un efecto muy inmediato: tanto en hacerlo como en mirar cómo se lee. En el caso de los libros, en apariencia, la vida es más larga, pero lo que hacemos en la Dirección de Literatura no se limita nada más a la edición libros, materiales de lectura y los discos de Voz viva, sino que es un trabajo que tiene que ver con actividades culturales, haremos: «La fiesta del libro y la rosa» un poco inspirados en la idea de Sant Jordi en Barcelona, en la explanada del MUAC se presentarán los escritores, apoyados por las editoriales, para que los estudiantes entrevisten a los autores y se les regale un libro y una rosa, será una fiesta de la lectura. Ambos son trabajos vertiginosos de distinta manera, por supuesto que la posición más cómoda es la del lector, el estado ideal que no he tenido hace mucho tiempo, que consiste en leer con pausa y por segunda vez eso mismo que edito y otros libros; pero hay épocas en la vida en las que toca estar ahí, yo creo en eso, no es causal que me hubieran ofrecido por tercera vez la Dirección de Literatura, resumido en la frase de Borges: «todo azar es una cita», creo que llegó en un momento oportuno, porque hay una crisis en la cultura, es penoso -para ti, para mí- para los que somos lectores que desaparezcan tantos suplementos literarios y revistas, que se cierren los espacios para la cultura, pero por la misma razón habrá que dar la batalla, el hecho de que el mercado reduzca lo literario a un solo tipo, una forma de escritura, permite que se abran estas otras fuentes, donde lo experimental, lo distinto, lo diferente pueda tener cabida.
MC.- Entre todas las actividades universitarias y editoriales, ¿a qué hora escribes?
RB.- Mi vida siempre ha tenido un orden muy caótico, esa es la forma en la que yo funciono ¿se le puede llamar funcionar al hecho de vivir en distintos lugares y momentos? Quizás es un contagio del zapping, así vivimos en la posmodernidad, lo que ha hecho el zapping es empalmar las tareas y obligarme a madrugar o escribir de noche, antes tenía un horario fijo de lectura -un número de horas específicas de lectura por día- salvo cuando tenía clases cambiaba los horarios, lo que hago ahora es amoldarme, no tratar de resistirme pensando que tengo que escribir solamente en cierto horario, en cierta forma, en un lugar predeterminado -mi estudio u oficina- es decir: abandonar un poco el fetiche y aprovechar todos los momentos en que estoy despierta fuera del trabajo para hacer literatura.
MC.- La poeta Enzia Verducci coordina la dirección de literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, la semana pasada nombraron a la escritora Laura Emilia Pacheco como directora de publicaciones de CONACULTA, y tú diriges la sección literaria de Difusión cultural de la UNAM. ¿Las escritoras están en igualdad de condiciones dentro de la administración pública?
RB.- El hecho de que haya mujeres en cargos culturales en este momento implica un salto al vacío por la conclusión a la que llegas, cuando preguntas si estamos en igualdad de condiciones. Al coincidir más mujeres en cargos públicos es solamente parte de un proceso histórico; en la facultad de Filosofía y Letras, en las carreras de Humanidades, en el quehacer cultural hay cada vez más mujeres y esto obedece a un factor económico: muchos hombres han decidido irse a carreras más rentables, quizás porque siguen pensando en su función proveedora es «primordial», quizás también porque las mujeres hemos aprovechado estos espacios; yo no podría hacer otra cosa que la que hago, es algo que tengo en claro desde muy temprano y el hecho de que haya más mujeres -por supuesto- me da un gusto enorme, cualquier forma de marginación y exclusión me parece una más de las evidencias de la injusticia, pero eso no quiere decir que por ser mujeres tengamos el mismo criterio, cualquier tipo de generalizaciones es una forma de reduccionismo, diría que tenemos diferentes estilos, a cada una nos interesan más otros géneros, pero sí encuentro un punto común: como nos ha costado mucho trabajo hacer lo que hacemos, abrirnos espacios y ganarnos la vida, un factor común es que somos muy trabajadoras -quizás está mal decirlo-, ambas escritoras que mencionas, una poeta y otra narradora, son mujeres que trabajan muchas horas al día, son muy ejecutivas y han encontrado estrategias que no eran utilizadas por sus homólogos masculinos.
MC.- ¿Eres feminista al escribir?
RB.- ¿Soy feminista?, ¿tú no? si todos somos machistas, por desgracia las mujeres somos machistas y es terrible. Al escribir no soy feminista, no creo que deba existir una tesis detrás de lo que escribo, en las artes no puedes partir de un esquema ideológico previo o proyecto moral, de lo contrario uno no hace literatura, hace cualquier otra cosa menos literatura; cuando escribo pienso en hacerlo desde un lugar que no tiene que ver con la parte crítica y analítica que muchas veces llega después y de rebote -a través de los lectores y críticos-, el hecho de escribir responde a otras necesidades, básicamente a la capacidad de decir lo que no ha sido dicho, o bien, con lo que me tropiezo, o lo que no encuentro cómo decir, es un trabajo sobre lo silenciado, lo enigmático.
MC.- Me parece -a riesgo de equivocarme- que tus personajes femeninos, por lo menos, en Amores que matan -son ellas las que sufren la ironía-, en Alta infidelidad -son ellas las que hacen justicia por cuenta propia- y en La corte de los ilusos -son ellas las que predominan en las emociones-, ¿cómo defines a las mujeres en tu narrativa?
RB.- Sólo puedo escribir desde este cuerpo, pero eso implica un acto travestista, es interesante que digas que las mujeres predominan en términos de protagonismo y emociones, porque la mayoría de los personajes de La corte de los ilusos son masculinos y porque el protagonista -Agustín de Iturbide- es un hombre, salvo que la novela está escrita desde el punto de vista de ellas y eso es lo que se queda al final, lo que hace que en términos de emoción encuentres un papel preponderante en los papeles femeninos. No hay una actitud vindicativa, al contrario, creo que el fracaso de Iturbide en La corte de los ilusos, es el fracaso del hombre público en el ámbito de la vida privada, el fracaso del poder es homologable con el fracaso de la princesa Nicolasa: el sueño romántico del amor, los dos son los proyectos principales de la novela del sigo XIX, pero aquí el poder y el amor son tratados con ironía. En todas mis obras hay una especie de revisionismo, lo mismo ocurre en Alta infidelidad, acerca de lo roles designados, algunos críticos han observado que «él» (Julián) es Madame Bovary y «ellas» son Don Juan, que hay una subversión de ambos arquetipos y es posible que así sea.
MC.- En la FIL Guadalajara 2008 decías lo complicado que resulta explicar las razones y sinrazones de tu prosa; cambiaré la pregunta, ¿qué diferencias enfrentas al escribir un personaje de no-ficción como Agustín de Iturbide?
RB.- Tiene que ver con ese acto travestista del que hablaba, cuando yo empecé a leer La metamorfosis de Kafka yo era Gregorio Samsa, cuando leí El Quijote yo no era Dulcinea, yo era él, incluso a veces era Sancho, en fin, me di cuenta que leer desde este cuerpo implica necesariamente un acto travestista y diluir esta idea de la frontera identitaria, de lo que uno es, ocurre de manera natural cuando una es lector, uno es cualquier posibilidad. Uno es el presente, pero también es el pasado y estos personajes históricos son emblemas, pertenecen al imaginario colectivo, al abordarlos estás hablando de algo que supones parte de un consenso, pero también estás interviniendo ese consenso porque los estás reinventando, puedes imaginarlos en situaciones donde la Historia -así con mayúscula- ha olvidado ponerlos, en el caso de las mujeres, volviendo a tu pregunta, normalmente habían sido los grandes extras de la película de la historia, en el caso del personaje público siempre es tratado a partir de números y estadísticas: cuántas batallas, cuántos logros, qué cargos políticos ¿qué pasa cuando ese esquema se rompe?, cuando es el otro lado, el de las emociones, sentimientos, del fracaso y de la propia fragilidad del personaje, la que están por encima del personaje masculino, ¿o al revés? cuando personajes como la «Güera Rodríguez» que aparece en la novela -no como la amante de Iturbide- sino como la mujer que pensando en términos de estadísticas y números organizó las tertulias, compartió con los personajes relevantes, estuvo enterada de las novedades políticas de primera mano y pudo manipularlas, poco se habla en un país tan machista como México del poder de las mujeres, de las estrategias de poder de las mujeres: el silencio como un arma de poder; cuando una mujer habla durante una reunión entre hombres, ha llegado el momento de las toses, de ir por una copa, hasta que retoma la palabra un hombre, pero ese silencio al que habíamos estado obligadas sirve también para que se observen las estrategias de poder. En el caso de Alta infidelidad dos fragmentos hablan del papel de los celos entre los personajes literarios de la historia, me interesó pensar en cosas que se habían abordado poco: ¿Qué papel juegan los celos? ¿Por qué cuando la celotipia termina en una relación, termina la capacidad de escribir? ¿Es una coincidencia? ¿O no? el caso de Tolstoi y Sofía es otro, en la novela Ana Karenina estuvo muy presente como editora Sofía, los diarios de Tolstoi ubican la escritura de la novela en un período de muchos celos en su relación amorosa con Sofía ¿Qué ganancia secundaria tienen estas pasiones negativas en el acto creador? Luego la envidia: ¿cómo puede ser vista como algo satanizable? ¿O la envidia como un elemento equilibrador? No creo en la bondad natural de los seres humanos, pienso que quizás la envidia tenga ese papel antropológico y me interesa explorarlo como en la novela Alta infidelidad.
MC.- El poeta José Emilio Pacheco dijo: «existen dos historias de México que chocan. Pues por un lado, el verdadero libertador de México no fue el cura Miguel Hidalgo, sino Agustín de Iturbide» (Capilla Alfonsina/02.12.2008). ¿Adhieres a la propuesta de José Emilio para reposicionar a Iturbide en la Historia de México con miras al Bicentenario?
RB.- Me interesa muchísimo, no sólo el año que entra sino siempre, hacer esta revisión de personajes que han sido marginados y no del todo, Iturbide es un «no-personaje» que en ciertos momentos de la Historia aparecen y surgen, aunque no con el nombre propio; la Historia no nombra a personajes que reaparecen con una furia inusitada, por ejemplo Los cristeros y el momento que estamos viviendo desde la visita de Juan Pablo II -Karol Wojtyła– a México; en el caso de Iturbide su papel dentro de la Historia y también de la lectura que hemos hecho de un personaje incómodo, tan políticamente incorrecto, me parece algo que vale la pena revisar y junto con él a todos los otros «no-personajes» que han acompañado este proceso histórico. El Bicentenario me parece menos un motivo para celebrar, de hecho no creo que tengamos absolutamente nada por qué celebrar, pero sí es un motivo para reescribir acerca de las exclusiones y los huecos, es una oportunidad magnífica donde los ojos van a estar puestos ahí, para hablar de estos grupos o personas y las lecturas que han quedado al margen de esta Historiografía.
MC.- Finalmente, en la actualidad de tu «orden caótico», ¿qué escribes?
RB.- Estoy terminando un libro de ensayos literarios, sobre esas narrativas sin historia a las que estamos sujetos desde los años ochenta, que tienen mucha influencia de los medios electrónicos, que nos han obligado a ver la realidad de un modo distinto, estoy por terminar ese libro que me pidieron en el Fondo de Cultura Económica. Estoy también escribiendo una novela, que tiene que ver con un proceso histórico poco abordado: la época cristera en la década de 1930, tratará de un convento que estuvo cerrado durante 70 años y creo que es de enorme actualidad, porque habla de un proceso histórico donde la religiosidad y el conservadurismo ingresan en la vida pública, a pesar de estar permeada por un discurso revolucionario.