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En peligro de extinción el arte subterráneo de la Ciudad de México

Fuentes: Desinformémonos

Voy en el Metro, qué grandote, rapidote, qué limpiote, qué diferencia del camión de mi compadre Filemón que va al panteón. Aquí no admiten guajolotes ni tamarindos, zopilotes, ni huacales con elotes ni costales con carbón. Chava Flores Para legitimar su campaña de «limpieza», las autoridades capitalinas buscan que vendedores ambulantes, músicos y usuarios del […]

Voy en el Metro, qué grandote, rapidote, qué limpiote, qué diferencia del camión de mi compadre Filemón que va al panteón.

Aquí no admiten guajolotes ni tamarindos, zopilotes, ni huacales con elotes ni costales con carbón.

Chava Flores

Para legitimar su campaña de «limpieza», las autoridades capitalinas buscan que vendedores ambulantes, músicos y usuarios del Sistema de Transporte Colectivo- Metro se enfrenten por el espacio, denuncia Efraín Caballero, artista que trabaja en los vagones de la línea 3. «Lo que viene es un chingadazo, y esta vez no habrá diálogo», vaticina el integrantes del colectivo «Arte bajo la Ciudad».

Lo que el gobierno no entiende, explica el músico, es que «nosotros somos trabajadores de la cultura. Convertimos un vagón en un foro de expresión y un medio para desarrollar habilidades y mostrarse al público».

El metro es parte del espacio público, considera el músico. «La música debe estar al alcance de todos, no solamente de aquella persona que puede financiarse una entrada a un concierto», agrega. También considera que hay una función social en ello. El vagón «es una muestra de lo que existe en la ciudad, donde convivimos todos. Es una identidad y un compromiso de clase que debemos tener. Vengo al metro, hago lo que me corresponde y regreso a mi barrio a dar clases», explica.

Efraín Caballero vive en Ciudad Netzahualcóyotl, Estado de México. Sus padres, originarios del estado de Puebla, migraron a la capital el país cuando él tenía tan sólo 12 años. «Llegas a la ciudad a chambear para ayudar a la familia. Yo trabajé en imprentas, pero me gusta la música. Me quedé sin trabajo y me aventé a subirme a los camiones. Vi que la remuneración te alcanza hasta para ir a la escuela», recuerda.

Caballero y otros músicos tocan en los vagones del sistema de transporte son cubano y jazz, además de hacer narración oral. «Aplicamos lo que aprendemos en talleres, todo para la gente», declara.

Los intentos de acotar la actividad artística en la vía pública no son nuevos. En el centro de la ciudad, a quienes trabajan como estatuas vivientes los echaron de las calles principales y posteriormente reglamentaron su actividad. Ahora toca a los músicos del metro, quienes serán expulsados a pesar de que no venden productos.

La amenaza llegó con la subida de 66 por ciento a la tarifa del metro. La campaña gubernamental habló de retirar de las instalaciones a los «vagoneros», dentro de los que se incluyó a los vendedores ambulantes y también a los músicos.

Junto a la venta de música -cuya demostración suele rebasar los 300 decibelios, cinco veces más que lo tolerado por el oído humano-, de libros con horóscopos o para bajar de peso y de «novedades» para los niños, entran los músicos -trovadores, rockeros, jaraneros-, con instrumentos en mano. Se calcula que, al menos, hay 150 de ellos trabajando en las distintas líneas del metro.

El grupo «Sergio Campos y sus Dos Huastecos» difunde su música bajo el proyecto «Metrovando». Ofrece una antología de la música tradicional mexicana, un disco que ellos produjeron donde informan que el son estuvo prohibido en otros tiempos, como ahora en el metro.

Proyectos acotados y diálogo de sordos

«El mensaje que manda el gobierno es que no habrá diálogo, y por eso estamos en una campaña de información hacia la gente», explica Efraín Caballero. Varios músicos reparten un volante firmado como «Arte sobre Ruedas», donde llaman a las autoridades al diálogo. «Nos consideran invasores del espacio público, lo que nos hace acreedores a sanciones por la Ley de Cultura Cívica. Esta ley se aplica de manera discrecional, ya que nunca señala que nuestra actividad pueda ser sancionada», explica Caballero.

«Nos quieren amedrentar, pero queremos decir las razones por las que defendemos el espacio público, y denunciar la estrategia de limpieza social en el metro como pretexto para elevar la tarifa», acusa el originario de Puebla.

Las discusiones con las autoridades no son nuevas, pero los artistas acusan que siempre se trató de promesas sin cumplir. «Negociamos sin compromisos concretos, fuimos de reunión en reunión, nos impartimos a nosotros mismos talleres de preparación en guitarra, teatro y técnicas vocales, pero ya los compañeros se cansaron de esperar los permisos», relata Caballero.

Presentaron proyectos de arte en el metro a distintas instituciones por medio de «Arte por todas partes» -lo que incluso les llevó a ganar premios.

En el año 2006 se formó el colectivo «Los de la 3», con artistas que trabajan en la línea de metro Indios Verdes-Universidad. Por medio de proyectos, «logramos hacer conciertos de músicos del metro, lo que fue un ‘chingadazo’ para el sistema», relata Caballero.

En el año 2008 entró a metro el grupo de choque «Fuerza de Tarea», perteneciente a la Secretaría de Seguridad Pública. «Apenas pasábamos el torniquete y nos detenían, y eran 600 pesos de multa o 13 horas de arresto», recuerda el músico.

Los artistas se reorganizaron en el colectivo «Arte bajo la ciudad» y buscaron establecer una relación directa con el las autoridades del metro. «Presentamos el proyecto y especificamos compromisos -sobre la utilización del espacio, horarios y una calidad aceptable que no generase molestias a los usuarios-«, explica Caballero. La respuesta fue que existen cuatro espacios habilitados para tal fin en el metro: Pino Suárez, Copilco, Chabacano y Tacubaya. «Hicimos cuentas y nos tocaba de 20 minutos a cada uno para actuar. No lo aceptamos y ahí quedo la negociación».

Los artistas están conscientes de que esta vez será distinto. Con los gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se le daba dinero a los encargados de vía pública y eso era suficiente para trabajar. Con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), «te envían a meter un proyecto a la Secretaría de Cultura, que casi nunca aprueban», especifica Caballero. Recuerda que todos los años, los artistas discutieron sobre los operativos que llegarían y si iba a estar difícil, pero «ahora tienen una justificación. Y fueron ellos (el gobierno) quienes dejaron crecer el comercio ambulante».

La estrategia, el enfrentamiento interno

El músico asegura que las autoridades tratan de imponer un conflicto entre los vendedores ambulantes, los músicos y los usuarios del metro. «La estrategia es que esto se desborde, y que entre nosotros mismos empecemos a disputar los espacios. Si llega a haber enfrentamiento, qué mejor para ellos», describe.

Una parte de esa estrategia es dejar crecer el comercio informal. «Dejó de haber operativos desde hace unos meses y ya no hay personal para remitir en los lugares que son la base de los vendedores. Luego acusan que si están tomando y que si sólo están haciendo desmadre», detalla el músico.

«Las autoridades vieron la forma en que trabajan los bocineros y también de ahí se agarraron. Le apuestan a que haya una disputa y enfrentamientos por los lugares, y hasta entonces no habrá operativos. Están esperando para lanzar otra campaña y hacer una limpieza justificada», concluye Efraín Caballero.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.