Hace 7 años, el 6 de febrero de 2000, la PFP irrumpió en Ciudad Universitaria para detener a la cabeza del movimiento estudiantil que resistía contra la privatización de la UNAM: más de 2 mil 500 militares disfrazados de gris apresaron a la plenaria del Consejo Generan de Huelga, más de 700 estudiantes de todas […]
Hace 7 años, el 6 de febrero de 2000, la PFP irrumpió en Ciudad Universitaria para detener a la cabeza del movimiento estudiantil que resistía contra la privatización de la UNAM: más de 2 mil 500 militares disfrazados de gris apresaron a la plenaria del Consejo Generan de Huelga, más de 700 estudiantes de todas las escuelas de la Universidad que sesionaban en el auditorio Ché Guevara.
Con esta acción, el gobierno pretendió dar fin a la pelea de los de abajo por defender el derecho a una educación pública, gratuita y de calidad para todos. En sus planes estaba, después de imponer colegiatura en la UNAM, seguir en el sendero de la elitización de la máxima casa de estudios, hasta hacer de ella una institución sólo para los que pudieran pagar por recibir educación en sus aulas; pero no sólo eso, en la agenda del gobierno, pactada con organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el FMI y la OCDE, estaba la privatización de toda la educación media y superior en México. La UNAM era sólo el primer paso para esta nueva, y definitiva ofensiva.
No pudieron. La huelga del CGH de 1999-2000, con su tenacidad, con su resistencia, con sus miles de brigadistas, sus multitudinarias marchas, con su alegre rebeldía, fue una de las primeras, sino es que la primer gran lucha en México que para en seco al neoliberalismo.
Ya habían privatizado y reprivatizado los bancos; ya habían entregado los teléfonos, los ferrocarriles, el cemento, ahora venían por la educación, y se tuvieron que largar con la cola entre las patas. Más de 1000 estudiantes encarcelados tuvo que pagar el movimiento estudiantil (más de 700 del 6 de febrero en CU, y alrededor de 300 del 1º de febrero en la Preparatoria 3), pero al final ellos no pudieron cantar victoria.
Después de esta gran batalla por la educación, vinieron otras luchas históricas, que quedarán marcadas en la memoria de nuestro pueblo. Una de ellas, digna de remembranza y de seguir ejemplo, es la de los campesinos de San Salvador Atenco, que poniendo sus vidas en prenda echaron para atrás un decreto presidencial que les arrebataba sus tierras para construir un aeropuerto.
Después de años de golpeteo, el neoliberalismo estaba recibiendo sus primeras derrotas, y el pueblo por fin comenzaba a cosechar victorias.
En 1982 llegó el neoliberalismo a México, y con él, un largo y doloroso periodo de empobrecimiento masivo de la población; de precarización del trabajo y aumento del desempleo en todos los rincones del país; de degradación progresiva del ambiente social y familiar por el aumento de la violencia, la drogadicción y el crimen como forma de vida en que millones de mexicanos se encuentran, obligados por la carencia de un empleo digno, de un salario que alcance siquiera para la sobrevivencia decorosa.
Es el neoliberalismo, el modelo económico que ha perjudicado gravemente a más de 70 millones de mexicanos, mientras que un puñado de magnates se da una vida de lujos y despilfarro.
Por ello la importancia de aquella huelga rebelde de los universitarios, porque demostró que sí se les puede derrotar, que a los neoliberales, corruptos, represores, entreguistas del gobierno se les puede vencer, para generar alternativas desde abajo, alternativas para mejorar la calidad de vida de todos, para trabajar beneficiando al pueblo, no a los dueños del dinero.
Y es que es posible generar empleos con derechos laborales y prestaciones sociales, como es posible otorgar educación y salud gratuitas a toda la población, y elevar considerablemente la calidad de vida de las familias mexicanas. Ya lo vemos en Bolivia, en Venezuela, en Cuba, cómo los de abajo se alzan, se organizan y avanzan, en contraposición al neoliberalismo salvaje, en la construcción de sociedades más justas, más igualitarias, más democráticas. Claro que sí, es posible, quien lo hace imposible es este sistema económico injusto y quienes lo pregonan.
Este modelo neoliberal, y este sistema capitalista depredador ya le han hecho mucho daño a nuestro pueblo y a los pueblos del mundo.
Veamos lo que hace el genocida George Bush en Irak, enviando tropas a un país donde el pueblo resiste y derrota día a día al imperio más poderoso del mundo. Y en México, sólo falta ver con qué saña se aferran al poder los dueños del dinero, para poder seguir beneficiándose a costillas del pueblo, han sido capaces de atrocidades como las cometidas en Atenco los 3 y 4 de mayo pasados, donde esa misma PFP de hace 7 años, asaltó el pueblo golpeando salvajemente a sus pobladores, encarcelando a 200 personas inocentes y violando a decenas de mujeres; han sido capaces de cometer un fraude electoral para poner a uno de los suyos, el espurio Felipe Calderón, por la fuerza en la silla presidencial; han sido capaces de invadir Oaxaca, para reprimir el movimiento popular que repudia a un gobernador asesino, como lo es Ulises Ruiz.
Batallas como las del CGH se hacen imprescindibles. Con brigadas populares a las calles para contrarrestar las mentiras de Televisa y TV Azteca. Con volantes y carteles exigiendo la renuncia de los espurios Calderón y Ulises Ruiz, y la libertad inmediata para los presos políticos de Atenco y Oaxaca. Con sus consultas y sus marchas de unidad, con sus representantes elegidos democráticamente en asambleas masivas, donde además se organizaba cotidianamente la resistencia, con su tenacidad, con su dignidad, con su entusiasmo y su voluntad inquebrantable.
Todo eso, que marcó la lucha de los estudiantes huelguistas de 1999-2000, hoy tenemos que comenzar a construirlo en todos los rincones del país.
Sí, batallas como las del CGH se hacen imprescindibles.