Cuando el 29 de julio de 2005 Caleb McCarry llegó a su nuevo escritorio, ya tenía en el disco duro de su computadora, convenientemente conectada a la red de redes, una gran cantidad de ficheros donde las palabras «Cuba» e «Internet» se repiten innumerables veces. No se trata de un estudioso de las nuevas tecnologías […]
Cuando el 29 de julio de 2005 Caleb McCarry llegó a su nuevo escritorio, ya tenía en el disco duro de su computadora, convenientemente conectada a la red de redes, una gran cantidad de ficheros donde las palabras «Cuba» e «Internet» se repiten innumerables veces.
No se trata de un estudioso de las nuevas tecnologías y su uso en la Isla, sino todo lo contrario. McCarry es el coordinador del programa para promover una «transición democrática en Cuba», engendro creado por la actual administración Bush bajo cuya férula se han amplificado las duras condiciones del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde hace más de 40 años por los Estados Unidos.
Este programa, denunciado por importantes analistas políticos como un macabro proyecto, que no excluye la agresión militar directa, también pretende restringir el desarrollo económico en diversas esferas, entre ellas las telecomunicaciones, a las cuales, en más de una ocasión, les han impedido acceder a importantes suministros para su modernización.
Quizá el mejor ejemplo de esta criminal estrategia sea el hecho no solo de privar a los cubanos que viven en territorio norteamericano de la posibilidad de viajar a Cuba -limitada a una vez cada tres años- sino, a la vez, restringir sus comunicaciones con sus familiares al impedir que se mejoren las telecomunicaciones de la Mayor de las Antillas.
FIBRA SIN ENLACE
Aunque desde julio de 1994 el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos decidió autorizar la transferencia de datos e información a Cuba a partir de cualquier servidor norteamericano, siempre que no involucrase transferencia de dinero hacia la Isla, Internet solo llegó en 1996.
Según ha denunciado el gobierno cubano en varios foros internacionales, y como consigna el informe que será presentado en la segunda fase de la Cumbre Mundial para la Sociedad de la Información, a celebrarse el próximo noviembre en Túnez, la conexión del archipiélago a la red de redes está mediatizada por las restricciones para conectarse a los cables de fibra óptica -lo cual ampliaría muchísimo el ancho de banda-, y con la obligación de enlazarse con el resto del mundo por satélite, con el consiguiente gasto y lentitud.
A pesar de esto, según datos ofrecidos por la Oficina de Informatización de la Sociedad, ya existen hoy en Cuba más de 1 500 sitios virtuales, 790 000 usuarios de correo electrónico y otros 150 000 de Internet, con el interés para que estas facilidades lleguen a los sectores donde son mucho más necesarias.
En cambio, muy diferente sería si Cuba pudiera conectarse a los cables internacionales de fibra óptica, que como una telaraña rodean a la Isla por los mares que la circundan, sin tocarla siquiera en una ocasión. De hacerlo, las empresas que gestionan estas conexiones serían sancionadas en virtud de la Ley Helms-Burton, y automáticamente perderían su cuota en el jugoso mercado de las telecomunicaciones que representa Estados Unidos.
Esta situación, obliga a priorizar los sectores más importantes, a la vez que pone en una situación muy comprometida a las telecomunicaciones, por limitar el ancho de banda, ser muy cara, y estar sujeta a interferencias atmosféricas.
De hecho, Cuba, una isla ubicada en medio de una gran zona de huracanes, en varias ocasiones se ha visto obligada a soluciones alternativas, cuando los fuertes vientos de un fenómeno atmosférico de este tipo dañan algunas de las antenas que enlazan los sistemas nacionales con los satélites, afectando así las transmisiones internacionales.
La autorización a conectarse a Internet tampoco fue fortuita. Forma parte de la puesta en práctica del llamado «Carril 2» de la Ley Torricelli, de 1992, que reforzó el bloqueo e identificó las comunicaciones con Cuba como una vía para la injerencia en los asuntos internos de nuestro país.
Pero Cuba no puede conectarse a Internet a la velocidad que desee hacerlo o con tantos canales y proveedores independientes como pueda elegir, pues cada vez que se intenta añadir un nuevo canal a Internet, la contraparte estadounidense debe obtener la licencia apropiada del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
PÉRDIDAS CRECIENTES
Dentro de nuestras fronteras, a pesar del amplio plan de digitalización que desarrolla la empresa de Telecomunicaciones de Cuba, ETECSA, desde hace diez años, muchas han sido las limitaciones al no poder adquirir equipamiento de punta en el mercado norteamericano o en empresas de otros países que mantengan relaciones con similares de la Unión.
Por esta y otras razones, el sector cubano de las telecomunicaciones ha sufrido pérdidas millonarias en las actividades de telefonía básica e inalámbrica, sistemas de alarma, comercio electrónico y comunicaciones postales. Un ejemplo de lo anterior es que, solo en la actividad telefónica, en el año 2002 las pérdidas ascendieron a 21,7 millones de dólares.
También por culpa de la adopción de la Ley Helms-Burton, que Estados Unidos puso en vigor en 1996 para reforzar el bloqueo, se frustró la creación de una empresa mixta para la producción de cables de fibra óptica, coaxiales y de transmisión de datos que podrían comercializarse en Cuba, Centroamérica y el Caribe, lo que significó la pérdida de decenas de millones de dólares anuales.
Hasta las comunicaciones inalámbricas han sufrido el impacto de la agresividad yanqui, como lo evidencia el hecho de que la empresa de telefonía celular, CUBACEL, no haya podido concretar muchos acuerdos de roaming* automático con sus similares del continente americano, ya que estos dependen o son subsidiarias de entidades norteamericanas.
Incluso las empresas encargadas de proveer la señalización entre operadores de la norma TDMA y los formatos establecidos para el intercambio de los ficheros de facturación, son estadounidenses, y el Departamento del Tesoro les ha negado la autorización para facilitar estos servicios, con afectaciones que se estiman en dos millones de dólares.
CIBERTERRORISMO «BUENO»
Mientras esto sucede en la arena nacional e internacional, la administración Bush ha dado carta blanca y cuantiosos fondos a las ilegales transmisiones radiales y televisivas subversivas, cuya propaganda terrorista ha venido agrediendo de modo permanente el espacio radioeléctrico cubano casi desde el mismo triunfo de la Revolución.
Sus programaciones, especialmente diseñadas para la incitación al derrocamiento del orden constitucional establecido por el pueblo cubano, han superado en cantidad y potencia cualquier otra actividad similar, a la vez que pisotean acuerdos internacionales de radiodifusión, además de burlarse de las normas y regulaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Estas transmisiones ilegales de radio y televisión buscan, mediante falsas alegaciones, la tergiversación y la propaganda dolosa, promover el desencanto y el cuestionamiento del pueblo a su Revolución, el desacato al orden constitucional del país, el enfrentamiento con sus autoridades, y la emigración ilegal de cubanos poniendo en riesgo sus vidas.
Además, el actual gobierno norteamericano ha destinado otras sumas millonarias para crear y financiar sitios en Internet que bajo el supuesto de «difundir la verdad de Cuba», en realidad alientan el terrorismo y la desestabilización interna, violando la Convención de Ginebra, por solo citar uno de los tantos tratados pisoteados.
Y por si fuera poco, organizaciones de corte terrorista, como Alpha 66, Comandos L y otras, desde sus web, hospedadas abiertamente en empresas norteamericanas, incitan públicamente al asesinato, el sabotaje y la muerte, aupadas por la ceguera de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, que no quiere ver este «terrorismo bueno», conveniente para los intereses norteamericanos.
*Término que en inglés significa vagar o vagabundear. En telefonía móvil es la contratación del servicio mediante el cual el celular puede hacer y recibir llamadas fuera del área de servicio local original.