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Ensayo sobre la nulidad en Bolivia

Fuentes: El Salto

Las elecciones judiciales en Bolivia se saldan con un alucinante triunfo del voto nulo (51,35%). La oposición y el descontento con las arbitrariedades de Evo Morales deslegitiman el proceso.

«El voto nulo en las elecciones judiciales no ha sido un simple voto; las papeletas de los y las votantes expresaban rabia, burla, grito, deseo de manifestarse, indignación, ingenio, pérdida de respeto e iniciativa propia. Eso convierte al voto nulo en algo más que una cifra, lo convierte en un sentimiento y en una postura política que dice ¡basta! Un dato político sin propietario y sin aglutinamiento, la única confluencia es un gran basta, un basta que abre el postevismo». Ese es el balance que hacía este miércoles 6 de diciembre la anarcofeminista boliviana María Galindo tras el triunfo -aún en ciernes en ese momento- del voto nulo en las elecciones judiciales celebradas el domingo anterior.

Y es que los resultados son propios de la imaginación de José Saramago. No se trata de la abstención rebelde de ‘Ensayo sobre la lucidez‘. Entre otras cosas porque el voto es obligatorio en el Estado Plurinacional de Bolivia y no ir a las urnas supone una multa (25% del salario mínimo) y el impedimento de hacer determinados trámites públicos. Así que el 3 de diciembre asistió a votar el 84,21% del censo electoral, casi 5,5 millones de ciudadanas y ciudadanos. Pero de ellos, sólo el 35,02% de los votos son válidos y con esas 1,9 millones de papeletas se ha elegido a los titulares del Tribunal Constitucional Plurinacional, del Tribunal Supremo de Justicia o del Tribunal Agroalimentario, entre otros. La legitimidad de los nuevos cargos es ridícula. 2.784.138 personas optaron por el voto nulo (51,35% del total) y otras 739,242 dejaron su voto en blanco (13,63%). Es decir, el 65% de los votos fueron de castigo y quizá, como recuerda Galindo, es que hay un hartazgo acumulado con la manipulación que, desde el poder, se hace de la institucionalidad.

Es cierto que amplios sectores de la oposición política a Evo Morales y al MAS habían llamado a votar nulo, pero también lo hicieron muchos movimientos sociales cansados del hegemonismo político. Hay mucha rabia acumulada, incluso con el propio sistema de elecciones judiciales… porque tiene trampa. Si bien los jueces ya no son elegidos por los diputados, sino en elecciones democráticas, lo que se olvida contar es que son los diputados los que postulan a los candidatos que, además, no pueden hacer campaña.

Pero esa rabia se multiplicó pocos días antes de la votación cuando el 28 de noviembre el tribunal Constitucional ignoró los resultados de un referéndum para permitir al presidente reelegirse de nuevo (van tres ya tres reelecciones) celebrado el año pasado en el que Evo perdió. Ahora, el Constitucional hizo una extraña interpretación de la ley y habilitó a todos los cargos públicos, incluido Morales, a «repostularse» en las elecciones de 2019 y 2020.

Retomo la voz de María Galindo porque me parece una de las voces más independientes y directas en Bolivia. Ella hace un llamado en estos días a construir el ‘posevismo’ porque Evo «ya no es el indígena en el gobierno, porque no es un gobierno indígena, ha dejado de ser el pueblo en el poder, porque ya no es un gobierno que represente los intereses populares, ha dejado de ser una revolución democrática porque el MAS ya no tiene ni siquiera una vocación democrática». Y el riesgo el que el posevismo equivalga a entregar el Gobierno a una derecha troglodita como la boliviana -la que representa, por ejemplo, el senador Murillo, de Unidad Nacional, que en el debate sobre la ampliación de la ley del aborto, ‘invitó a las mujeres que han impulsado el cambio legal a suicidarse: «Mátense las mujeres que dicen que quieren hacer lo que les da la gana con su cuerpo (…) Suicídense (…) sean pues responsables»-. Por eso, Galindo recuerda: «El MAS te quita tu voto o se ríe de él. La derecha te quita tu voto también».

La única solución es regresar a la Constitución, ratificada en referéndum en 2009. La Constitución que el Tribunal Constitucional considera que no puede primar ante el derecho humano de ser candidato. Por eso Evo Morales, ignorando el resultado del referéndum de 2016, podrá presentarse para buscar un cuarto mandato a finales de 2019. «Nunca he soñado con ser dirigente, menos presidente. (Prefiero) volver a mi chaco, con mi gente, a trabajar, eso quiero. (…) Pero siento una obligación. Una presión. Un destino a seguir siendo presidente«, explicaba Evo en una reciente entrevista con la BBC. El personalismo está instalado en el Gobierno de Bolivia que interpreta estas elecciones judiciales como un éxito del «pueblo» y un fracaso de la oposición ya que, según Evo Morales, la derecha quería lograr un 70% de votos nulos. ¡Sólo! han supuesto el 51,35%.

El proceso político de Bolivia, que comenzó en 2005, no puede depender de Evo, de Álvaro García Linera o de la nueva casta de poder que se ha generado en el país. Los choques con movimientos indígenas, con el movimiento de mujeres, con cualquiera que contradiga las políticas extractivistas del Ejecutivo son permanentes y el atrincheramiento del primer presidente indígena de Latinoamérica no ayuda a salvaguardar los éxitos.

Bolivia es ahora plurinacional, los pueblos indígenas tienen un peso político inimaginable hace 25 años, la justicia indígena es ahora reconocida, hay experiencias de economía alternativa interesantes aunque marginales, pero Morales y García Linera son víctimas del mosquito del poder: ese que cuando te pica te aleja de tu gente y de tus sueños, de tu origen y de tus compromisos. Evo nos convenció hace años que había que «mandar obedeciendo» pero para eso es imprescindible escuchar y cuando la sordera del poder es tan grave… no parece que haya mucho que hacer. Esa sordera lleva años manifestándose.

Ya hace un par de años, la brillante Silvia Rivera Cusicanqui advertía que quedaba poco del proceso emancipatorio que comenzó en 2005: «Todo esto se ha revertido en un proceso brutal de expropiación de la voluntad colectiva, de exacerbación desarrollista, extractivista y de sustitución de la voluntad común por nuevas formas de representación que son ajenas a la dinámica comunitaria que acompañó los procesos. Estas nuevas formas de sociedad han sido sustituidas por formas prebendales y de corrupción que nos han dejado boquiabiertos por la distancia que hay entre los dichos y los hechos».

Cuestionar a Evo y a su élite no es bombardear el proceso boliviano, sino salvarlo. Los cambios los hacen los pueblos, no los mesías; y utilizar la democracia formal para perpetuarse en la sordera es desconocer el inmenso potencial de ese pueblo boliviano que en tantas batallas ha dejado sangre y energía a cambio de dignidad y resistencia acumulada. No hay salida fácil… lo único que habría que evitar es que la rabia alimentada por Evo no entregue el país a la rancia derecha colonial«.

Fuente: http://www.elsaltodiario.com/descentradas/ensayo-sobre-la-nulidad-en-bolivia