1. Introducción a José Vasconcelos y a su proyecto.
“He revisado, por ejemplo, los programas de esta nuestra Universidad [UNAM] y he visto que aquí se enseña Literatura francesa, con tragedia raciniana [alude a Jean Racineii] inclusive, y me hubiese envanecido de ello, si no fuese porque en el corazón traigo impreso el espectáculo de los niños abandonados en los barrios de todas nuestras ciudades, de todas nuestras aldeas, niños que el Estado debiera alimentar y educar, reconociendo al hacerlo, el deber más elemental de una verdadera civilización. Por más que debo reconocer y reconozco la sabiduría de muchos de los señores profesores, no puedo dejar de creer que un Estado, cualquiera que él sea, que permite que subsista el contraste del absoluto desamparo con la sabiduría intensa o la riqueza extrema, es un Estado injusto, cruel y rematadamente bárbaro.iii”
El texto corresponde al: “Discurso de la Universidad” (1920) pronunciado por el filósofo humanista, educador, político (llego a candidatearse como Presidente de México en 1929), ensayista, funcionario público (Secretario de Educación Pública de México, Rector de la Universidad Autónoma Nacional de México y Director de la Biblioteca Nacional de México) José Vasconcelos (Oaxaca, 1882-1959).
En este trabajo me interesa revisar algunos aspectos significativos de su proyecto educativo en un intento por demostrar que entre los años 1920 y 1924 José Vasconcelos intentó implementar un programa de transformación profunda a nivel educativo en México con dos objetivos centrales: por un lado, romper con el circulo vicioso de la colonización cultural y pedagógica de las potencias del Atlántico Norte; por otro lado, promover, difundir, motivar y expresar la cultura, identidad y valores propios de la cultura iberoamericana , mestiza, sincrética y sincretista, que él llama: Raza Cósmica
Volver sobre la vida y obra de José Vasconcelos es explorar un pensamiento que pareciera estar siempre despierto, en cada párrafo el lector o lectora actual puede sentirse interpelado/a. Probablemente por tener la particularidad de ser un pensamiento integral, que al tiempo que pensaba su tiempo transformaba su tiempo. Un impulso creativo y creador que generó otra relación con los tiempos pasados, presentes y futuros. Por sobre todas las cosas es un pensamiento de un hombre que intento revivificar la esencia, identidad, espiritualidad y mística de Iberoamérica en los momentos de la embestida más radical de la matriz de pensamiento positivista eurocéntrica.
En parte, algunasiv de sus nociones e ideas fundamentales de su obra se pueden ligar con las vivencias que Vasconcelos tuvo desde sus primeros años como hijo de una madre abocada a la práctica de la fe católica y un padre que trabajaba de funcionario de aduana. El joven Vasconcelos mientras recibía una instrucción y crianza empapada en la espiritualidad y sensibilidad cristiana, se traslada a diferentes regiones de México por el tipo de trabajo de su padre. La familia se mudó a la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, donde asistió a la escuela en Eagle Pass, Texas. Se hizo bilingüe en inglés y español, abriendo las puertas para la lectura de texto de habla inglesa. La familia también vivió en Campeche durante un período cuando el área de la frontera norte era inestable. Como señalan varios estudiososv, la frontera de Texas probablemente contribuyó a fomentar su idea de la “raza cósmica” como el rechazo a la cultura Anglosajona.
Como señalan sus biógrafosvi, José Vasconcelos tenía la intención de estudiar Filosofía, no obstante, no era una época propicia para la indagación de temas esenciales para los humanos. Más bien, Vasconcelos creció en un México en donde los humanos eran aniquilados, desplazados, descartados en pos del capital privado e internacional. Eran tiempos del “Porfiriato”, llamado así por Porfirio Díaz (Oaxaca, 1830-1915), un político y militar que con los más diversos artilugios (fraudes/asesinato de opositores/golpes de Estado) gobernó México durante más de tres décadas (1876-1910).
En el área cultural, académica, política y científica la corriente positivista era hegemónica, probablemente por cumplir con el complejo e impugnable objetivo de dar explicaciones para todas las atrocidades cometidas sobre el pueblo de México (indígena, mestizo, católico, comunitario) en nombre del progreso. Uno de los principales estudiosos del tema, Abelardo Villegas (Ciudad de México, 1934-2001), señala: “El positivismo se introdujo en México como filosofía, como sistema educativo y como arma política.vii” Villegas explica que los liberales positivistas veían como un estorbo para el desarrollo de la riqueza del capitalismo (única vía hacia el afianzamiento de una Nación prospera desde su concepción) la existencia de tierras comunitarias, ya indígenas y/o católicas. Al mismo tiempo, cualquier creencia metafísica era considerada como signo del atraso de México.
Los Liberales Positivistas en el Gobierno de México buscaban resolver el déficit económico generado por las Guerras Civiles, entre Liberales y Conservadores, y las luchas contra las invasiones imperialistas francesas y estadounidenses. Los hacendados por otra parte, buscaban obtener más tierras para posicionarse como el sector más rico de México. Villegas afirma: “La nacionalización [expropiación de las tierras de las comunidades] demostró lo quimérico de tales propósitos para los Positivistas. […] el liberalismo triunfante no pudo financiarse con ellos, sin duda fue ese fracaso lo que abrió la puerta al Capital foráneo, operación que fue uno de los rasgos salientes del Porfirismo.viii”
Vasconcelos combatió el proyecto liberal iniciado a mediados del siglo XIX durante la Presidencia de Benito Juárez (Oaxaca, 1806-1872) y continuado luego por “Los Científicos” de Porfirio Díaz fundando en 1909, con otros jóvenes como Antonio Caso, Alfonso Reyes y el dominicano Pedro Henríquez Ureña, una agrupación Iberoamericanista, humanista, espiritualista, antipositivista y juvenil llamada: “Ateneo de la Juventud”ix. Por críticas agudas al gobierno al Porfiriato, Vasconcelos debió exiliarse en Estado Unidos. A pesar de las persecuciones que sufrieron quienes combatían al régimen, la batalla académica, cultural, política e ideológica que habían emprendido Vasconcelos y sus amigos impulsó y/ acompaño una serie de manifestaciones que llevaron al estallido de la Revolución Mexicana en 1910. En aquel desenlace, que será violento, entre un sector que no se quería ir del poder y otro, que se dividía entre quienes pretendían recuperar lo perdido durante los años de hegemonía liberal desde los tiempos de Benito Juárez (campesinos y pequeños propietarios) y los descontentos de las ciudades (profesionales y letrados) quienes soñaban con forjar una República a imagen y semejanza de los países democráticos de Europa y Norteamérica. Vasconcelos se decide por estos últimos al principio, y por los líderes de las masas populares campesinas (Francisco “Pancho” Villa y Emiliano Zapata), después.
Entre 1909 y 1911 se acerca a las filas del Partido Antirreleccionista fundado por Francisco Madero (Coahuila, 1873-1913), primer Presidente del México Revolucionario (noviembre, 1911- febrero, 1913). La violencia de una Revolución que desborda todo lo previsto desencadena en el asesinato de Madero. Bajo aquel escenario decide unirse al Ejército Constitucionalista liderado por Venustiano Carranza. Inicia una tensa relación con Carranza, que empezaba a consolidarse en su afán por dejar de lado a las fuerzas sociales surgidas durante la Revolución. Escribe Vasconcelos: “La falta de programa preciso y el ejercicio del mando fuera de las normas constitucionales y de acuerdo con las conveniencias personales de quien, de hecho, se había constituido en nuevo dictador, dieron pretexto para la discordia.x” En uno de los momentos más trágicos de la Revolución Mexicana, signado por la fragmentación entre los bandos revolucionarios (Los Carrancistas, Villistas y Zapatistas) Vasconcelos, que buscaba ocupar un espacio como maestro y educador del México Revolucionario, decide apoyar a los líderes de las grandes masas campesinas de México formando parte de la Convención de Aguascalientes en octubre de 1914. Dice Vasconcelos: “En estas condiciones y en último esfuerzo para evitar el derramamiento de sangre, un grupo de patriotas ideo la celebración de una Convención Nacional Revolucionaria. Pese a la resistencia opuesta por Carranza se celebró esta Convención en Aguascalientes. […] Estuvieron representados en esta Convención todos los Villistas, todos los Zapatistas y la mayor parte de los Generales de Carranza que públicamente desobedecieron a su Jefe, tomando parte de las deliberaciones de la Asamblea. Redactó la Convención el primer programa revolucionario, un poco más avanzado en materia agraria y en materia obrera que el viejo Plan de San Luis de Potosí.xi”
En aquella convención, Vasconcelos intento cumplir un rol como instructor, hombre de cultura y conector de los revolucionarios con los sectores letrados. Según los narradores de aquel acontecimiento, al momento de tomar la palabra desplego un discurso místico, habló sobre buscar “en el conocimiento nuestra revelación”, haciendo alusión a un momento épico y espiritual que necesita de un esfuerzo épico y espiritual para el México del futuro.xii” El efímero gobierno de la Convención lo nombra como Ministro de Instrucción Pública. Unos meses después se desatan los enfrentamientos armados entre Carranza de un lado, Villa y Zapata del otro, en medio de aquellos conflictos, Vasconcelos es enviado al extranjero en busca de lograr el reconocimiento diplomático del Gobierno Revolucionario. Tras la victoria definitiva de Carranza y la sanción de la Constitución de 1917, Vasconcelos se aleja de la vida política mexicana y dedica su tiempo a viajar, estudiar y escribir una serie de libros.
La tormentosa revolución se cruza con las complicadas relaciones amorosas que Vasconcelos tenía con su primera mujer, Serafina Miranda, a raíz de una relación extra matrimonial que mantendrá durante varios años con Elena Arismendi. Frente a estas tensiones, Vasconcelos decide refugiarse en el conocimiento. Se radica en Estados Unidos y dedica largas horas en la Biblioteca de Nueva York al estudio de la Historia, pensamiento y cultura de distintos pueblos del mundo. Se sumerge en la lectura de los llamados clásicos de la Grecia y Roma Antigua. Revisa algunos aspectos de la Revolución Mexicana, probablemente en un intento por comprender aquellos turbulentos tiempos. Estas exploraciones y aprendizajes despliegan una serie de ensayos críticosxiii, filosóficos – sociales, educativos y políticos: Pitágoras, una teoría del ritmo (1916)xiv, Prometeo Vencedor (1916)xv, El monismo estético (1918)xvi, La caída de Carranza; de la dictadura a la libertad, (1920)xvii, Estudios Indostánicos (1920)xviii.
Si sumamos a los libros mencionados otros seis publicados durante los años siguientes: Divagaciones literarias (1922), Orientaciones al pensamiento en México (1922), Ideario de acción (1924), La revulsión de la energía: los ciclos de la fuerza, el cambio y la existencia (1924), La Raza Cósmica (1925) y Tratado de Metafísica (1929); podríamos marcar al menos cinco tendencias o constantes en su propuesta de pensamiento-acción para Iberoamérica:
1) Dar por finalizada la importación de ideas, conceptos y nociones de la vieja Europa, por ser ya obsoletos, antiguos para los seres que habitan y habitaran las Américas;
2) Dejar de trasplantar en nuestra región a los modelos educativos – pedagógicos ya existentes en otras regiones del mundo, para Vasconcelos, en las Américas se encuentra el germen de una civilización nueva que deberá buscar en su espíritu, en su acontecer, un nuevo modelo educativo pedagógico;
3) Estudiar la historia, pensamiento y cultura de la Grecia pitagórica y la India de Buda, cuna de Oriente y Occidente, proponerlos como modelos históricos a ensamblar con el espíritu y energía que fluye en América en pos de alcanzar una personalidad independiente, afirma Vasconcelos: «Sólo las razas mestizas son capaces de las grandes creaciones»;
4) Con ideas como el mesianismo cultural o la propuesta de un maestro como misionero/sacerdote de la cultura, educación y el espíritu de la nueva Raza Cósmica, Vasconcelos proponía realizar una filosofía iberoamericana que, por estar en ciernes, debía inevitablemente ser una filosofía en acción, un pensamiento fuerza: irracionalista, vital, enérgica, colectiva, metafísica, creativa y creadora;
5) Desde su concepción religiosa-espiritual, Vasconcelos resignifica la resurrección de Jesús y el amor de Dios. En su lectura, la vuelta a la tierra de Jesús tras su martirio marca la pauta que la humanidad debe constituirse a partir de la idea de la trascendencia. Propone una raza metafísica, inmortal, superadora de lo terrenal, y en este sentido, considera que la humanidad debe ir hacia una estética mestiza, que él observa en el continente americano no invasor, ni conquistador sino receptor, afirma Vasconcelos: “El conjunto actúa según armonía y proporción orientadas a un fin. La realización del fin último requiere que cada cual ejercite su función propia, cumpliendo así su destino. El Cosmos no está presidido por el Uno abstracto de Parménides. Lo rige la persona Divina, que en la plenitud de su existencia se nos revela según la Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo; el Creador, el Redentor, y el Verbo perenne, que es el sostén de los mundos.xix”
Tras viajes por Europa, Estados Unidos y un fugaz paso por Perú, en 1920 retorna a México y logra ser reconocido con el cargo de Rector de la Universidad Nacional de México (UNAM) por el Presidente Provisional Adolfo de la Huerta.
2. José Vasconcelos, promotor de un proyecto descolonizador
Diferentes autores pertenecientes al llamado Pensamiento Nacional y Latinoamericano en Argentina (Arturo Jauretchexx, Manuel Ugartexxi, Jorge Abelardo Ramosxxii, Raúl Scalabrini Ortízxxiii, entre otros.) señalan que la colonización pedagógica es un dispositivo mediante el cual los imperialismo del Atlántico Norte en convivencia con los sectores de las elites de las ciudades puertos agroexportadoras y comercializadoras de los productos fabricados en las potencias, comienza a ejercer influencia a una edad muy temprana a través de una formación pretendidamente universal, haciendo tabla rasa de nuestro pasado y disociando el conocimiento que se imparta en la escuela de la sabiduría preexistente en los pueblos y en las vivencias cotidianas que tienen los educandosxxiv.
A partir de las acciones y obras en materia de educación desarrolladas por Vasconcelos, encuentro que el plan para atender a dos profundos problemas sociales y educativos del México de las primeras décadas del siglo XX, el analfabetismo y la desnutrición de los niños en edad escolar, se sostuvo en una serie de actos, obras e iniciativas profundamente descolonizadoras a nivel cultural y pedagógico. ¿Cómo es esto?
Arturo Jauretche en su Manual de Zonceras Argentinas (1968)xxv escribe que la estructura cultural de nuestra región ha sido diseñada y desarrollada por un grupo de letrados, pensadores, escritores, intelectuales, que él llama “Intelligentzia”, es decir, ubica a este grupo con otra palabra de lengua no española. ¿Por qué razón? Para Jauretche en los países de la región existe una élite intelectual comprometida en difundir la cultura de una Nación “reconocida” y cercana al poder económico mundial –el Atlántico Norte-, que dirige el campo científico, literario, artístico y con mayor frecuencia tiene un relevo mediático importante., con ideas alejadas del país y la región. Esta intelligentzia implementa una colonización cultural de orientación iluminista y eurocéntrica que elimina y/o contaminaba toda posible identificación de los pueblos con lo propio; circunstancia que los conducía hacia la autodenigraciónxxvi. La imposibilidad de reconocer lo propio en México como en otros países Iberoamericanos produjo un desplazamiento de las problemáticas más urgentes a resolver por los letrados, pensadores, escritores e intelectuales por ser consideradas como impracticables para las naciones latinas. Desde la concepción de la intelligentzia, razones racistas – biológicas – deterministas – evolucionistas impedían que las poblaciones mestizas, indias, criollas, lleguen a semejar o superar el desarrollo de las poblaciones europeas, por ello, proponían trasplantar poblaciones del Atlántico Norte (Europa – EEUU) a la Américasxxvii.
Una vez en el cargo de Rector de la UNAM, Vasconcelos se interesa por dar forma a una de las ideas que circulaban en el entorno gobernante posrevolucionario vinculadas a convertir a la Universidad, hasta ese entonces exclusivista (a los estudios superiores sólo llegaban las capas más altas de la sociedad: hijos de hacendados, sectores de clase media urbana, hijos de empleados y funcionarios del Estado), en una Universidad masiva, popular, Nacional y Federal. En busca de tal objetivo, Vasconcelos propone dentro de la UNAM la formación Departamento Universitario, que se convertirá luego en un organismo destinado a la orientación y adecuación de la educación de todo el país. Rápidamente el Departamento se convirtió en la entidad que se hizo cargo de la enseñanza en las escuelas del Distrito Federal. El estudioso de la historia de la Educación en Latinoamérica, el colombiano Javier Ocampo López, señala: “Con este organismo el humanista Vasconcelos se interesó desde un principio por una gran tarea Nacional de alfabetización. Vasconcelos señalo la idea de que toda persona que sabe leer, debe convertirse en un maestro. Desde la Rectoría de la UNAM, propuso la creación de la Secretaría de Instrucción Pública de México, para realizar programas de educación a nivel Nacional.xxviii”
Me interesa destacar que Vasconcelos no espera otros cargos u otras designaciones (como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones) para ocuparse de los problemas profundos de la Educación en México. Desde su lugar como Rector redefine la ubicación y función de la Universidad, durante su mandato la UNAM se convirtió en núcleo y motor de la transformación de la Educación en México.
Como señala uno de los principales estudiosos de la obra educativa de Vasconcelos, el historiador y especialista en literatura hispana Claudio Fell, la primera tarea que se impone es “que no es posible obtener ningún resultado provechoso en la obra de educación del pueblo si no transformamos radicalmente la ley que hoy rige la educación pública, si no constituimos un Ministerio Federal de Educación Pública”. Desde el principio, Vasconcelos fija los objetivos primordiales de su acción: crear un ministerio con jurisdicción sobre la federación entera y capaz de coordinar a escala nacional la política educativa del gobierno; luego, emprender una acción dirigida a la mayoría de la población para promover una educación fundamentalmente popular. Esta doble tarea implica gestiones de orden constitucional, jurídico y parlamentario, con el propósito de edificar y de hacer que sean ratificadas nuevas estructuras administrativas; pero también tendrá repercusiones inmediatas sobre el contenido de la cultura nacional (y no solamente de la enseñanza): “Lo que yo debo decir —precisa Vasconcelos— es que nuestras instituciones de cultura se encuentran todavía en el periodo simiesco de sola imitación sin objeto, puesto que, sin consultar nuestras necesidades, los malos gobiernos las organizan como piezas de un muestrario para que el extranjero se engañe mirándolas y no para que sirvan.xxix”.
3. Maestras Mexicanos vs maestras norteamericanas.
Para comenzar la implementación de su proyecto Vasconcelos se ocupó en primera instancia de dos cuestiones. Por un lado, de conocer en carne propia los males de la educación en México, algo que en buena parte conocía de su infancia, adolescencia y juventud como viajero a lo largo y ancho de México; y por otro, tratar de consolidar un grupo de patriotas que lo secunde y acompañe en el extraordinario proyecto. Afirma Vasconcelos: “Caminábamos en el vagón privado más viejo y más modesto de los Ferrocarriles Nacionales. Los coches de lujo se los reservaban para su uso particular los generales victoriosos en la reciente asonada. […] Parte del más brillante grupo universitario me acompañaba en mi misión de agente viajero de la cultura. De oradores Antonio Caso y Gómez Robelo; de Embajador de la pintura, Montenegro, y Carlos Pellicer y Jaime Torres Bodet, para calmar el afán de poesía que late bajo la capa de sus incomprensiones y sus desengaños, en todo público mexicano.xxx”
Se puede observar que Vasconcelos congenió dos cuestiones, el trabajo etnológico o de campo, como dirían los antropólogos, recorriendo cada Escuela y cada región de México para hablar con sus maestros y maestras, pero también se ocupó de reclutar y convertir en maestros a todo mexicano y mexicana que supiera escribir. En otras palabras, cuando en una región no encontraba maestros, rápidamente se preocupaba por encontrar a alguien en aquel poblado que supiera escribir para sumarlo a su proyector de alfabetizar a todo México. Aquí podemos encontrar una propuesta que se diferencia ampliamente no sólo del proyecto educativo anterior desarrollado por “los científicos” positivistas del Porfiriato sino que marca una profunda distancia respecto a las propuestas de alfabetización que implementaban las potencias del Atlántico Norte, proyectos que eran copiados, decía el pensador Franz Tamayo (La Paz 1879-1956) como “calcos”xxxi en las escuelas de América Latina. Estos programas sostenían que los maestros debían ser formados en los colegios de formación docente, ubicados principalmente en las ciudades más importantes (ciudades puertos en el caso de Latinoamérica), para luego implementar esos conocimientos en las escuelas de esas mismas ciudades u otros pueblos del país. Dice Vasconcelos: “Cuando Sarmiento consumó su obra educativa en Argentina, primero se aprendió de memoria a Horacio Mann [1796-1859, fue un escritor, político, filósofo, educador, reformador, y promotor del arte estadounidense]; en seguida, por si algo se olvidaba, acarreo con doscientas o trescientas maestras norteamericanas y las estableció en la Pampa. Más tarde y por la misma época en que yo trabajaba en México, Leguía [Presidente/dictador de Perú en dos periodos 1908-1912 y 1919-1930] contrató para el Perú, no sé cuentos maestros y un director de Educación de Norteamérica. Pero el caso de México no era el mismo. México tuvo Universidad antes que Boston, y Bibliotecas, Museos, diarios, teatro, antes que Nueva York y Philadelphia. En México basta con rascar un poco el subsuelo para que aparezcan brotes de la vieja cultura enterrada por la barbarie de los gobiernos.xxxii”
En la concepción de Vasconcelos, la idea de incorporar instructores, educadores y maestros de otros países o de otras ciudades provocaba un círculo vicioso de colonización cultural y pedagógica que tenía consecuencias negativas para México, ya que afirma, “los mexicanos deben pretender ser [al pasar por las escuelas y universidades] mejores mexicanos y no agentes del complejo y poderoso sistema de dominación extranjero.xxxiii” ¿Por qué razón afirma esto Vasconcelos?
En primer lugar, Vasconcelos pensaba que el aprendizaje no se agota en el conocimiento que el docente, por más formado o instruido que se encuentre, pueda transmitirle al estudiante en el aula. Como buen humanista, Vasconcelos concebía que el arraigo, cultura, historias y vivencias compartidas por crecer, maestro y estudiantes, en un mismo poblado, en la misma región, forjaban una relación ideal para para el desarrollo de los saberes que el maestro impartía en la Escuela, pero a la vez, consideraba que el maestro debía ejercer de alguna manera fuera de ella. El maestro para Vasconcelos se debía convertir en una suerte de misionero, en el referente de la cultura y la civilización de su pueblo, de allí la importancia de las maestras y maestros ya presentes en los pueblos de México. Comenta Vasconcelos: “Una comisión de una poderosa Institución extranjera me ofreció gratuitamente consejeros técnicos. Les conteste lo mismo:
-Tengo técnicos y mejores que los que ustedes podrían darme, porque conocen el medio, pertenecen a él. Si ustedes quieren ayudarme de buena fe, mándeme material escolar regalado, hacen falta esferas de geografía, compases de dibujo, mapas, bancos escolares. Los maestros, los músicos, los técnicos, todo lo que es el espíritu de la enseñanza aquí abunda y no lo cambiamos.xxxiv”.
4. A los problemas (analfabetismo – desnutrición- enfermedades) soluciones.
En segundo lugar, para Vasconcelos la experiencia del aprendizaje era más estimulante para el niño si aquello que aprendía se vinculaba con su cotidianeidad. El ambiente escolar debía ser lo menos disruptivo posible respecto de las vivencias del estudiante. En ese sentido, Vasconcelos fundó las Escuelas Normales, “Misiones Culturales” o “Casas del Pueblos” para la formación de maestros rurales (allí donde no los había), con el objetivo de impartir conocimiento en materia de técnicas agrícolas ganaderas y de salubridad a los futuros maestros, adultos reclutados y seleccionados en el mismo barrio o poblado en donde se encontraba la escuela. Siguiendo las ideas de vanguardia en materia de pedagogía y aprendizaje, tomó nociones, categorías, conceptos y experiencias de Jhon Dewey (Burlington, Estados Unidos, 1859-1952), María Montessori (Ancona, Italia, 1870-1952), Lev Vygotski (Orsha, Rusia –actual Bielorrusia, 1896-1934) y Anatoli Lunacharski (Poltava, Rusia –actual Ucrania, 1875-1933) pero adecuando todo ello a sus concepciones y a la cultura, tradiciones y costumbres mexicanas. En consecuencia, cruzando la historia de los misioneros católicos y su obra humanista en las américas con los pensamientos más novedosos en materia de pedagogía en aquel entonces, creo Escuelas Normales ambulantes que tenían como objetivo no sólo formar y/o mejorar a los maestros seleccionados en cada lugar sino dar charlas abiertas a toda la comunidad para brindar conocimientos técnicos agroindustriales, de salud e higiene y artísticos para las comunidades en un intento por perfeccionar la producción agrícola ganadera como para incrementar los cuidados de la salud por donde pasaban estos misioneros de la cultura. El historiador de la educación en México, Isidro Castillo señala que las misiones culturales estaban conformadas por un grupo de maestros y maestras formadores, generalmente tenían un jefe, además de un trabajador social, un experto en higiene, cuidados infantiles y primeros auxilios, un instructor de educación física, un maestro de música, un especialista en organización de las escuelas, un especialista en artes, particularmente instruido en el folklore de la región a la que había sido enviado.
En tercer lugar, con estas acciones Vasconcelos buscaba instaurar en los pueblos de México la idea de la Escuela como “casa de cultura” y al maestro como “líder de la comunidad” más allá de la política y su competencia por cargos políticos, afirmaba: “la escuela debía perdurar más allá de las revoluciones y los Presidentes.”
5. Libros hechos en México y Bibliotecas Populares
La historiadora de la Historia de la Educación en México, Josefina Vázquez de Knauth (Ciudad de México, 1922) explica en su sustancioso libro: Nacionalismo Educación en México (1970)xxxv, que en los últimos años de la Revolución Mexicana y bajo el gobierno de Carranza tuvo lugar, a principios de 1919, lalucha por la preeminencia del libro de texto nacional. Antes de la Revolución la casa editorial norteamericana Appleton de Nueva York se encargaba de 18 de los 28 libros que se utilizaban en las escuelas mexicana. Cuando Vasconcelos asumió el cargo de Secretario de Educación, como él mismo lo señala en sus biografías, comenzó a influenciar al Presidente Obregón para que permitiera el traspaso de los Talleres Gráficos de la Nación a su Secretaría. Lejos de entrometerse en las discusiones y debates en torno a la publicación o no de autores mexicanos o europeos, ya con los Talleres Gráficos a su cargo, impulsó la renovación de las prensas adecuándolas para producir un gran número a los clásicos con el objeto de que estos libros lleguen lo más rápido posible a los estudiantes mexicanos, independientemente sepan leer o no, de hecho, Vasconcelos afirmaba frente a las críticas que veían estas acciones como un gasto ridículo por el elevado número de analfabetos en aquel México, que “muchos mexicanos no saben leer porque nunca han tenido a mano un libro, y como saben, para leer, es necesario tener un libro al menos.” En esa línea, señala Josefina Vázquez de Knauth, que Vasconcelos mando imprimir una cantidad enormemente superior libros de texto para primaria y secundaria, para la educación de la juventud mexicana así como para las campañas de alfabetización realizadas por los “Misioneros” reclutados por él mismo, con el fin de recorrer todo el territorio nacional y abatir con ese mal. Por otro lado, manteniendo la tesitura de su Raza Cósmica, Vasconcelos apostó por los clásicos del mundo grecorromano, europeo y americano (con los diarios de viajeros y los relatos de los colonizadores sobre los pueblos de las Américas), no sólo para tener material de lectura, sino que el contenido fuera formando la inteligencia de los lectores que iban en número creciente bajo su administración en el ministerio educativo nacional.
Antes de la llegada de Vasconcelos a la Secretaría, las bibliotecas atravesaban una situación crítica, ya que estas eran escasas y la mayoría funcionaban como bodegas o depósitos de los libros más que como sitios de lectura. Bajo ese escenario, Vasconcelos se aboco a fundar o transformar a las bibliotecas ya existentes en bibliotecas prácticas donde el lector tuviera lugares adecuados para la lectura, el aprendizaje, pero también, donde la comunidad podía concurrir para participar de conferencias de maestros, encuentros, ceremonias regionales, festividades nacionales, en otras palabras, las bibliotecas dejaban de ser obsoletas, pasivas e inertes, abandonaban el rol de simple reservorio de colecciones de incunables y libros costosos a los cuales la población no tenía acceso de manera sencilla, afirma Vázquez de Knauth: “Es muy significativo qué durante el primer año de su gestión como rector, todavía antes de la creación de la Secretaría, se hayan echado a andar 198 bibliotecas, divididas en 64 municipales, 80 obreras y 54 escolares, con una dotación total de 20, 000 libros para todas. Dos años más tarde el número subió a 671, incluyendo 21 ambulantes y una circulante…xxxvi”.
6. El arte de México en las paredes y murales públicos.
Por último, me interesa resaltar que en varios de sus libros filosóficos-estéticos-pedagógicos-políticos (La Raza Cósmica, Filosofía Estética, Bolivarismo y Monroismo. Temas Iberoamericanos), Vasconcelos vinculó al arte, a la estética como una expresión de la espiritualidad humana, en síntesis: como manifestación de la profundidad del ser. Incluso, en los trabajos mencionados, llego a señalar que el mundo contemporáneo, cada vez más alejado de Dios, y con ello, del amor, la belleza y la verdad de las cosas, sólo puede acceder a pequeñas muestras de esos tres elementos fundamentales a través de las obras artísticas. Escribe Vasconcelos: “Nosotros empezamos a mandar grupos de maestros: unos de artesanías para que enseñara a labrar la tierra y forjar el hierro; otro que fuese artista y pudiese inspirar a la población el gusto de la belleza, único camino que le queda al laico para acercarse a las cosas de Dios, […]xxxvii”. Guiado por esas ideas fuerza promovió aquello que luego se denominará como “el muralismo mexicano”, en resumen, el arte en los espacios públicos, en los lugares de mayor circulación posible, de mayor sociabilidad. Estimuló para la realización del proyecto a los jóvenes pintores mexicanos Diego Rivera (Guanajuato, 1886-1957), José Clemente Orozco (Zapotlán el Grande, 1883-1949) y David Alfaro Siqueiros (Ciudad Camargo, 1896-1974). Rivera dibujo ilustres figuras del nacionalismo mexicano (indígenas, patriotas, trabajadores y trabajadoras anónimos) en las paredes de la Universidad Nacional Autónoma de México; Orozco, dejo testimonio de su expresionismo revolucionario y místico religioso en obras como “La Huelga”, “Cristo Revolucionario”, “El hombre creador y Rebelde”, en las paredes del Palacio de Bellas Artes, en la UNAM, el Palacio de Gobierno de Guadalajara y en la Corte Suprema de Justicia entre otros lugares; Siqueiros, manifestó su surrealismo proletario en la Torre de la Rectoría de la UNAM y el Palacio de Bellas Artes, entre otros espacios.
Notas:
ii Jean Racine, (La Ferte, Milón, Francia, 1639-1699), fue un dramaturgo francés, qué por sus características complejas, evidentemente es considerado como una figura demasiado erudita e ilustrada para aplicar en las escuelas mexicanas para José Vasconcelos.
iii Vasconcelos, José, “Discurso en la Universidad (1920)”, en: Vasconcelos, José, Obra Selecta, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 42.
iv León Portilla, Miguel (dir), Diccionario Porrúa de Historia, biografía y geografía de México, México, Editorial Porrúa, 1995, pp. 3680-3681; Musacchio, Humberto, Milenios de México. Diccionario Enciclopédico de México, Tomo 3. México, Hoja Casa Editorial, 1999, p. 3179; Ocampo, Aurora (dir.), Diccionario de Escritores Mexicanos, Tomo IX (U-Z), México D.F., UNAM, 2007, pp. 154-177; AAVV., Enciclopedia de México. Tomo 10. México, Editorial Planeta Grandes Publicaciones de México, 2008, pp. 4386-4387.
v Ocampo López, Javier, “José Vasconcelos y la educación mexicana”, en: Revista Historia de la Educación Latinoamericana, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Boyacá, Colombia, Vol. 7., año 2005, pp. 137-157; Taracera, José, La verdadera Revolución Mexicana. La tragedia Vasconcelista, Editorial Jus, 1960.
vi Skirius, Jhon, José Vasconcelos y la cruzada de 1929, México, Siglo XXI Ediciones, 2002.
vii Villegas, Abelardo, Positivismo y Porfirismo, México D. F., Editorial Sep/Setentas, 1972, p. 12.
viii Ibídem, p. 18.
ix Portilla León, Miguel y otros, Estudios de Historia de la Filosofía en México, México D. F., Universidad Autónoma de México, 1963.
x Vasconcelos, José, Breve Historia de México, Madrid, Edición Cultura Hispánica, 1952, p. 418
xi Ibídem, p. 484.
xii Documentos Históricos de la Revolución Mexicana, Tomo XXIII, La Convención, Tomo II, Fundadores Isidro Fabela y Josefina E. de Fabela, Jus, México, 1971.
xiii Torres, Pilar, José Vasconcelos, México D.F., Editorial Planeta, 2006.
xiv Vasconcelos, José, Pitágoras, una teoría del ritmo, La Habana, Imprenta El siglo XX, 1916.
xv Vasconcelos, José, Prometeo vencedor, Madrid, Editorial América, 1916.
xvi Vasconcelos, José, El monismo estético, México, Editorial Cultura, 1918.
xvii Vasconcelos, José, La caída de Carranza; de la dictadura a la liberta, México, Imprenta Munguía, 1920.
xviii Vasconcelos, José, Estudios Indostánicos, México, Editorial México Moderno, 1920
xix Vasconcelos, José, Filosofía Estética, Buenos Aires, Editorial Espasa Calpe, 1952. P. 76.
xx Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1957.
xxi Ugarte, Manuel, Pasión Latinoamericana. Obras elegidas. El Porvenir de la América Latina. La Patria Grande. La Reconstrucción de Hispanoamérica, Remedios de Escalada,Ediciones de la UNLa, 2005.
xxii Ramos, Jorge Abelardo, Crisis y resurrección de la literatura Argentina, Buenos Aires, Indoamérica, 1954.
xxiii Scalabrini Ortiz, Raúl, Política británica en el Río de la Plata. Fernández Blanco: Buenos Aires, 1957.
xxiv Sobre el tema es muy recomendable el trabajo realizado por la Socióloga y Especialista en Pensamiento Nacional, Villalba, María: “La colonización pedagógica y económica en Latinoamérica a través de la obra tardía de Rodolfo Puiggrós (1956-1974)”, Trabajo Final Integrador, Posgrado: Especialización en Pensamiento Nacional y Latinoamericano del siglo XX, Universidad Nacional de Lanús.
xxv Jauretche, Arturo, Manual de zonceras Argentinas, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1968.
xxvi Pestanha, Francisco, Montiel, Mariela y Arribá, Sergió, “Las siete dimensiones del Pensamiento Nacional y Latinoamericano”, Remedios de Escalada, Universidad Nacional de Lanús, Revista Viento Sur, 17 de marzo de 2021.
xxvii Ribeiro, Darcy, Las Américas y la civilización [3 tomos], Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1969.
xxviii Ocampo López, Javier, “José Vasconcelos y la Educación Mexicana”, en: Revista Historia de la Educación Latinoamericana, vol. 7, 2005, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Boyacá, Colombia, p. 146.
xxix Fell, Claudio, José Vasconcelos. Los años del águila, 1920-1925 Educación, cultura e iberoamericanismo en el México Posrevolucionario. Tomo I, México D.F., Universidad Autónoma de México, p. 28.
xxx Vasconcelos, José, El desastre, México D.F., Ediciones Rotas, 1938, p. 15.
xxxi Tamayo, Franz, Creación de la pedagógica Nacional, Editoriales de El Diario, La Paz, Imprenta Velarde, 1910.
xxxii Ibídem, pp. 78-79.
xxxiii Ibídem, p. 78.
xxxiv Ibídem, p. 83.
xxxv Vázquez de Knauth, Josefina, Nacionalismo y Educación en México, Ciudad de México, Colegio de México, 1970.
xxxvi Ibídem, p. 139.
xxxvii Vasconcelos, José, El desastre, México D.F., Ediciones Rotas, 1938, pp. 169-170.
Facundo Di Vincenzo. Profesor de Historia – Universidad de Buenos Aires, Doctor en Historia– Universidad del Salvador, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano – Universidad Nacional de Lanús, Docente e Investigador del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”, del Instituto de Problemas Nacionales y del Instituto de Cultura y Comunicación. Columnista del Programa Radial, Malvinas Causa Central, Megafón FM 92.1, Universidad Nacional de Lanús.
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