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Frutillar: la Biblioteca Inca

Entre la naturaleza y los libros

Fuentes: La Época

En el barrio del Frutillar de la ciudad de Cochabamba se encuentra una de las combinaciones bibliotecarias mas singulares, pues se trata de la mezcla entre naturaleza y libros. Así es, para quienes no conocíamos este lugar fue una experiencia grata observar un interesante emprendimiento privado de Alfredo Montalvo, quien trató de articular sus dos […]

En el barrio del Frutillar de la ciudad de Cochabamba se encuentra una de las combinaciones bibliotecarias mas singulares, pues se trata de la mezcla entre naturaleza y libros. Así es, para quienes no conocíamos este lugar fue una experiencia grata observar un interesante emprendimiento privado de Alfredo Montalvo, quien trató de articular sus dos amores: la naturaleza y los libros. Decidió crear la Fundación Inca, y el resultado mas visible de su desafío es la biblioteca del Frutillar. Una visita de estudios planeada por docentes de la Carrera de Historia de la UMSA nos permitió conocer el Complejo Ecoturístico «Bosques del Tunari» que tiene como principal atractivo a la Biblioteca Inca. El visionario propietario piensa convertirla en un atractivo turístico de Cochabamba, y es que además de la riqueza bibliográfica que conserva en su interior, en sus más de cuatro hectáreas se puede disfrutar de la naturaleza, lo que la hace singularmente atractiva pues es una de las más importantes bibliotecas de Latinoamérica y quizá la única con entorno ecológico.

Alfredo Montalvo y la Biblioteca Inca

 

La Biblioteca Inca cuenta con alrededor de 300 mil libros catalogados y 30 mil por sistematizar, lo que la convierte en la segunda biblioteca más extensa de Bolivia después de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés. Esta proeza es fruto de arduo trabajo de más de 30 años realizado por su propietario, gracias a su ocupación de exportar libros a las prestigiosas universidades de Estados Unidos, Europa y América Latina.

 

Las temáticas son amplias ya que abarcan datos estadísticos, libros sobre turismo, demografía, sociología, política, antropología, historia, derecho, temas de coyuntura y otros. Los libros proceden de países del Área Andina, como Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Chile, Perú y Venezuela. Ha desarrollado una base de datos, según la directora Carla Vargas, se trata de un catálogo en línea que consigna un índice de países, ordenados alfabéticamente por apellidos y nombres de los autores. Se está trabajando en la clasificación de los textos por materia, siguiendo las normas de la Bibliotecología.

 

El fundador de este emporio es Alfredo Montalvo, personaje de leyenda. Empezó a trabajar a finales de los años 70 como placista (librero que vende sus productos puerta a puerta), como empezaron dueños de grandes librerías como Werner Gutenttag de Amigos del Libro o Vidal Marquez de Yachaywasi. Trajinaba cargando un inmenso bolso de cuero negro, comprando el llamado ‘material gris’ (ponencias a seminarios, avances de investigación de circulación restringida) y publicaciones de instituciones oficiales que por alguna razón inexplicable creían innecesario registrarlas en el depósito legal; material muy apetecido por bibliotecas universitarias sobre todo de Estados Unidos. Alfredo Montalvo compraba hasta tres decenas de esos esotéricos títulos, los inventariaba y marchaba a los EE. UU. De esa manera prestigiosas bibliotecas universitarias como Arizona, Austin, Berkeley, California, Columbia, Cornell, Duke, Indiana, Pittsburg, Yale y la Biblioteca del Congreso, empezaron a realizar pedidos de publicaciones bolivianas, que ampliaron a la producción intelectual de países del área andina. A ellas se sumaron pedidos de bibliotecas europeas y de otros países. Montalvo saltó de la plaza a la condición de empresario independiente exportador de libros bolivianos. En esa tarea empezó a acumular remanentes, pues no todo tenía mercado asegurado. Vio que la colección empezaba a crecer, y con ello fue formando una biblioteca regional de países del Área Andina. Lo que fue casual se tornó en sistemático y decidió conformar la Biblioteca Inca, solventada por la Fundación del mismo nombre.

El santuario de los libros

 

«La biblioteca data de los años 90. Mucha gente venía a hacer las consultas y preguntaba en qué lugar se podrían alojar para realizar sus trabajos. Entonces se tuvo la idea de construir un hotel y poco a poco se fue haciendo. El señor Montalvo se dio cuenta de lo que iba edificando y dijo ‘este lugar tiene mucho potencial para abrir un lugar como complejo ecoturístico y prestar servicios’, así nació la idea», recuerda Daniela Verduguez, gerente comercial del complejo.

 

Paralelamente a los depósitos de libros, se habilitó un ambiente para la lectura que después sirvió para impartir cursos de capacitación en computación, todo con fines de apoyo a la comunidad. Luego se usó para cursos de posgrado. «El proyecto piensa abrir un comedor, para que la gente venga y tenga un lugar donde comer, servirse un plato y tener un restaurante que acompañe el alojamiento». El salón auditorio sirve para seminarios y talleres; cuenta con tres ambientes para reuniones, equipados con servicio de Internet. Intentó apoyar con esa infraestructura cursos de posgrado, pero tuvo poco apoyo. Sin embargo, el lugar empezó a atraer a muchos estudiosos. El 2000, siendo directora Beatriz Montoya, la Biblioteca Inca logró un salto cualitativo al incorporarse a la Association of Research Libraries del Latin Americanist Research Resources Project, que coordinaba William Gale. Era la primera vez que una biblioteca boliviana participaba de un proyecto global.

El santuario de la naturaleza

 

Para llegar a la Biblioteca Inca se utiliza el transporte público que cubre la ruta al Frutillar. Los radio taxis llegan en 20 minutos. Ubicado dentro de los límites del Parque Nacional Tunari, el complejo conserva amplios espacios verdes, rodeado de eucaliptos y pinos, con un área para camping y centros recreativos, aprovechando las troncas y cañahuecas del bosque. No faltan cerros que recorrer, vertientes por disfrutar, ni senderos ecológicos para explorar. Se escucha el canto de los pájaros y la caída de agua en un lugar apacible y agradable que invita a la reflexión.

 

Los visitantes disponen de cuatro espacios de recreación: una cancha multifuncional, otra pequeña de golf, una sala de juegos y un área infantil. «Próximamente se construirá una cancha de voley de playa y se planea hacer una piscina y ampliar el sauna que tenemos. La apertura está prevista para septiembre, sin embargo, pequeños eventos como seminarios y encuentros son los que ya se llevan a cabo», anticipa Verduguez. Habitaciones con baño privado y salas con televisión por cable y telefonía y servicio de restaurante formarán parte de la oferta, con tarifas accesibles y con trato especial para menores. El apacible ambiente del Complejo Ecoturístico Bosques del Tunari servirá a instituciones educativas, empresas, profesionales, organizaciones públicas y privadas y a cualquier interesado.

Colofón

 

La lección que nos deja esta visita es sin duda de admiración hacia personas que consagran su vida a la recolección de libros y que además los disponen generosamente a investigadores y estudiantes de postgrado, quienes además de encontrar información especializada pueden disfrutar del paisaje y aire limpio que ofrece este maravilloso lugar, sin duda toda una joya en nuestro país. Alfredo Montalvo, no olvida su alma de bibliotecario placista, hoy convertido en empresario exportador, abrió un espacio en su vivienda para exponer los libros que contienen información especializada en ciencias sociales y hoy ofrece una singular alternativa para estudiar y disfrutar del ambiente ecológico.

 

* Estudiante egresada de la Carrera de Historia de la UMSA.

** Docente de la Carrera de Historia de la UMSA