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Es tiempo del pañuelo naranja: separación de la Iglesia y el Estado

Fuentes: La Tinta

Luego de lograr la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la marea verde sigue instalando agenda de ampliación de derechos y demandas para vivir vidas más libres. Ahora, es el tiempo de exigir una verdadera laicidad. Conversamos con Taty Barrancos de la Campaña Federal por la separación del Estado de la Iglesia.

En 2018, durante el debate en el Congreso del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), el embate desde algunos sectores religiosos fue insistente y enérgico. Una de las respuestas desde la organización colectiva de los feminismos y activismos disidentes fue la profundización del debate sobre la incidencia de algunos discursos católicos y evangélicos en la discusión de ampliación de derechos en un Estado laico. Se volvió a instalar con fuerza que los dogmas y fundamentalismos religiosos no pueden ser parte de los procesos de decisión política y legislativa. Por otro lado, en distintos puntos del país, se pusieron puestos donde las personas podían acercarse para iniciar el trámite de apostasía que tenía la fuerza de ser colectivo: como gesto simbólico y concreto.  

Apostatar significa algo así como “darte de baja” de la estructura eclesial, un trámite burocrático que efectiviza un corte de lazos con lo institucional de esa expresión religiosa y aporta a la deslegitimación de los discursos que sostienen que Argentina es Católica. Los motivos para apostatar pueden ser variados. De ese proceso que muches iniciamos en 2018, no tuvimos novedades. Una burocracia angelical interpuesta entre nuestros deseos de sentir que al menos un papel nos daba una libertad mayor. Demasiado lidiamos con la culpa cristiana a diario.

En la Córdoba clerical, conocemos muy bien el costo de la injerencia de los sectores conservadores y fundamentalistas católicos y evangélicos: siete años de trabas para la aplicación del Protocolo de abortos no punibles, por un recurso judicial realizado por el Portal de Belén; muchas escuelas católicas o de gestión pública, pero con credos antepuestos a la Educación Sexual Integral (ESI) y que armaron sus propios materiales por fuera de las normativas nacionales. Aún se observan íconos religiosos -crucifijos, vírgenes, santos- en diversos lugares públicos como escuelas, dependencias estatales, juzgados, comisarías, hospitales. Gerardo Grosso, pastor evangélico de Cita con la Vida, sucede al legislador García Elorrio, ambos con credos distintos, pero del mismo espacio político, ocupan una banca desde la cual argumentan religiosamente su lucha contra los derechos sexuales y (no) reproductivos. Estas son sólo algunas de las tramas del poder religioso, que, en muchos casos, se repiten en otras provincias. 

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Para muches que venimos de familias y tradiciones católicas, cargamos con una trayectoria de sacramentos y mandatos sostenidos con más o menos convicción, y con incomodidades que fuimos desandando fundamentalmente con la experiencia feminista. Con procesos reflexivos críticos y colectivos, comprendimos los impactos sobre nuestras existencias, de ser parte de una estructura institucional: la Iglesia católica apostólica romana que nos disciplinó, domesticó y dominó, entre algunas de las incidencias por nombrar. No se trata de apuntar contra la fe, las espiritualidades o las creencias en su diversidad de formas, sino contra la vinculación de lo religioso con aquello que es del orden público y debería ser laico. 

La “Campaña Federal por la separación del Estado de la Iglesia” es una consigna clara que se hace oír cada vez con mayor fuerza, una convicción con pañuelos naranjas que recorre diversos sectores. ¿Qué implica esta demanda? Conversamos con Taty Barrancos, impulsora de la Campaña. Ella vive en Tucumán, “una provincia bastante conservadora donde la religión católica apostólica romana es la que predomina, como en el resto del país. Por ejemplo, es indispensable reafirmar que la educación es laica. En Salta, ya se logró, ahora estamos luchando en Tucumán, que es la última provincia que queda con educación religiosa”, aclara. 

Nos cuenta que la Campaña Federal surge en 2018, cuando se trataba de dar solución a un problema de salud pública como el aborto, con fundamentos morales, religiosos, metafísicos que parecían totalmente naturalizados y nada tenían que ver con la realidad que vivían y viven miles de mujeres y personas gestantes que quieren interrumpir su embarazo con un respaldo constitucional. “En ese momento, consideré crucial que, en las familias, entre amigues, en el kiosco, en el día a día, se pudiera hablar e instalar la importancia de la separación del Estado de la Iglesia. Entonces, decidí activar, primero, un grupo y, luego, una página. Al segundo día de creado el grupo, éramos más de 30 mil personas. Yo quería ampliar las bases de esta campaña, que sea transfeminista, para todes y que vaya más allá de los partidos políticos, por eso, es apartidaria. La lucha por esta separación tiene un universo de implicancia mucho mayor, ya que todes podemos ir codo a codo con el pedido”, detalla la entrevistada. 

Los objetivos son varios, Taty nos cuenta que lo primero fue instalar y concientizar sobre la necesidad de la separación del Estado de todas las iglesias, entender por qué, y sobre todo, informar a las personas que quizás no lo habían tenido en cuenta hasta ese momento. “Nos interesa viralizar información e instalar el debate, porque lo que no se ve, no existe”, sostiene y agrega, “queremos alzar la voz, decir qué es lo que está sucediendo dentro de las decisiones políticas cuando la religión se entromete, cuánto es el dinero que se destina a las Iglesias, a los sueldos de los religiosos, queremos que se modifique o derogue el artículo 2 de la Constitución Nacional donde dice que el Estado Federal sostiene el culto católico apostólico y romano, y otras normativas que le permiten exenciones impositivas que benefician a la estructura eclesial católica sobre otras. También, el artículo del Código civil y comercial que le da una persona jurídica pública a diferencia de las demás religiones, reconocidas como personas jurídicas privadas. Queremos un avance de leyes, porque la mayoría de las que le otorgan beneficios a la estructura católica son decretos de la dictadura”. 

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Taty es muy clara cuando manifiesta que, desde la Campaña, entienden que la fe es privada y personal, y no es sobre eso a lo que apunta la campaña. Creer no tiene que ver con lo institucional y los negociados que algunos sectores de las iglesias realizan ni con los abusos eclesiásticos o la pedofilia dentro de Iglesia, entre otros temas que vemos presentes desde el avance fundamentalista en toda la región. 

Explica que la Campaña se organiza de forma federal. Cada provincia conserva su autonomía siguiendo la orgánica federal, que es lo que agrupa. Es decir, si una agrupación de personas quiere ingresar, tiene que estar de acuerdo con las bases de participación colaborativa, aunque se van modificando a medida que pasa el tiempo. Hay una organización política central que va estructurando el accionar de las partes y, de manera horizontal, las partes van participando del armado y la toma de decisiones en reuniones. Somos transfeministas y diversas, y todas las personas que deseen formar parte y estén de acuerdo con las bases lo pueden hacer. Nos une la militancia, la libertad de conciencia que queremos obtener y tenemos un enfoque interseccional”, enfatiza Barrancos. 

Durante marzo, la campaña realizó un ciclo llamado “Jueves Laicos”, un lugar de encuentro virtual como oportunidad para dar a conocer la campaña, en los cuales brindaron información sobre la importancia de la separación del Estado de la Iglesia, debatir sobre por qué se habla de modificar el artículo 2 de la Constitución. Muchas personas participaron de estos espacios, que cada jueves convocaba a diferentes especialistas, y fueron muchas las preguntas que surgieron, pero, sobre todo, fue un espacio donde sentirse parte. Y nos adelantó que, a partir de abril, continuarán con un Jueves Laico al mes, que contará con temáticas diversas y con invitades para interactuar y debatir.

Una Campaña Naranja

Siguiendo la línea de los pañuelos de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, y los del aborto legal, la Campaña para la separación del Estado y la Iglesia tiene una pañuelo naranja. Este color se votó en el grupo, que, en ese entonces, ya eran más de 30 mil personas. “El naranja era el color que tenía la Iglesia en su momento en contra del matrimonio igualitario y nos pareció importante darle otro significado a ese color, algo negativo en aquel momento, ahora, transformado en algo positivo y de libertad”. 

El trámite de apostatar 

La apostasía es un trámite de desafiliación de la Iglesia católica, ya que la misma cuenta como católica a toda persona bautizada, más allá de si las personas luego concuerdan o no con los dogmas religiosos o con las formas en cómo se comporta la institución. Se puede apostatar y seguir creyendo en Dios, la fe va por otro lado. “Lo que sucede en Argentina es que la cifra de bautismos es muy alta, porque es también, más bien, una práctica cultural: alguien nace y se bautiza. Con estas cifras es que la Iglesia se impone y consigue privilegios de incidencia política. Cuando no había pandemia, las apostasías colectivas eran un hecho político importante de visibilización, pero ahora debemos avanzar con otras formas”, explica la entrevistada. 

Imagen: La tinta

Los pasos a seguir son bastante sencillos y los detalla: tenemos que averiguar en qué parroquia hemos sido bautizades, contar con la fecha exacta y buscar a qué Arquidiócesis pertenece. Con esos datos, que pueden ser buscados en libretas de familias, actas de bautismos en las parroquias o en la memoria familiar. El paso siguiente es escribir una carta de apostasía -que se baja desde la web y se completa- y llevarla a la Arquidiócesis correspondiente, en un sobre con nuestros datos. Así se inicia el trámite. En algunos casos, se puede realizar por mail, ya que muchas provincias, por la pandemia, habilitaron esa opción y ya no es necesario adjuntar el certificado de bautismo. Lo correcto es que, una vez que reciben la carta en las dependencias eclesiales, a los cinco días deben darnos la desafiliación. De no ser así -que es lo que muchas veces sucede-, hay que consultar llamando o mandando mail. En Córdoba puntualmente, no se puede hacer la apostasía de manera virtual, hay que ir personalmente a las arquidiócesis que corresponde a tu parroquia de bautismo.

El pañuelo naranja se comienza a ver por las calles y ya sabemos a qué alude ese simbolismo. La fe no cambia porque lo llevemos o por adherir a esa consigna, que también se escucha como ecos en algunas marchas: “Iglesia, Estado: asunto separado”. Es importante destacar que, dentro de la Iglesia Católica -como en otros credos-, conviven diversidad de experiencias, son espacios plurales y heterogéneos, y no se trata de simplificar o generalizar. Algunos sectores históricamente han estado y están comprometides con el pueblo avasallado. Sucede que, en nuestro país, la convivencia con la libertad de conciencia no es sencilla, porque la tradición católica ha tenido una forma de colonialidad muy fuerte, se ha impuesto en el plano de lo identitario, no sólo en lo personal, sino en la conformación del Estado.

Esta ola naranja es un tiempo oportuno para profundizar este debate de mayor laicidad y libertad en nuestro país, y por qué no, un tiempo para pensar en las espiritualidades, cuales sean, pero que contribuyan a la emancipación y la construcción de una sociedad antipatriarcal.

Fuente: https://latinta.com.ar/2021/04/separacion-iglesia-estado-2/