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Jornaleros de San Quintín

Esclavos de campo

Fuentes: Rebelión

¿Cuál es la diferencia entre un esclavo de casa y un esclavo de campo? Malcolm X lo exponía de la siguiente manera, parafraseo: Un esclavo de casa es aquel que está contento y satisfecho con su condición de esclavo, adora a su amo más de lo que su amo se adora a sí mismo, daría […]

¿Cuál es la diferencia entre un esclavo de casa y un esclavo de campo? Malcolm X lo exponía de la siguiente manera, parafraseo: Un esclavo de casa es aquel que está contento y satisfecho con su condición de esclavo, adora a su amo más de lo que su amo se adora a sí mismo, daría la vida por él, y en lo último que piensa es en liberarse. Por otro lado, el esclavo de campo es aquel que no está nada contento ni satisfecho de su condición de esclavo, odia a su amo y desea de corazón que le caiga un rayo y lo parta. Éste, a diferencia del esclavo de casa, tomaría la primer oportunidad que se le presentase para escapar de su condición de oprimido.

Los jornaleros de San Quintín, Baja California, cultivadores de tomate, zarzamora, frambuesa, fresa, pepino, calabaza, chícharo, chile…. se dieron cuenta de que sus derechos laborales, constitucionales y humanos, bajo un sistema económico que no requiere de trabajadores sino de esclavos, bajo un sistema político simulador y un sistema de justicia injusto, no se los van a otorgar en la práctica, por lo que tienen que hacerlos valer ellos mismos a base de organización, unidad y exigencia. Los jornaleros nos enseñan que ni el gobierno ni los patrones se tocarán el corazón, sino que se les tiene que obligar a respetar al trabajador. Nos enseñan que los derechos humanos, derechos laborales y derechos constitucionales, en un país como México, los tienes que conquistar con sacrificio.

Fue en marzo del 2015 cuando miles de ellos se fueron a huelga para exigir mejores salarios, acceso a la salud, educación para sus hijos, alto al acoso sexual contra las mujeres, reconocimiento de un sindicato independiente, mejores condiciones de vida…. Mejores salarios porque lo que les pagan es un salario de hambre de alrededor de cien pesos diarios; acceso a la salud porque no cuentan con seguro médico; educación porque sus hijos no deberían estar siendo explotados sino estudiando; alto al acoso sexual porque los mayordomos tienden a acosar sexualmente a niñas y mujeres; un sindicato independiente porque los sindicatos que ahí existen son sindicatos charros, sindicatos que están del lado del patrón, sindicatos priistas que lo que menos les importa es representar debidamente al trabajador; mejores condiciones de vida porque los tienen sometidos a malas condiciones de higiene, son obligados a permanecer en el rancho del patrón, viven en casas hechas de plástico y cartón, no tienen luz, les venden el agua a precios exagerados, se fumigan los campos con todo y jornaleros, se les maltrata psicológicamente, están propensos a enfermedades generadas por las malas condiciones sanitarias…

Como es natural, de todos los acuerdos que los jornaleros han alcanzado recientemente, gracias a su propio esfuerzo, los patrones, cuya filosofía es «si quieren tragar trabajen» se siguen negando a aumentar el salario. Los patrones de la miseria jamás aceptarán aumentar el salario a algo justo a menos que, a base de unidad, organización y sacrificio, sean doblegados por los trabajadores.

Conclusiones: Hoy como ayer, sigue siendo necesario que se reactive el campo, y poner a trabajar a millones de campesinos, para beneficio primeramente de ellos mismos y para beneficio del país, y de paso mandar al diablo a las transnacionales abusivas. Si a los jornaleros de Baja California los han explotado por más de cincuenta años, al mexicano en general lo han explotado por siglos. En el México del siglo XXI hay una alarmante falta de identidad, un bárbaro menosprecio hacia nuestra mexicanidad. Lo indio, lo más valioso de nuestra raza, hoy como ayer, es subestimado y, al mismo tiempo, las enfermedades morales son promovidas en este México que es injusto para la mayoría de sus habitantes. No somos inferiores, no somos una raza pequeña, nos han engañado a través de los siglos. Porque el día que la raza despierte, cosa inevitable, ese día seremos libres, y obteniendo nuestra libertad podemos llegar a ser más grandes que EEUU y que cualquier nación europea.

Los jornaleros de San Quintín pasaron de ser esclavos de casa a ser esclavos de campo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.