La esperanza suele ser interpretada por una gran parte de la población como un sentimiento o una idea intangible, se asume como una forma de pensar el andar individual o colectivo, sin que esto necesariamente represente la posibilidad real de alcanzar aquello que se proyecta, dejando así en el terreno de lo insustancial el camino que por delante nos aguarda.
Pero también la esperanza es ideada como algo posible por quienes hacemos de ella la razón de nuestros actos y la proyectamos más allá del terreno de lo inmaterial, para convertirla en nuestro objetivo de vida y razón esencial del porvenir que deseamos, y si bien no cabe duda de que aún así el sendero siempre tendrá instantes de incertidumbre y oscuridad, la confianza puesta en los actos colectivos revierte cualquier temor a lo desconocido. La esperanza es uno de los elementos motores de la historia humana y sus formas son variadas, pero en su interior, refiere sin titubeo elementos que aglutinan sentimientos puros por el bien común.
En estos tiempos aciagos que atraviesa la humanidad, resulta fácil dar paso a la desesperanza, aludiendo a lo complejo y adverso que lo inmediato nos ofrece, pero en realidad, es justamente ahora que enfrentamos una de las mayores crisis globales tanto económica, social y sanitaria, cuando se hace más urgente redoblar la esperanza y sobreponerla como bandera para que aliente nuestro quehacer colectivo, sin importar el esfuerzo requerido la ilusión de un mundo mejor sigue latente en los millones de seres humanos que luchan día a día por sobrevivir defendiendo sus derechos laborales y humanos, resistiendo al saqueo y la explotación, superando el individualismo enajenante que el capitalismo fomenta, organizándose en sus comunidades para frenar el extractivismo depredador de los recursos naturales y el despojo de sus tierras, entre muchas otras laceraciones que el sistema ha impuesto como condición natural para su propia existencia.
En un país como México, devastado por el capitalismo que en las últimas décadas aceleró su proceso de extracción de la riqueza y llevó al extremo la explotación tanto de la mano de obra como de los recursos naturales, violentando todos los derechos humanos y revirtiendo los avances logrados por años de lucha proletaria-popular, resulta difícil creer en la justicia a primera vista, ya que la estructura del poder político-económico pervirtió todo principio corrompiendo hasta sus propios valores inamovibles, por ello, la coyuntura que se aproxima y que promete abrir un nuevo sendero por el cual transitar hasta alcanzar un poco de entereza puede ser vista como un aliciente, la Consulta Popular del próximo domingo 1 de agosto podría posibilitar la creación de una Comisión de la Verdad y la Justicia que dé luz a tanta oscuridad pasada.
No se trata de creer ciegamente o de olvidar los agravios, pues la esperanza sin sustento es puro idealismo, mas la organización de las voluntades de todos aquellos que han padecido agravios ejercidos por el Estado mexicano y sus políticos, es una de las posibilidades de hacer valer esos derechos despojados mediante la acción consciente y solidaria con las víctimas, los ex presidentes como todos los demás representantes públicos que han delinquido deben ser juzgados y pagar por sus delitos. Esa es la esperanza que tenemos por un poco de justicia.
Posdata:
La OEA hace muchos años debió desaparecer para dar lugar a la verdadera integración latinoamericana.