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Obama no tiene límites

Espía a todo el mundo, amigo o enemigo

Fuentes: laarena.com.ar

Nuevas revelaciones sobre su espionaje pusieron en aprietos al presidente Obama. Es que hubo más pruebas de que los espiados no eran sólo países opuestos sino también amigos, como Alemania, Francia y España. El espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos quedó desnudo a partir de junio, cuando el ex espía […]


Nuevas revelaciones sobre su espionaje pusieron en aprietos al presidente Obama. Es que hubo más pruebas de que los espiados no eran sólo países opuestos sino también amigos, como Alemania, Francia y España.

El espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos quedó desnudo a partir de junio, cuando el ex espía de esa entidad y la CIA, Edward Snowden, filtró información publicada por el británico The Guardian.

Quien entregó tamaña data era consciente del riesgo que corría su libertad e incluso su vida, de modo que se fue a Hong Kong. Lo urgente para él era poner mucha distancia con la larga mano del gobierno estadounidense, que iba a reaccionar con la furia del asesino descubierto en la escena del crimen, con un revólver humeante.

Snowden estuvo en Hong Kong y luego viajó a Rusia, alojándose cinco semanas en el aeropuerto de Moscú hasta que las autoridades le dieron asilo temporal. El dato sobresaliente es su deserción. Hubo antes fenómenos parecidos pero esta fue más importante por el volumen informativo que se llevó consigo y publicaron los medios internacionales.

La otra novedad fue la actitud de Vladimir Putin, de soportar la fuerte presión de la administración Obama para que entregara en bandeja la cabeza del informante. Putin no la concedió. Es impensable que Mijail Gorbachov o Boris Yeltsin, capituladores a ultranza de la Casa Blanca, hubieran tenido esa digna actitud.

Glenn Greenwald, periodista estadounidense radicado en Brasil y columnista del The Guardian, fue elegido por el ex espía para ir publicando ese archivo-tesoro sobre la labor ilegal de la inteligencia.

Contra chinos, rusos e iraníes.

Una cosa era sabida: el mayor espionaje está centrado en los países que EE.UU. considera enemigos por ser opuestos en el régimen social, o implicar competencia económica o afectar sus intereses y de su aliado Israel en Medio Oriente. China, Rusia e Irán concitan el mayor interés de la NSA y la CIA. Execrable, al menos tal espionaje querría ser justificado con que el imperio quiere adelantarse a las movidas que podrían estar pergeñando Beijing, Moscú y Teherán.

Snowden demostró que el problema no son los chinos espiando a los norteamericanos sino a la inversa. A ver si toman nota las agencias internacionales, incluso las que a veces son espiadas por la NSA, caso de la Associated Press, que presentan las cosas al revés. Según éstas, el Ejército Popular de Liberación tiene en Shanghai su Unidad 61398 para hacer ciberespionaje al Pentágono. Los hechos prueban lo contrario. O quizás los chinos se están defendiendo de la intrusión previa de la vieja y agresiva potencia.

El gobierno cubano, por el bloqueo sufrido a manos del mal vecino no tiene los medios tecnológicos y cibernéticos con que sí cuentan sus amigos chinos y rusos. Tampoco en La Habana hay el menor interés de causarle daño. Sin embargo, EE UU mantiene a la isla en la lista de quienes supuestamente patrocinan el terrorismo, en una nueva pirueta del «mundo del revés».

El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla dijo el martes pasado en la Asamblea General de la ONU que EE.UU., con su sofisticada red de espionaje mundial sobre gobiernos y empresas, castiga más fuerte a los cubanos. Ese espionaje rastrea y sanciona a bancos que hubieran tramitado pagos desde o hacia Cuba, a empresas que hubieran vendido algún producto estadounidenses o comprado mercadería con azúcar o níquel cubano, o medicamentos salidos de su Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.

Dilma muy digna

La NSA no rastrea sólo llamadas telefónicas y mensajes de celulares y mails de los gobernantes de fuerte enemistad con la Casa Blanca, como Putin, Xi Jinping y hasta hace poco Mahmud Ahmadinejad. El material aportado ilustró un feroz espionaje estadounidense contra Brasil, su presidenta Dilma Rousseff, Petrobras y el ministerio de Minas y Energía.

Brasilia es parte del BRICS, el grupo de poder alternativo que integra con Rusia, India, China y Sudáfrica. En varios tópicos, desde la geopolítica -oposición al plan de agredir Siria- hasta el comercio y finanzas internacionales -búsqueda de una moneda diferente al dólar-, ese bloque analiza cursos diferentes a EE.UU.

Otro motivo de esa intrusión ilegal fueron los descubrimientos de yacimientos petrolíferos por Petrobras en el litoral atlántico. En una reciente licitación se favoreció a un consorcio de la firma local y dos asociadas chinas. El imperio quería los datos para operar en contra de tal negociación: la data fue a Halliburton, la empresa del ex vicepresidente Dick Cheney, y a otras del Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

Rousseff tenía agendada una visita de Estado a Washington para el 23 de octubre pasado, pero la declinó en términos tajantes alusivos al espionaje sufrido. Así lo puso de manifiesto en la última semana de setiembre, cuando habló ante la ONU y anunció la presentación de un proyecto de regulación similar al del «Marco Civil de Internet». Su objetivo es «ampliar la protección de la privacidad de los brasileños».

La indignación de la brasileña no fue sólo con Obama sino también con Canadá, que se reveló como socio y cómplice de aquél en la violación de su privacidad y de la información reservada de Petrobras.

El celu de Angela

Ese proyecto ante la ONU será presentado por la jefa de Estado paulista y también por su colega alemana, Angela Merkel. La canciller no había sido muy solidaria con los gobernantes espiados, limitándose a acompañar algunos tibios comunicados de la Unión Europea. Más que repudio allí se pedían explicaciones.

El 23 de octubre pasado se vio obligada a protestar enérgicamente ante el presidente norteamericano, a quien llamó por teléfono indignada, luego que los servicios de inteligencia germanos confirmaran que Bonn-Berlín habían sido espiadas por EE UU. Incluso las comunicaciones desde y hacia el celular de la canciller habían estado monitoreadas. Los yanquis pinchan todos los teléfonos, todos los mails y todos los mensajes de texto, además de recabar por derecha o izquierda la información alojada en Facebook, Google y otras redes.

Dos días antes que Merkel se desayunara con tal desagradable sorpresa (o confirmara sus presunciones anteriores, que no habían dado lugar a protestas), había sido el turno del presidente de Francia.

Mientras los servicios secretos galos seguían con una profunda siesta, dormidos como cómplices activos con sus colegas de la NSA, el diario Le Monde había revelado que en un mes, de diciembre de 2012 a enero de 2013, los norteamericanos habían interceptado 70 millones de llamadas telefónicas y mensajes de empresas y particulares de Francia.

Mostrando otra vez el interés económico -junto con el político es la doble razón de tales pinchaduras-, el interés estadounidense se había centrado en territorio galo en Wanadoo y Alcatel, firmas de telecomunicaciones y aparatos y redes de comunicación respectivamente.
Otra vez la fuente del periódico francés había sido Snowden. El espionaje allí era enorme, pero quedaba empequeñecido respecto a la magnitud de ese delito cometido a escala internacional: 124.8 mil millones de comunicaciones telefónicas y más de 97 mil millones de conexiones. Rusia, China, Afganistán, Alemania, Gran Bretaña y Francia estaban entre los blancos más controlados.

Gracias Snowden

Del espionaje yanqui no se salvó siquiera un gobierno tan poco digno como el de España, arrastrado a los pies de las políticas de ajuste del FMI y el Banco Central Europeo. Mariano Rajoy tuvo que citar al nuevo embajador de EE.UU. en Madrid, James Costos, para quejarse de la fea actitud.

Ese diplomático dijo que informaría a su gobierno, pero en las audiencias celebradas tres días más tarde en el Congreso norteamericano, el jefe de la NSA, general Keith Alexander, negó que su dependencia fuera la responsable. «Se trata de información que nosotros y nuestros aliados de la OTAN hemos obtenido conjuntamente para la protección de nuestros países y en apoyo de nuestras operaciones militares», alegó el general.

Las dos cosas pueden ser ciertas y complementarias. La NSA es el núcleo organizador del espionaje y sus similares de la OTAN deben haber colaborado, con o sin conocimiento de los presidentes de esos 35 países espiados.

Como el general Alexander y su jefe político Obama no han hecho autocrítica ni prometido cesar en tan alevosa actividad, sólo resta que los países respetuosos de la ley unan sus esfuerzos contra el espionaje, avancen en la nacionalización de sus empresas de telecomunicaciones y de proveedores de Internet, en el blindaje de la seguridad de sus datos gubernamentales, empresariales y de ciudadanos.

Se sabía hace mucho que la CIA y las quince agencias de inteligencia, entre éstas la CSA, eran un peligro para el mundo. Pero desde que Julian Assange (WikiLeaks), Bradley Manning y luego Snowden aportaron las pruebas, los espías quedaron desnudos ante los ojos de la humanidad. Cuatro ex informantes norteamericanos le entregaron al joven ex topo el premio anual «Sam Adams» en Moscú en la primera quincena de octubre, en Moscú.

Cinco ex agentes muy sonrientes, fotografiados por la agencia Russia Today, son una postal de que la Casa Blanca y el Pentágono no pueden manejar el mundo a botón ni espiarlo impunemente.

Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-obama_no_tiene_limites__espia_a_todo_el_mundo__amigo_o_enemigo-104263-111.html