Desde el pasado 8 de noviembre, por decreto presidencial, los servicios de inteligencia están autorizados a scanear nuestras comunicaciones privadas (mails, chats y lllamados que se realicen por Internet). La medida se tomó a pedido del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que el 31 de julio del año pasado envió a nuestro país […]
Desde el pasado 8 de noviembre, por decreto presidencial, los servicios de inteligencia están autorizados a scanear nuestras comunicaciones privadas (mails, chats y lllamados que se realicen por Internet). La medida se tomó a pedido del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que el 31 de julio del año pasado envió a nuestro país dos delegados, junto con los proveedores que vendían los programas espías, para instruir a las autoridades sobre esta técnica «antiterrorista». Se trata de lo que en el mundo se conocen como Echelon o Gran Oreja, un sistema de espionaje electrónico que en solo media hora puede scanear mil millones de mensajes. Eso sí: ya fue usado en la Argentina. Fue en 1999 cuando los servicios norteamericanos interceptaron los teléfonos del entonces ministro de Economía, José Luis Machinea, en plena renegociación de la deuda.
Se trata de lo que en el mundo se conocen como Echelon o Gran Oreja, un sistema de espionaje electrónico. Las computadoras de este programa permiten reconocer palabras, teclas, números y hasta timbres de voz, de comunicaciones telefónicas, de fax o de correo electrónico a través de Internet. Este decreto destruye los derechos civiles garantizados por la Ley de Protección de Datos Personales, entre otras graves consecuencias.
Echelon fue desarrollado en el marco de un acuerdo de espionaje entre Estados Unidos y Gran Bretaña en 1948, al que más tarde se unieron Australia, Nueva Zelanda y Canadá. La existencia de este acuerdo, bautizado UKUSA, fue reconocida en marzo de 1999 por el gobierno de Australia.
También Francia y Alemania, pero en menor medida, tuvieron participación en el programa espía. La «Gran Oreja» fue programada para alertar cuando en una comunicación se detectan palabras «peligrosas» para la seguridad nacional de los Estados Unidos o de los otros países participantes en el proyecto.
Las grandes cantidades de datos recogidos por el sistema son luego filtradas por potentes computadoras.
El programa permite interceptar en sólo media hora hasta cerca de mil millones de mensajes, que luego son filtrados para extraer los datos de interés para cada país.