Las sociedades democráticas se dotan de unas administraciones para garantizar que lo que la ciudadanía consume no supone un riesgo innecesario para la salud, o en su caso para advertir, como con el alcohol o el tabaco, de sus peligros. Las agencias que se encargan de velar por nuestra seguridad recurren a investigadores científicos independientes […]
Las sociedades democráticas se dotan de unas administraciones para garantizar que lo que la ciudadanía consume no supone un riesgo innecesario para la salud, o en su caso para advertir, como con el alcohol o el tabaco, de sus peligros. Las agencias que se encargan de velar por nuestra seguridad recurren a investigadores científicos independientes o propios para hacer los estudios correspondientes.
El Bisfenol A (BPA) se ha prohibido en envases alimentarios infantiles como los biberones y ha creado una gran alarma social. Las alarmas sociales no tienen por qué estar fundamentadas en hechos, como por ejemplo en el caso de las ondas electromagnéticas de las antenas y el cáncer. ¿Es ese el caso del BPA? ¿Debemos preocuparnos? ¿Están haciendo las agencias bien su trabajo en este caso?
El BPA es fundamental en la industria de los envases alimentarios, se utiliza en infinidad de recipientes plásticos, o de manera importante en el revestimiento interno de las latas de comida para, paradójicamente, impedir que en el proceso de esterilización lleguen a la comida los metales tóxicos de la lata. Como imaginarán, la industria del plástico se defiende de las acusaciones de generar productos perjudiciales para la salud de los consumidores. Así, las empresas más importantes en Europa como Covestro, SABIC, Trinseo y Hexion, forman la asociación PlasticsEurope que tiene una página web, también en castellano, dedicada a difundir las bondades del BPA. Su hermana estadounidense, «bisphenol-a.org«, creada por el Consejo de Química Americano, que representa a decenas de compañías relacionadas con el plástico, afirma que la «toxicología del BPA está bien estudiada y el BPA es tóxico solo a niveles muy altos de exposición.» Esta web coincide con la Administración Estadounidense para la Comida y los Fármacos, la FDA por sus siglas en inglés, en establecer unos límites seguros de BPA de 50 µg/kg de peso corporal al día. Para establecer estos límites la FDA, y otras agencias similares, recurre a estudios científicos o los solicita. La web «bisphenol-a.org» defiende la seguridad del BPA a través de 5 estudios principales.
Hagamos un repaso de algunas de esas referencias.
En la primera, de 1997, determinan la cantidad de BPA que migra a la comida o los líquidos en recipientes de policarbonato reutilizados. Los de «bisfenolA» dicen que no se detectaron niveles de BPA bajo condiciones «normales» de uso, que consistían en añadir agua hirviendo durante 5 minutos al biberón y después añadirle zumo y dejarlo 3 días en la nevera. Cuando analizaron ese zumo, no encontraron BPA. No sé si los padres y madres que estén leyendo esto piensan que ese es el uso «normal» de un biberón. Cuando, sin embargo, sometieron al biberón a temperaturas de 100 ºC, con simuladores de alimentos, durante media hora y después lo refrigeraron, entonces sí encontraron niveles considerables.
En el segundo estudio, llevado a cabo por el Ministerio de Agricultura y Pesca del Reino Unido, también del 97, los autores no encuentran restos de BPA por encima de 30 µg/kg bajo condiciones más agresivas. Algo que no es extraño visto que utilizan una técnica de fluorescencia bastante poco sensible comparada con las que se utilizan ahora y es que 20 años es una eternidad en desarrollo tecnológico.
También hacen referencia al estudio de Earls et al. (2000), que es un informe técnico no publicado (y por tanto no revisado), al que no he podido tener acceso. Sin embargo, sí he encontrado un informe de una comisión científica europea en la que nombran el estudio, y afirman que en ese estudio habían detectado microgramos de BPA en 5 de 12 biberones. Y de hecho el estudio fue utilizado en la investigación que llevó a la prohibición del BPA en los biberones en la UE.
En el estudio llevado a cabo por el ministerio de salud japonés, en japonés, y que tampoco está disponible para la comunidad científica, pero traducido por esta página, se afirma que se detectó BPA en 2 de los 5 aunque a niveles muy bajos.
Podríamos seguir, pero básicamente la industria del plástico afirma que «no encuentra» ningún estudio que muestre que los productos con BPA utilizados para la alimentación humana y animal conllevan un riesgo para la salud. Esto es lo que en ciencia llamamos cherrypicking o elegir las cerezas más vistosas, en este caso además de publicaciones que no han pasado una revisión por pares. Para evitar en alguna medida el cherrypicking se hacen las revisiones de literatura científica. En 2007 un grupo de 36 investigadores revisaron el estado del campo con respecto al BPA. Analizaron cientos de estudios financiados con dinero público y encontraron que el 90% concluían que el BPA era un riesgo para la salud, el resto 10% tenía financiación privada.
La industria del plástico afirma que en el caso del BPA no se tiene que aplicar el principio de precaución en el supuesto de riesgo porque «para el BPA existe una gran cantidad de datos científicos disponibles. Por lo tanto, el riesgo asociado con el BPA se ha valorado ampliamente y de forma rigurosa.» Los de PlasticsEurope afirman además que «datos exhaustivos de estudios de biovigilancia han demostrado que la típica exposición humana al BPA de todo tipo de origen es de aproximadamente 1.000 veces por debajo del nivel de consumo seguro establecido por la EFSA de 0,05 mg/kg por peso corporal/día».
Patricia Hunt, investigadora de la Universidad del Estado de Washington, ha estudiado su efecto sobre el desarrollo de las gónadas, su alta presencia en mujeres embarazadas pobres o en monos Rhesus en gestación, a los que se les daba de comer bolas con BPA. Hunt les dio 0,4 mg/kg, 8 veces más de lo recomendado en humanos. Es cierto que es una cantidad superior a la recomendada, pero en estos monos corresponde a una concentración en el suero de 0.5 ng/ml similar a la encontrada en humanos adultos y fetos. Y esta exposición a BPA en hembras preñadas lleva a diferencias en el desarrollo del feto, del cerebro, glándulas mamarias y ovarios.
Uno de los motivos por los que durante mucho tiempo se ha creído que el BPA era seguro es porque es metabolizado e inactivado rápidamente por el hígado. Pero decenas de estudios han demostrado que está fuera de toda duda que hay niveles de BPA en sangre más altos de los esperados. Además, cruza rápidamente la placenta en la que se han encontrado niveles de BPA bioactivo suficientes para producir efectos en el desarrollo, visto en numerosos estudios. Y no sólo hay más de lo pensado, sino que se ha descubierto la actividad estrogénica de una forma de BPA metabolizada por el hígado que se creía inactiva. Así, muchas de las creencias que llevaron a asumir que el BPA es seguro estaban basadas en que la absorción era oral, que es rápidamente metabolizable, y que el BPA ya metabolizado es inerte, cuando no lo es.
Hunt hace una puntualización muy importante. Los estudios de seguridad de productos como el BPA se basan en la toxicidad del mismo. Sin embargo, la inocuidad de los disruptores endocrinos no puede ser medida en base a la toxicidad, sino en sus efectos, a menudo sutiles, sobre los organismos y su desarrollo.
Latas, botellas… ¿tickets de la compra?
Pero además, no todo el BPA entra al organismo por la boca. La página de los PlásticosEurope, en su apartado «mitos» dice: «Los tiques de compra hechos de papel térmico pueden contener niveles bajos de bisfenol A (BPA). Un estudio sobre «Transferencia del bisfenol A del papel de impresora térmica a la piel» (Biedermann, Tschudin y Grob, 2010) muestra que, mientras los bajos niveles de BPA se pueden transferir desde el papel térmico a la piel, esos niveles están muy por debajo de los establecidos por el gobierno como niveles seguros de ingesta, incluso bajo las peores condiciones incluidas en el estudio. Cuando penetra a través de la piel, el BPA se convierte de forma efectiva en un metabolito biológicamente inactivo, que es rápidamente eliminado del cuerpo.
El Comité de Evaluación de Riesgos (Risk Assessment Committee, RAC) del ECHA evaluó el uso de BPA en papel térmico. En junio de 2015, la decisión del comité fue unívoca: «De forma significativa, el RAC no identificó riesgo para los consumidores.», por lo que está en consonancia con el dictamen de la EFSA sobre el BPA (enero de 2015), confirmando la seguridad de su uso para los consumidores. Al mismo tiempo, el RAC propuso que se restringiera el uso del BPA en papel térmico para cajeros que manejan tiques de venta y comprobantes de pago.»
1- Como decíamos, la parcial inactivación del BPA sucede en el hígado, por eso el ingerido es menos activo que el que penetra por la boca o la piel que no pasa por el sistema porta del hígado.
2- Si el RAC afirma que es seguro para los consumidores, ¿por qué no lo es para los trabajadores en contacto continuo con el papel térmico? ¿Está este riesgo entre los planes de prevención?
Llama la atención que hace más de 10 años que se conocen los efectos del BPA sobre la salud humana a cantidades habituales. Y ha habido un aumento en la conciencia de la sociedad que pide productos libres de BPA. Esto ha llevado a la industria a desarrollar muy rápidamente alternativas.
¿Pero son estas alternativas más seguras?
Todavía hay pocos estudios sobre las alternativas al BPA. Las cinco más comunes en uso ahora mismo como el Bisfenol B, F, S, y AF tienen una estructura casi idéntica al BPA. Los estudios que van saliendo indican que estos compuestos, aunque aparentemente con menos actividad estrogénica, tienen una amplia actividad biológica sobre diversos tejidos, incluidas las gónadas. Por lo que cada bisfenol, ya comercializado, necesita de una investigación exhaustiva, que difícilmente puede ser llevada a cabo con la rapidez con la que se introducen estos materiales en el mercado.
Lo que ya se sabe es que los niveles en sangre de todos los bisfenoles juntos es mayor a la del BPA per se, y hay estudios en ratones que indican que interactúan entre ellos, y alteran, aumentándola, la capacidad estrogénica del BPA.
¿Están nuestras autoridades sanitarias al corriente de los resultados de todos esos estudios independientes?
Fuente: http://diario16.com/estan-haciendo-las-agencias-bien-su-trabajo-en-el-caso-de-los-toxicos/