Los avances científicos hicieron que Bertrand Russell se preguntara si no fuera mejor que la guerra pusiera fin a nuestra especie, antes que la estupidez se vuelva cósmica. En esa línea, el economista canadiense Michael Chossudovsky denunció, con documentos oficiales, que la expansión del arsenal de armas climáticas se ha convertido en prioridad de EEUU, […]
Los avances científicos hicieron que Bertrand Russell se preguntara si no fuera mejor que la guerra pusiera fin a nuestra especie, antes que la estupidez se vuelva cósmica. En esa línea, el economista canadiense Michael Chossudovsky denunció, con documentos oficiales, que la expansión del arsenal de armas climáticas se ha convertido en prioridad de EEUU, ahora que su Fuerza Aérea ya tiene la capacidad de provocar inundaciones, huracanes, sequías y terremotos» (rebelión.org, 7-I-2005), además de maremotos y tsunamis, añadiríamos nosotros.
Lo anterior demuestra que la última tragedia del sudeste asiático es en realidad otra batalla victoriosa del complejo industrial militar estadounidense, dispuesto a incrementar su hegemonía planetaria, sin escrúpulos ni barreras. Por su parte, Juan Gelman hizo notar que EEUU notificó de manera oportuna a su base naval de la isla Diego García, en el Océano Indico, de la inminencia del último tsunami, pero que los pescadores de la India, Sri Lanka y Tailandia no recibieron advertencia alguna («Pagina 12». Buenos Aires, 9-I-05).
A su vez, Marcelo Colussi indicó que los países destruidos por guerras bélicas o climáticas son reconstruidos por EEUU, cuyos pueblos son obligados a consumir productos transgénicos producidos por compañías de este país, sin que los agricultores locales puedan siquiera acumular semillas (rebelión.org, 9.I-05). Lo anterior ya ocurrió en Irak y Afganistán.
Gelman se pregunta si es casual que el teniente general de marines, Rusty Blackman, jefe de Estado Mayor de las tropas que invadieron Bagdad, esté ahora a cargo de las tropas de socorro en Tailandia, Indonesia y Sri Lanka. La Organización de las Naciones Unidas es el convidado de piedra en estos actos de barbarie.
Chossudovsky reveló, asimismo, que el superconsorcio inglés-norteamericano, British Petroleum-Amoco Oil, adquirió tecnología de la guerra climática de los más grandes fabricantes de equipos electrónicos bélicos del mundo. A su vez, la British Petroleum formó parte, junto a la española Repsol, de la compañía Pacific LNG, que, en los años 2002 y 2003, presionó a Bolivia para suscribir un contrato de venta de gas a EEUU, a precio «net – back» (se descuentan todos los gastos y el saldo, si queda algo, se paga al país poseedor del energético).
La resistencia desesperada del pueblo boliviano por impedir que su gas sea exportado sólo como materia prima a Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, México y EEUU, en jornadas que le costaron alrededor de 60 muertos y 500 heridos, explica el derrocamiento del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), el 17 de octubre de 2003, y los problemas de su sucesor, Carlos Mesa, para consolidarse en el cargo, con la misma política petrolera anterior. Para evitar otros «desmanes», EEUU presiona a Bolivia para que ratifique el tratado de inmunidad en favor de sus «marines»,
El actual mandatario preguntó al país, en referéndum del 18 de octubre pasado, si estaba de acuerdo con recuperar la propiedad de los hidrocarburos en boca de pozo, entregada gratuitamente a las petroleras por GSL. El 90 % de la ciudadanía respondió ¡SI! Ahora dice que se cumplirá la voluntad popular dentro de 36 años, es decir cuando terminen los contratos suscritos por GSL.
Si Bolivia pudiera convertir sus 53 trillones de pies cúbicos de gas en diesel ecológico, para el cual hay mercado en todo el mundo, cuyo costo de producción llega a 30 dólares el barril y su precio de exportación a 80 dólares, no necesitaría de la «ayuda» internacional, ni de la asistencia de los organismos internacionales. Infelizmente, a la estupidez cósmica se añade la testarudez nativa de quienes dicen que el país saldrá de la pobreza entregando su último aliento.