La adscripción a alguno de los 55 pueblos indígenas (o «naciones») y la intención de impedir a los bolivianos declararse mestizos, como ocurrió en el censo del 2001, han agudizado las polémicas de contenido étnico, ante la nueva encuesta programada para el presente año. Tales discusiones se producen dentro de partidos políticos, organizaciones religiosas y […]
La adscripción a alguno de los 55 pueblos indígenas (o «naciones») y la intención de impedir a los bolivianos declararse mestizos, como ocurrió en el censo del 2001, han agudizado las polémicas de contenido étnico, ante la nueva encuesta programada para el presente año. Tales discusiones se producen dentro de partidos políticos, organizaciones religiosas y del propio gobierno. Así sucede, por ejemplo, en el Movimiento Sin Miedo (MSM), la principal corriente opositora, cuyo dirigente, Fabián Yacksic, ha sostenido que ignorar la opción mestizo «es una falta de sentido común que raya en la ignorancia» («Página 7», 29-XII-11), en tanto que Simón Yampara, del mismo partido, considera que «el mestizo es como la mula, porque no es nada productivo» (Video de «Página 7», 04-XII-11). La ex Ministra de Culturas, Elizabeth Salguero, quiso reeditar las 14 mejores novelas de la literatura nacional, pero el Viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, se opuso aduciendo que esas obras, escritas por mestizos, son «machistas» y «colonialistas».
Dos de los jesuitas más connotados del país, José Gramunt de Moragas y Xavier Albó, ambos catalanes, con decenas de años de residencia en Bolivia, encabezan posiciones opuestas. En tanto Gramunt, defensor del neoliberalismo, afirma que «todos somos mestizos, gracias a Dios» («El País», de Tarija, 18-01-2012), Albó (estratega del censo del 2001), sostiene que si alguien cree que no pertenece a ningún pueblo o nación indígena, «la respuesta NO es la que cabe a los mestizos». «Es lo que yo debo responder, dice, sin sentirme ninguneado» («La Razón», 08-01-2012) Si para Gramunt «todos somos mestizos», para Albó, los mestizos deben ser casi proscritos de la sociedad boliviana. La jerarquía eclesiástica, encabezada por el Cardenal Julio Terrazas, respalda a Albó, al igual que USAID, el Banco Mundial y las ONG de la Unión Europea.
El Presidente Evo Morales, pese a que en su informe anual de gestión, del 22 de enero pasado, no mencionó el reconocimiento constitucional a 36 naciones indígenas, en días previos volvió a sugerir que la emblemática «Plaza Murillo» de La Paz se denomine ahora Bartolina Sisa, compañera del líder indígena Tupaj Katari, con lo que volvió a enojar a buena parte de las capas medias. A su vez, el Vicepresidente Álvaro García Linera retornó a su antiguo etnicismo al afirmar que «los ‘kharas’ (o mestizos) pueden volver al poder si fallan los hermanos indígenas»… (Si ello ocurre) «será para nosotros, otra vez, 500 años en silencio y en oscuridad» («Página 7», 30-12-11)
EL VIVIR BIEN, EL EUROCENTRISMO Y «PAGINA 7»
Para Albó, lo mestizo es un concepto tan genérico y amplio, que, al abarcar a todos, termina por no abarcar a nadie. En efecto, si son mestizos tanto los escandinavos como los zulúes, al final los bolivianos, al ser también mestizos, carecerían de especificidad alguna, lo que encubre la discriminación aún existente en nuestra sociedad. El indigenismo vigente se basa en el postulado del «Vivir Bien», a diferencia del «Vivir Mejor», con el que se identifica a la competitividad del libre mercado.
Explica que «el Vivir Bien es contrario al desarrollo capitalista, para el que lo más importante es el dinero y la obtención de lucros y ganancias .Va más allá que el socialismo, que considera lo más importante al ser humano, ya que lo más importante para el Vivir Bien es la vida. Vivir Bien es vivir en comunidad, en forma hermanada y especialmente en complementariedad. Significa compartir y complementar y no competir; es vivir en armonía con las personas y con la naturaleza, es producir lo que necesitamos sin destruir nuestro entorno. Es la base para salvar a la humanidad y al planeta». Para imponer el Vivir Bien, dice, «es necesario crear presiones mediante huelgas, marchas, publicidad y acciones simbólicas, a fin de conseguir lo que sea mejor» (Revista «Porantin», Publicación de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil, 23-12-2011).
Gramunt, por su parte, considera que en la medida en que los pueblos de Occidente se mezclaron con la gente de otras culturas, difundieron valores que se extendieron por todo el mundo. «El pueblo elegido de Israel fue el depositario del Decálogo, el código moral más completo que se ha escrito en la historia de la humanidad. La sabiduría griega sigue siendo la matriz del pensamiento contemporáneo. El derecho romano está en la profunda raíz de las legislaciones más modernas. El Renacimiento abrió las ventanas a la investigación científica y al refinamiento de las artes. Las «luces» de la Ilustración proclamaron las libertades ciudadanas, frente a las diversas formas de absolutismo. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre resumió y promulgó ante el mundo entero, todo el acerbo acumulado por lo mejor de la historia universal. Dígase lo que se quiera, estos valores son el patrimonio más insigne de lo que llamamos Occidente» («La Razón», 18-01-2012)
El indigenismo de Albó fue criticado por el catedrático de la Universidad de Lille (Francia), Jean-Pierre Lavaud, por pretender justificar los linchamientos practicados en Achacachi (provincia del Departamento de La Paz), en la que, el 17-XI-08, una multitud enardecida condujo a una banda de ladrones (seis hombres y cinco mujeres) hasta un campo de fútbol, donde, en presencia de niños, fueron desnudados, apaleados y quemados. Pese a que algunos perdieron la vida, ni fiscales ni policías pudieron ingresar al lugar de los hechos («Rebelión.org», 12-03-11). El Canciller David Choquehuanca, discípulo de Albó, dijo, en discurso de agradecimiento a Evo, por su ratificación en el cargo, el 23-01-12, que, gracias al gobierno actual, los indígenas habían recuperado su cultura y «sus chicotes». Un debate sobre Derechos Humanos entre Albó y Gramunt sería altamente ilustrativo.
Al parecer, el mestizaje euro céntrico y el indigenismo radical han debilitado el espíritu crítico del periodismo boliviano. El matutino «Página 7», considerado un vocero de las corrientes progresistas en el país, ha respaldado, en editorial del 11-01-12, a la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), que congrega a directores y propietarios de medios impresos, por su decisión de recibir financiamiento de la Fundación Nacional para la Democracia (NED), dependiente del Congreso norteamericano y de la CIA, argumentando que «ojala el país no necesitara de esa ayuda, pero mientras la necesite ella es bienvenida». En otro editorial, publicado el 21-01-12, anota que «intentar echar sombras sobre las legítimas gestiones financieras de las naciones indígenas que buscan generar recursos para enfrentar la pobreza de su población no sólo es irresponsable sino claramente discriminatorio». Este juicio de valor fue emitido al conocerse los primeros acuerdos entre organizaciones indígenas y petroleras.
DETRÁS DE LAS PALABRAS
Para Alejandro Nadal, el ecologismo indigenista, o convivencia armónica con la naturaleza, ha dado paso a la «Economía Verde», convertida en nuevo disfraz del neoliberalismo, ya que esconde las razones reales de la destrucción ambiental, entre las que se hallan la concentración del poder económico (con sus paraísos fiscales), el poder de la Banca y de las corporaciones transnacionales, que son justamente las que financian al indigenismo. El ultra ecologismo no denuncia la compra de tierras en África y América Latina por empresas como Mon Santo, que lucran con transgénicos que dañan la salud humana.
La Asamblea del Pueblo Guaraní en Itika Guazú (APG -IG), que tiene en Albó a su referente ideológico, suscribió el primer acuerdo entre indígenas y la petrolera Repsol, calificado, por la propia APG, como «un aporte específico y concreto a las reivindicaciones de las comunidades indígenas bolivianas y latinoamericanas» (Comunicado de la APG, del 15-III-11). Repsol y la APG IG, asesorada por la ONG Nizkor, vinculada a Soros y Rockefeller, instituyeron un Fondo de Inversión de 14 millones de dólares en el Banco do Brasil, del que los aborígenes se benefician con 140.000 dólares mensuales. La APG IG, pese a predicar la transparencia de sus actos, se ha negado, hasta ahora, a publicar sus convenios con Repsol y Nizkor.
Cabe preguntarse si será posible derrotar al capitalismo mediante acuerdos con Repsol, con inescrupulosos banqueros, como Soros, o con fundaciones de Rockefeller, cuyas empresas, la Standard Oil en el pasado, y la Exxon Mobil, en la actualidad, son responsables de decenas de guerras en países periféricos, además de matanzas y genocidios en África y América Latina. El indigenismo de Albó está cumpliendo, por el contrario, dos objetivos concretos: Atomizar a Bolivia en lo interno y debilitar los procesos de integración en América Latina, como el MERCOSUR, UNASUR, el ALBA y la CELAC. Falta saber si el sistema capitalistas será reemplazado por la «utopía» del Vivir Bien (la palabra es usada por Albó), o por la emergencia de las naciones oprimidas por el capital financiero internacional.
Por su parte, Samir Amin, en su libro «El Eurocentrismo, Crítica de una Ideología» (1989), ha demostrado que el Eurocentrismo, al que se aferra Gramunt, sólo propone imitar el modelo occidental como única solución a los problemas de nuestro tiempo, silenciando contribuciones de otros pueblos y culturas al avance de la humanidad. El Eurocentrismo destaca las cualidades de los hombres del viejo continente, sin advertir que ello fue facilitado por el tráfico de esclavos y la sistemática succión de recursos naturales del mundo periférico. Es difícil concebir un cambio de sistema o conductas coherentes con la defensa de la ecología, mientras un puñado de Banqueros de EEUU y Europa Occidental privilegie sus intereses por encima de los de la humanidad. El Eurocentrismo apadrina a las ONG, que, mediante el indigenismo, contribuyen a subyugar a los pueblos oprimidos, además de tratar in viabilizar a las naciones emergentes.
LA POSICION INDO MESTIZA
No todos, sin embargo, están dispuestos a alinearse junto a Albó o Gramunt, ya que, con argumentos distintos, ninguno de ellos rescata el pensamiento nacional de Franz Tamayo, Carlos Montenegro, Augusto Céspedes, Sergio Almaraz, René Zavaleta Mercado, José Ortiz Mercado o Marcelo Quiroga Santa Cruz. En mayor o menor medida, nuestros mejores escritores rescataron los hitos centrales de la historia nacional, que fueron tejiendo la inconclusa inter subjetividad boliviana, como las rebeliones indígenas, la intervención indo mestiza en la guerra de la independencia, las contiendas internacionales y los esfuerzos por alcanzar la liberación nacional y aportar a la reconstrucción de inconclusa Patria Grande latinoamericana.
El pensamiento nacional defiende la existencia de numerosos mestizajes, originados en incesantes migraciones indígenas a las ciudades, en las que vive casi el 70 % de la población boliviana. Los esfuerzos por difundir el uso de lenguas originarias no han dado los resultados esperados. Los intentos de Albó por defender sus posiciones lo obligan a que en dos de tres párrafos de su última nota sobre el censo («La Razón», 08-01-12) se vea obligado a respaldarse en «recomendaciones de organismos internacionales», «en el número creciente de normas internacionales» que se hacen eco del indigenismo y en la «abundancia de talleres internacionales», destinados a difundir sus objetivos.
No le ha sido posible aceptar la convivencia de varios mestizajes en la misma persona, que, sin grandes problemas, puede sentirse, al mismo tiempo, indígena, cruceño, boliviano y latinoamericano. No puede exhibir, en cambio, trabajos de campo, encuestas y observaciones cotidianas capaces de negar la alta porosidad de la sociedad boliviana, la riqueza de la interculturalidad prevaleciente en ciudades y poblaciones rurales, en las que ni el indigenismo ni el eurocentrismo han sido capaces de arrancar el sentimiento de pertenencia nacional.
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