La decisión del Congreso boliviano de convocar a un referéndum para habilitar una nueva postulación de Evo Morales en 2020 ha marcado la línea de largada de una nueva campaña electoral justo en el momento en el que el presidente indígena se transformó en el gobernante con mayor tiempo en el sillón presidencial. Es cierto […]
La decisión del Congreso boliviano de convocar a un referéndum para habilitar una nueva postulación de Evo Morales en 2020 ha marcado la línea de largada de una nueva campaña electoral justo en el momento en el que el presidente indígena se transformó en el gobernante con mayor tiempo en el sillón presidencial. Es cierto que Bolivia fue tradicionalmente conocida por su inestabilidad, pero es significativo que Morales le ganara nada menos que a uno de los héroes patrios. Al pasar los nueve años, ocho meses y 24 días en la presidencia, el mandatario cocalero superó la marca que ostentaba hasta ahora el mariscal Andrés de Santa Cruz (1829-1839). Evo Morales ganó en diciembre de 2005 con el 54% de los votos, y luego fue reelegido en 2009 con el 64% y en 2014 con 62%. Sus dos tercios en el Congreso le permitieron ahora la convocatoria al referéndum para reformar la Constitución de 2009 y optar por otro mandato. Como el oficialismo no se animó a preguntar por la reelección indefinida, la modificación, si es aprobada, permitirá dos reelecciones para presidente y vice. En el caso de Evo no se contó el primer mandato, previo a la reforma constitucional de 2009 que «refundó el país». En 2006, dos colombianos pudieron hacer una película titulada Hartos [muchos] Evos hay aquí (Manuel Ruiz Montealegre y Héctor Ulloque Franco; ganador del premio al mejor documental en el Festival de Biarritz, Francia, 2006). Allí, un dirigente campesino afirmó: «cuando muera el Evo hartos Evos hay aquí… ¡mejores todavía!». Hoy nadie diría algo semejante entre sus bases. En esta década, el discurso sobre Evo como «un campesino como otros» mutó hacia la excepcionalidad del líder. Hacia el hecho de que un líder así, «como Túpac Katari», surge cada dos siglos. Y de que Evo es imprescindible para seguir con el «proceso de cambio».
En esta década, Morales mantuvo como copiloto al mismo vicepresidente, el sociólogo Alvaro García Linera, y a dos de sus ministros: el canciller aymara David Choquehuanca y al ministro de Economía Luis Arce Catacora, artífice del «milagro económico».
Además de ser el más largo, el de Morales es uno de los gobiernos con más poder, con dos tercios del Congreso y una base campesina que se ha movilizado en los momentos críticos en defensa de «su» presidente.
Con todo, el referéndum tiene riesgos. Hoy Morales le podría ganar a cualquier candidato, pero una consulta de esta naturaleza unifica a todos los críticos en el No, en un momento en el que tras tantos años en el poder surgen críticas a la conformación de una nueva élite en la cúspide del Estado. Algunos casos de corrupción que afectaron a dirigentes indígenas golpearon la imagen de esos «movimientos sociales en el poder». Bolivia es, además, un país tradicionalmente hostil a las reelecciones continuas y desconfiado de quienes se quieren «prorrogar» en el Palacio Quemado. En su historia tuvo a un presidente nacionalista asesinado y colgado de un farol de la Plaza Murillo (Gualberto Villarroel, 1946) y otro obligado a huir a Estados Unidos para salvar su pellejo (Gonzalo Sánchez de Lozada, 2003).
Evo Morales, como figura bastante excepcional y emergente de las rebeliones sociales de los años 2000, pudo romper esos límites y arrasar cada vez que se postuló, pero ahora deberá someterse a un veredicto de las urnas más complicado, el 21 de febrero. El presidente confía que ganará y gobernará hasta el Bicentenario. Quizás toma la definición de la Real Academia como un mensaje: el diccionario dice para la palabra Evo: «Duración de tiempo sin término. Duración de las cosas eternas». Entretanto, el desafío, más allá de la reelección es renovar una agenda de transformaciones que parece estancada luego de los cambios «descolonizadores» de los primeros años. Por eso, Morales prometió avanzar en la pendiente revolución de la salud, además de un sistema de teleféricos (que ya tiene tres líneas) y un proyecto más controvertido de energía nuclear con fines pacíficos. Mientras, trata de que la caída de los precios de las materias primas no se transforme en deterioro económico.
*Jefe de redacción de Nueva Sociedad.
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