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Evo en el New York Times

Fuentes: Rebelión

El Magazine del New York Times se ocupa el domingo 20 de Noviembre, del próximo Presidente de Bolivia, un Evo Morales carismático y orador notable que se mueve entre miles de imágenes del Che Guevara «solo comparables con las de la Virgen» mientras trata de contentar a cada quien que se cruza con él diciéndole […]

El Magazine del New York Times se ocupa el domingo 20 de Noviembre, del próximo Presidente de Bolivia, un Evo Morales carismático y orador notable que se mueve entre miles de imágenes del Che Guevara «solo comparables con las de la Virgen» mientras trata de contentar a cada quien que se cruza con él diciéndole lo que cada quien espera que le diga.

Firmada por David Rieff, quien parece haber llegado en verdad hasta La Paz, Cochabamba y el Chapare, el artículo es notable porque ignora totalmente a los traidores y secesionistas de Santa Cruz y la base militar de USA en el Paraguay, una amenaza que existe sólo para la prensa «subterránea» del Internet norteamericano.

Señala en cambio sin pelos en la pluma a los militares norteamericanos como el enemigo principal del orureño de 46 años que parece condenado a llegar al Palacio Quemado en menos de 60 días.

Sugiere, por otra parte, dos aliados que Evo debería reclutar a la brevedad posible: Joseph Stiglitz, el Nobel que fuera economista principal del Banco Mundial y enseña su especialidad en la Universidad de Columbia, y Jeffrey Sachs, de triste memoria en la patria de Evo. Tanto Stiglitz como Sachs afirman que Evo puede dar a Bolivia un YPYB que fuera otro Petrobas y redujera un tanto la desesperada miseria en que vive uno de cada tres bolivianos.

Stiglitz cree que Bolivia puede mandar a casa a las petroleras internacionales que hoy maman la sangre del pueblo boliviano y que debería invitar a Petronas, la entidad petrolera estatal malasia, a China y a India para reemplazar a europeos y norteamericanos.

Sachs acusa de brutal sordera a Bush y de «descuido, indiferencia, insensibilidad» ante la tragedia boliviana. Da el ejemplo de Goni, quien fuera a ver a su Presidente en Washington para pedirle 50 millones y salvarle el cuello y retornara con el rabo entre las piernas y apenas diez millones, «con lo que (Bush) cerró el episodio de ese derrocamiento». La nota señala al Pentágono de Donaldo Rumsfeld como el principal enemigo de Evo, y a los militares norteamericanos como fanáticos desaforados que temen tanto como odian al candidato aimara.

Ilustra esta situación citando a Michael Shifter, importante miembro de Inter-American Dialogue, «un grupo político de Washington» al que califica de «uno de los observadores de Latinoamérica mas inteligentes y experimentados» al decir que los militares de USA «hablan de Evo como si fuera el Osama bin Laden de Latinoamérica».

Shifter relata un incidente durante el que se vio enfrentado por dos militares americanos que afirmaron que Evo es «un terrorista, un asesino, lo peor que pueda imaginarse». Cuando Shifter indicó que no tiene información que confirmara tal acusación, los militares añadieron que «nosotros tenemos información clasificada. Este tipo es lo peor que pudo haberle sucedido a Latinoamérica en mucho tiempo». Shifter afirma que existe una «tremenda histeria» sobre Evo Morales en Washington y especialmente en el Pentágono.

Según la nota del NYT, Evo es amigo de Chavez y Fidel, pero no por ello tomaría a Venezuela ni a Cuba como modelos de la sociedad boliviana que quiere construir. También Kofi Annan, de la ONU, Jaques Chirac, de Francia y Rodríguez Zapatero son amigos de Evo, como indicó el candidato al periodista.

Tras presentar la imagen de un país en ferviente ebullición política para el que Evo representa una esperanza y el cambio que tanto busca la mayoría de los bolivianos, el New York Times se refugia en el recuerdo de la muerte del Che, quien «muriera solo y abandonado en las montañas».

«Si algo debimos aprender ya (los norteamericanos)», dice la nota, «es que el carisma no basta nunca» para triunfar en una revolución socialista. «La suerte del Che, que fracasó al fomentar la revolución latinoamericana y no dejó un modelo social coherente para sus seguidores, ya nos lo debió habernos enseñado», concluye Rieff.