Cuenta Evo Morales, en  reciente entrevista, que cuando tenía catorce años, en la región del Ayllú donde  creció, hubo una sequía total y para toda la familia tan sólo disponían de un  «gangocho» (saco) de maíz. Su padre decidió ir  con cincuenta llamas a buscar más maíz al otro lado del país. Caminaron  durante dos semanas hacia Oruro. Un día  llegaron al camino carretero a Cochabamba y cuando lo estaban cruzando  pasó un autobús desde el cual los pasajeros tiraban peladuras de naranja por la  ventana. Ellos las recogieron y las comieron. Les pareció un manjar exquisito. A  su región llegaba una naranja al año y los  hermanos se la disputaban. Desde entonces, su gran deseo fue poder viajar  un día en aquellos autobuses, lanzando peladuras de naranja por la ventana.  
 Evo  Morales, de humildísimo origen, ha sido pastor, trompetista de orquesta y  conscripto militar ha confesado que aún  se lava él mismo su ropa interior y sus calcetines, lo cual es un  indicador de su origen de clase. Ahora ha sabido interpretar los anhelos de las  masas bolivianas, tantas veces frustrados a lo largo de la historia y ello le ha  valido un respaldo popular sin precedentes. 
 Dentro de una semana, el próximo 18 de diciembre, se celebrarán  elecciones en Bolivia. Candidato del Movimiento al Socialismo, Evo Morales  apunta como ganador en las encuestas con el  32.8% de las preferencias de voto seguido del derechista Jorge Quiroga  con el 27.7% de las intenciones y de  Samuel Doria, de centro izquierda, con el 9.4%. El triunfo muy probable de  Evo reforzaría un cuadro que se insinúa  en ascenso en toda América Latina, el del avance de los movimientos populares,  antimperialistas, de rescate de los recursos nacionales y oposición a la  globalización y a las políticas empobrecedoras del FMI y del Banco Mundial. El  gobierno de Bush se muestra muy alarmado con ese probable triunfo que situaría a  Bolivia en el camino de liberación nacional de Fidel Castro y Chávez. La ultra  derecha y la propagada yanqui han aprovechado esas coincidencias ideológicas  para alarmar a la burguesía y suscitar una más viva oposición contra Evo.  
 En  los últimos tiempos las marchas de campesinos, los bloqueos de carreteras, las  protestas indígenas, las huelgas de hambre constituyen una clara señal de la  desestabilización social y el descontento que impera en aquél país, rico en  hidrocarburos. Bolivia se beneficia muy poco de sus recursos naturales que se  encuentran en manos de las trasnacionales. Evo se propone, según ha dicho,  refundar su país, combatir el analfabetismo y sobre todo, nacionalizar sus  reservas de gas que constituyen, hoy el primer ingreso nacional. 
 No  siempre fue así. En tiempos de la  colonia aquella región fue el centro de la más rica extracción argentífera del  nuevo continente: las minas de Cerro  Rico de Potosí. Pero a inicios del siglo XX el estaño significaba el 94% de las  exportaciones. Solo que la industria minera estaba en manos de tres grandes  familias: los Patiño, los Aramayo y los Hoschild.  La principal refinería de estaño boliviano se  hallaba en New Jersey y Simón Patiño tenía sus oficinas en Delaware, residía de  manera permanente en el Waldorf Astoria de Nueva York y raras veces visitaba su  país. 
 En  1951 Víctor Paz Estensoro intentó la nacionalización de las minas de estaño al  salir electo presidente pero el ejército se negó a entregarle el poder y se  produjo un levantamiento popular, los  mineros armados invadieron las ciudades y forzaron el cambio de régimen con una  revolución nacionalista burguesa democrática. Todo terminó en otra frustración y  otro golpe de estado. 
 En  la actualidad la cocaína constituye otro de los serios problemas con que  tropezará Evo. El gobierno de Bush presiona para limitar los sembrados, pero de  hacerlo se arruinarían muchos campesinos. Evo Morales considera la legalización  del cultivo de manera que puedan cumplirse proyectos comerciales en cartera como  la compra masiva de coca que realizaría China para infusiones y uso  farmacéutico. 
 De  sus ocho millones de habitantes poco más de cuatro millones ejercerá el derecho  al voto. De esa voluntad dependerá el destino del país, único en Latinoamérica  que ha tenido un presidente, como Sánchez de Losada,  que apenas mascullaba malamente el idioma  español, un indicador de hasta dónde  había llegado la sumisión de esa nación andina que funcionaba como una oficina  de Wall Street.