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Evo y el capitalismo de Estado

Fuentes: Rebelión

El capitalismo de Estado es el único camino que han encontrado los países sometidos a los centros de poder mundial para retener su excedente económico y salir de la dependencia. Muchos consideran contradictorio que el presidente Evo Morales se declare anticapitalista y, al mismo tiempo, trate de desarrollar el capitalismo dentro del país. En realidad, […]

El capitalismo de Estado es el único camino que han encontrado los países sometidos a los centros de poder mundial para retener su excedente económico y salir de la dependencia. Muchos consideran contradictorio que el presidente Evo Morales se declare anticapitalista y, al mismo tiempo, trate de desarrollar el capitalismo dentro del país. En realidad, esa contradicción no existe ya que sólo si los países atrasados consiguen industrializarse y estructurar bloques regionales, como la unión latinoamericana, la unión africana o árabe se podrá alcanzar un mundo multipolar en el que las potencias dejen de controlar las finanzas internacionales y los recursos naturales estratégicos del planeta. En consecuencia, hacer capitalismo en las periferias es hacer anticapitalismo a nivel global, si se quiere alcanzar el socialismo latinoamericano, el «vivir bien» o el comunitarismo andino.

Para in viabilizar nuestro capitalismo de Estado, neoliberales, ultra indigenistas, grandes ONGs y separatistas esgrimen dos argumentos: El ecologismo radical y la democracia formal. Nadie, con un mínimo de racionalidad, puede oponerse a detener el deterioro ambiental que amenaza la vida humana sobre el planeta. Sin embargo, esos esfuerzos, para ser efectivos, tienen que ser proporcionales a la contaminación que cada país ocasiona. Y esas cuotas sólo serán cumplidas si el poder mundial tiene como interlocutores a bloques regionales que permitan tomar en cuenta sus argumentos. El Estado de derecho, a su vez, no puede ser confundido con un ideal lejano sino como una construcción cotidiana capaz de conciliar la autodeterminación nacional y el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, como la libertad de expresión.

Es posible que Evo, pese a sus contradicciones, sea el mandatario que más impulsó, hasta ahora, el capitalismo de Estado, en la línea de Andrés de Santa Cruz e Isidoro Belzu, lo que explica en parte el haberse convertido en el presidente que más tiempo ha gobernado el país de manera continua. Sin embargo, el haber suscrito el contrato para la explotación de San Cristóbal, en Potosí, en el que la japonesa Sumitomo se lleva 1.000 millones de dólares anuales y deja 30 millones al país o las desmedidas ventajas a grandes soyeros vinculados a transnacionales debilitan al capitalismo de Estado. Tampoco lo fortalece la crisis en la justicia, la corrupción en el Fondo Indígena o el despilfarro en la construcción de un nuevo palacio de gobierno, ya que la austeridad es inherente a sus cimientos. Lo fortalecen, en cambio, la inclusión social, la defensa de la soberanía patria, la articulación caminera, aérea y fluvial, el fortalecimiento de YPFB, las plantas separadoras de líquidos, la petroquímica de Bulo Bulo, las termoeléctricas, las hidroeléctricas y la producción del carbonato de litio, así como el haber propuesto la Agenda 2025.

Las relaciones entre los imperios y las periferias no son sencillas y homogéneas. Existen negociaciones exitosas realizadas por países sometidos con potencias industrializadas, como la que llevó a cabo el general Alfredo Ovando Candia, en 1966, con la República Federal Alemana (RFA), para la instalación de la fundición de Estaño de Vinto. En esa ocasión, Bolivia aprovechó una coyuntural discrepancia entre la RFA y EEUU, que se oponía a la instalación de plantas atómicas en el país europeo. Exactamente lo contrario sucedió con el Plan Triangular del MNR, que, en 1961, sometió a la COMIBOL a los dictados de la RFA, Japón y el Banco Interamericano de Desarrollo.

En Latinoamérica, los gobiernos progresistas o revolucionarios, como los de Perón, Getulio Vargas, Allende, Chávez, Ovando y Torres fueron aquellos que trataron de instaurar el capitalismo de Estado. Sólo Cuba avanzó algo más al proclamar el socialismo, que el bloqueo norteamericano se encargó de frustrar. Hoy, como consecuencia de la corrupción en Petrobrás (la que está siendo contenida por Dillma Rousef), el desorden financiero de Venezuela y las contradicciones del kirschnerismo, la meta de la CELAC, de estructurar el Banco de Desarrollo e Integración Latinoamericana se ha tornado lejana. La crisis brasileña debilita inclusive al bloque de países emergentes (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica -los BRICS–), que era una esperanza para los países sometidos.

Ante esta realidad, Evo busca financiamientos e inversiones en EEUU y Europa. La experiencia enseña que la cooperación procedente de estos centros de poder mundial, sino se la encara como bloque regional, está condicionada al debilitamiento de las empresas estatales, a fin de imponer el Libro Comercio. En este contexto, la defensa del capitalismo de Estado debería ser uno de los elementos fundamentales para que la ciudadanía opte por la mejor decisión posible en el referéndum del 21 de febrero próximo y en los comicios presidenciales de octubre del 2019.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.