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Evo y los infantiles

Fuentes: La Jornada

A pocos días de la votación para la asamblea constituyente que deberá establecer sobre cuáles bases reformar Bolivia, el primer presidente indígena boliviano, Evo Morales, enfrenta el fuego cruzado de la artillería y las armas pesadas de la provocación oligárquico-imperialista (movilizaciones separatistas y racistas en Santa Cruz, identificación de la autonomía con la independencia de […]

A pocos días de la votación para la asamblea constituyente que deberá establecer sobre cuáles bases reformar Bolivia, el primer presidente indígena boliviano, Evo Morales, enfrenta el fuego cruzado de la artillería y las armas pesadas de la provocación oligárquico-imperialista (movilizaciones separatistas y racistas en Santa Cruz, identificación de la autonomía con la independencia de facto de las regiones que controla la derecha, infiltración de soldados estadunidenses disfrazados de turistas, ofensiva mediática internacional contra la presidencia de la república que fomentaría el narcotráfico) y de las armas livianas, muy muy livianas, de los infantiles que acusan a Evo de «traidor».

La ultraderecha y la ultraizquierda marchan así unidas contra el «populismo» en el gobierno. Para la última Evo sería «igual» al ladrón y asesino prófugo Gonzalo Sánchez de Lozada, porque nacionalizó el agua y los hidrocarburos pero no expulsó a las compañías que antes explotaban esos recursos, y porque distribuye en propiedad colectiva millones de hectáreas, pero indemniza y, además, no toma las mejores tierras y las viviendas de los terratenientes y, por último, porque si bien redujo su salario y el de los altos funcionarios a menos de lo que gana un pobresor universitario en México y aumentó enormemente salarios mínimos y pensiones, no los triplicó.

Como sabemos, la relación de fuerzas internacional y nacional, la carencia de técnicos y de fondos, no son problema para los infantiles, que «se cagan» en esas minucias. Tampoco tiene importancia que Evo se oponga a la concepción separatista de la autonomía por la oligarquía cruceña y tarijeña y llame a movilizarse contra este separatismo racista. Ni que difunda un video en el cual los dirigentes del Banco Central Boliviano, durante el gobierno de Sánchez de Lozada, se robaban 800 millones de pesos bolivianos para comprar dirigentes sindicales y pagar provocadores. Ni que 59 por ciento de los bolivianos crean que dentro de un año estarán mucho mejor. Ni que 81 por ciento de los encuestados apoyen a Evo (casi 30 por ciento más que quienes lo votaron). Ni que éste denuncie las mentiras de Estados Unidos (la producción de coca, por ejemplo, se redujo en 8 por ciento) y las provocaciones de Washington y haga pactos económicos muy ventajosos con Venezuela y esté acabando con el analfabetismo (con la ayuda gratuita de alfabetizadores cubanos) y con las cataratas y el glaucoma (con la intervención de cirujanos oftálmicos también de la isla, que prestan gratuitamente sus servicios humanitarios).

Los infantiles son autistas: no hay que mirar hacia Bolivia y, si están en ese país, no hay que ver ni escuchar qué dice y hace la gente común. La Verdad, se sabe, habita permanente en sus bolsillos.

De este modo se avanza hacia la asamblea constituyente (AC), que ha sido convocada haciendo algunas concesiones a la oligarquía, como la coincidencia de la misma con un referéndum sobre la autonomía y la elección de los diputados por listas de partidos. El MAS, seguramente, aumentará su proporción, ya muy grande, en el electorado, pero es previsible que en la asamblea deba hacer negociaciones y concesiones. De todos modos, de ella saldrá otro país.

Eso es lo que quieren las organizaciones indígenas, originarias y campesinas que hace cuatro años realizaron la Marcha por el Territorio e impusieron la convocatoria de la AC. Ellas, en un documento que hicieron público el 20 de junio, proponen «una AC soberana, participativa y fundacional desde las bases de las comunidades rurales y de las poblaciones urbanas». Exigen «construir un Estado unitario plurinacional, pluricultural y plurilingüe», en el que los pueblos y naciones indígenas originarias «estén en todos los niveles de la estructura y del gobierno del país». Proponen también (como el gobierno) sustituir las provincias por regiones «basadas en las autonomías territoriales indígenas originales y campesinas, para reorganizar el país», y que en el Poder Legislativo sea remplazado «por un sistema con representación demográfica, regional» y con diputados de las naciones y pueblos indígenas elegidos por usos y costumbres.

Proponen «el reconocimiento de los sistemas jurídicos indígenas», que funcionarán junto al actual. Defienden los derechos colectivos, y no sólo los individuales. Exigen, entre otras cosas igualmente importantes, «la participación en la elaboración y ejecución de los planes para el desarrollo económico social, de acuerdo con las necesidades y la visión cultural y territorial de las comunidades». Plantean «el dominio y la propiedad de la biodiversidad, y la administración, manejo y control por los pueblos indígenas sobre las áreas protegidas y sobre la biodiversidad». Reclaman, en particular, «la recuperación del dominio originario y de la propiedad de la tierra y del territorio ocupados ancestralmente por los pueblos indígenas, para una redistribución justa de los recursos, con equidad de género».

Firman el documento las ocho principales organizaciones campesinas e indígenas, que adelantan ya lo que, desde ellas, penetrará como voz del país en la asamblea constituyente. Esas organizaciones apoyan a Evo. ¿También deben ser ignoradas o son «traidoras»?