Las imprecisas declaraciones a Radio Fides del ex presidente Carlos Mesa, el 06-0I-06, en sentido de que «Evo debe a Goñi mucho más de lo que él se atreve a reconocer», corren el riesgo de diluir los antagonismos entre estas dos figuras históricas. En la oportunidad, Mesa destacó que Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) impulsó […]
Las imprecisas declaraciones a Radio Fides del ex presidente Carlos Mesa, el 06-0I-06, en sentido de que «Evo debe a Goñi mucho más de lo que él se atreve a reconocer», corren el riesgo de diluir los antagonismos entre estas dos figuras históricas. En la oportunidad, Mesa destacó que Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) impulsó la Participación Popular, el reconocimiento a las Tierras Comunitaria de Origen (TCO), la educación bilingüe e intercultural y otras medidas socioeconómicas, cuyos lineamientos fueron seguidos por el actual gobierno.
Más allá de decretos y leyes que de manera inevitable entrelazan a gobiernos sucesivos, Mesa no toma en cuenta que GSL pertenece a la casta encomendera que usurpó los sacrificios de indígenas y guerrilleros en la guerra de la independencia, lo que culminó, el 6 de agosto de 1825, con la fundación de una República oligárquica. Evo Morales, a su vez, nace en Orinoca, Oruro, una de las poblaciones más empobrecidas y abandonadas de la Bolivia profunda, en la que la gente dormía en cueros de oveja, pasaba hambre cotidiana y el agua potable y la luz eléctrica eran lujos inalcanzables.
Gracias a su entorno familiar y social, GSL llegó a integrar el «Council of Américas», organizado por David Rockefeller, al que la plutocracia internacional denomina «el gobierno mundial». El presidente del Council, William Rhodes, está vinculado al City Bank y al City Trust, en los que GSL depositó el 50% de las acciones de la «capitalización» de las empresas estratégicas del Estado.
En su primera presidencia, GSL forma parte del directorio del Instituto de las Américas, junto a personalidades de la British Petroleum y de la ENRON. En su segunda presidencia, fue director de Orvana Minerals Corp, de Canadá, con la que explotaba la mina «Don Mario», de Santa Cruz, y se asoció a la Río Tinto Zinc, una las compañías mineras más grandes del mundo.
Como contrapartida, Evo se fue al Chapare, donde se convirtió en el máximo dirigente de las Federaciones de cocaleros del trópico de Cochabamba, las que sufrieron sucesivos embates de la DEA norteamericana. Su defensa de la hoja milenaria lo condujo a defender los recursos naturales, la soberanía nacional y las empresas estratégicas del Estado, dentro de una visión bolivariana similar, en mayor o menor grado, a las de Hugo Chávez, Correa, los Kirchner, los Castro y Daniel Ortega.
La presidencia de Evo eliminó la centenaria discriminación social y política que existía sobre los pueblos indígenas, la que comenzó a resquebrajarse con el voto universal, en 1952, y la incursión del cholaje a la vida nacional, a través de Conciencia de Patria (CONDEPA). En este sentido, Evo y el MAS son producto de una acumulación histórica que pasa por Andrés de Santa Cruz, Belzu, Zárate Willca, Toro, Busch, Villarroel, el Paz Estensoro de 1952, Ovando y Torres. GSL, en cambio, hunde sus raíces en los terratenientes, en la oligarquía de la plata, en los barones del estaño y las transnacionales.
Evo, luego de derrotar a los intentos separatistas de la Nación Camba y de disgregación del ultra indigenismo, logró que Bolivia alcance una cohesión nacional desconocida hasta ahora, lo que permitió la presentación de una inicialmente exitosa demanda de reivindicación marítima ante la Corte Internacional de Justicia, en la que su vocero, Carlos Mesa, tuvo un notable desempeño, que mereció los elogios del país.
Esa misma cohesión permitió el manejo ordenado de la macroeconomía y el uso adecuado de recursos generados por la nacionalización de los hidrocarburos y los altos precios de las materias primas que hizo de Bolivia, en el 2015, el país con mayor índice de desarrollo económico en Sudamérica.
En materia petrolera, en tanto GSL redujo a YPFB a la condición de empresa residual, transfirió a las compañías la propiedad de los hidrocarburos en boca de pozo y redujo la tributación del 50 al 18%, Evo, con la nacionalización, decretó el aumento tributario al 85% y recuperó para YPFB el control de la cadena productiva.
Sin embargo, Bolivia, pese a avances importantes, sigue siendo un país atrasado y dependiente. Su política minera no tiene rumbo. YPFB aún carece de institucionalidad (el país continúa pagando a las compañías sumas provisionales por la inexistencia de contratos definitivos por los servicios petroleros).
La corrupción y la falta de austeridad han debilitado el proceso de cambio. Se ha triplicado la importación alimenticia en desmedro de la producción nacional. Las concesiones a grandes soyeros nacionales y extranjeros en el oriente son alarmantes. Los cambios en la justicia y la independencia de poderes no acaban de concretarse. Si el evismo rectifica sus errores hay esperanzas en el futuro. Por la vía del gonismo las esperanzas son inexistentes.
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