A lo largo de la historia los presidentes argentinos tuvieron la desafortunada costumbre de leer erróneamente la realidad y de subestimar el sentido común de la población. Así, por ejemplo, mientras la Junta Militar secuestraba, torturaba y asesinaba a miles de personas, sostenía «los argentinos somos derechos y humanos»; Raúl Alfonsín, que concluyó su presidencia […]
A lo largo de la historia los presidentes argentinos tuvieron la desafortunada costumbre de leer erróneamente la realidad y de subestimar el sentido común de la población.
Así, por ejemplo, mientras la Junta Militar secuestraba, torturaba y asesinaba a miles de personas, sostenía «los argentinos somos derechos y humanos»; Raúl Alfonsín, que concluyó su presidencia en un contexto de hiperinflación, desempleo y pobreza, asumió el poder diciendo «con la democracia se come… se educa… se cura»; Carlos Menem, que desmanteló al Estado obsequiando sus empresas a multinacionales, planteaba «síganme, no los voy a defraudar»; Fernando De la Rua, que abandonó el poder en un escenario de crisis financiera y denuncias de corrupción, decía «voy a terminar con esta fiesta para unos pocos», etc.
En la actualidad Cristina Kirchner parece haber tomado el mal ejemplo de sus antecesores ya que, el pasado 1 de marzo, sostuvo que la actual crisis económica mundial «nos encuentra completando el ciclo de crecimiento económico más importante de nuestros doscientos años como Nación… en donde además existe una mejora en la redistribución del ingreso», pero omitió mencionar que en el país que ella gobierna, según estimaciones recientemente realizadas por la Central de Trabajadores Argentinos y diferentes consultoras privadas, del total de la población argentina -aproximadamente- el 30% vive en la pobreza y el 4% es indigente.
En la citada ocasión la presidenta argentina tampoco hizo referencia alguna al hecho de que las cifras señaladas anteriormente se tornan más dramáticas en el norte argentino ya que, según los sostuvo el investigador del CONICET, Jorge Paz, «el dato de la pobreza para la totalidad del país esconde las disparidades entre las provincias… En el sur es de entre un 10% y un 15% mientras que en las provincias del norte puede llegar hasta el 65%».
Estos hechos, según el diputado Miguel Bonasso, demuestran que «la Presidenta sigue confundiendo los deseos con la realidad… Ella entrega títulos mediáticos como la distribución equitativa del ingreso. Pero basta con salir a la calle para ver que este país sigue vomitando pobres todos los días… cabría preguntarse, con cierta ironía: si estamos tan bien, por qué estamos mal». En el mismo sentido se expresó el diputado Claudio Lozano quién sostuvo que «pareciera que los Kirchner están esperando que el mundo les haga un monumento en Nueva York por su contribución a la humanidad… Su informe fue tramposo. Realizó una manipulación estadística para sostener todo lo hecho por ellos».
A pesar de estas cuestiones algunas organizaciones sociales, como aquellas que presenciaron el mencionado discurso de Cristina Kirchner sin realizar objeción alguna, continúan acompañando la gestión de la presidenta argentina sin comprender que tal como años atrás lo afirmó el dirigente del Movimiento de Trabajadores Desocupados, Toty Flores, existe una peligrosa perversidad en «aceptar pasivamente la política del enemigo y, además, creer que se está haciendo otra contraria a la delineada por los centros de poder, cuando se la reivindica como triunfo y se justifica como técnica de acumulación».
En este contexto, y frente al incremento de los hechos delictivos que -mayoritariamente- se encuentran relacionados con la pobreza, muchos argentinos se expresan en favor de endurecer las penas para quienes delinquen sin comprender que, como lo afirmó Monseñor Jorge Casaretto, «no hay que recurrir a soluciones facilistas como la mano dura… no es un tema de (la edad de) imputabilidad de las personas, sino de cómo enfrentamos la exclusión social… la inseguridad no se puede solucionar de manera inmediata sin solucionar el contexto social… Ninguno de nosotros puede estar tranquilo mientras exista un solo hermano nuestro excluido, y muchísimo menos esta proporción de pobreza y excluidos del 30%, como lo marcan las cifras nacionales… Todavía esta hipoteca social es fuerte y no podemos correr el riesgo de que este avance económico nos haga olvidar de este altísimo porcentaje de hermanos que viven esa dimensión de exclusión social».