Abrir y leer los periódicos mexicanos implica encontrar diariamente una reiterada fraseología de la clase política del país alardeando sobre la condición excepcionalmente ventajosa por la cual está cruzando la economía mexicana. Una y otra vez aparecen el presidente, secretarios, diputados y senadores de todos los partidos políticos hablando sobre el célebre modelo exportador en […]
Abrir y leer los periódicos mexicanos implica encontrar diariamente una reiterada fraseología de la clase política del país alardeando sobre la condición excepcionalmente ventajosa por la cual está cruzando la economía mexicana. Una y otra vez aparecen el presidente, secretarios, diputados y senadores de todos los partidos políticos hablando sobre el célebre modelo exportador en el que se ha convertido la economía nacional. Insisten en la urgente necesidad de vincular competitivamente a México en las sendas de la globalización y no «quedarse rezagados en la historia del progreso», insisten que las exportaciones han crecido a 13% anual, que México se ha convertido en una gran plataforma para exportar bienes manufactureros al mundo y que es el mayor exportador de América Latina.
Sin embargo, este triunfalismo está lejos de representar la realidad económica del país. El grandioso modelo exportador no es más que una retórica que esconde la creciente precariedad de la vida social en el país. El fetichismo de la exportación encubre la profundización del subdesarrollo, la desarticulación económica nacional, la trasnacionalización del territorio (por no decir su venta), el despojo sin precedentes a los campesinos y pueblos indígenas y la pauperización estructural y cada día más pronunciada de la población trabajadora. Esa es la extraordinaria dialéctica de la economía mexicana en la actualidad: drenar todo y no dejar nada… y si algo queda, aunque sea poquito, que se vaya directo a los bolsillos de los políticos.
La embestida neoliberal en México comenzó en los años ochenta con el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) y se redobló en los noventa con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) durante el gobierno de Salinas de Gortari (1988-1994). Han pasado más de 22 años desde que México se integró al libre comercio norteamericano y el resultado ha sido una renovada condición neocolonial que opera bajo el dominio de grandes capitales oligopólicos. Esta condición se basa fundamentalmente en la articulación de México a la economía mundial a través del modelo maquilador para la exportación y el extractivismo.
El modelo maquilador se refiere a la exportación de bienes manufacturados mediante el uso intensivo de una mano de obra en condiciones de altísima precariedad. Empresas trasnacionales transfieren etapas de la producción de bienes de consumo a México para aprovechar una mano de obra que hoy se registra como la más barata de América Latina y exprimir su vida productiva en el tiempo más corto posible. Las exportaciones de la industria maquiladora representan el 60% de las exportaciones de México y en ella trabajan 1.4 millones de personas. Las empresas trasnacionales productoras de automóviles y autopartes, electrodomésticos, muebles, ropa, etc., encuentran en este país una plataforma de exportación excepcional por su cercanía al mercado más importante del mundo (EUA), por políticas arancelarias que los libera prácticamente de cualquier pago de impuestos y, lo más importante, una fuerza de trabajo atomizada y 14 veces más barata que la de EUA (1) . En las fábricas maquiladoras, la tradicional jornada de 8 horas es una historia enterrada; ahí los salarios dependen de la producción y para que un trabajador pueda alcanzar un ingreso que le permita, tan siquiera, adquirir la canasta de consumo básica, se ve obligado a extender su jornada e intensificar su trabajo. Por esa razón y sin que la historia se haya enterado, las jornadas de trabajo en la industria de exportación alcanzan 10 a 11 horas. Entonces no es casualidad que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) anuncie que México es el país donde más horas se trabajan a nivel mundial (2.237 horas al año). ¿Dónde está toda esa riqueza generada por los trabajadores del país?
Los consejos empresariales de México, los medios de comunicación y la clase política repiten que México obtuvo el séptimo lugar en producción de automóviles a nivel mundial, está dentro de los 5 mayores exportadores de autos y se gradúa como el primerísimo exportador de automóviles a EUA. Lo que evidentemente no se hace explícito es que a diferencia de los países con los que compite, en México ninguna de las empresas de automóviles es de origen nacional, tampoco dicen que México registra el salario más bajo del mundo en la industria automotriz (17 dólares por día) (2) y menos que hay una política antisindical rapaz. No lo dicen, pero lo saben y es lo que convierte a México un territorio tan atractivo para el capital extranjero.
¿Cómo es posible que exista una población dispuesta a vender su fuerza de trabajo a 4 dólares por día? En el caso de México se debe, entre otras cosas, a una política violenta que promueve la expulsión de campesinos de su tierra y la formación de un ejército inmenso de personas que se mueve en el desempleo y/o en el sector informal. Actualmente casi 32 millones de personas se ubican en la informalidad laboral, es decir, 60% de la Población Económicamente Activa no recibe prestaciones, seguridad social ni sueldos fijos. No es casualidad, por tanto, que México se gradúe como el país con mayor emigrantes del mundo (12 millones).
En el afán exportador también opera el extractivismo sin precedentes. Atraídas por la contrarreforma agraria (1992) que hizo legal la compra y venta de tierras, así como de una legislación fiscal que pide un pago de impuestos únicamente de 7.5% sobre utilidades netas, grandes empresas mineras nacionales e internacionales han extraído minerales sin ningún límite. 20% del territorio mexicano ha sido concesionado a empresas mineras para la exploración y explotación de minerales y 70% de los proyectos han sido asignados a empresas canadienses. Es tan grande la depredación que sólo en los últimos 10 años, han extraído más del doble del oro que en 3 siglos del periodo colonial.
Lo mismo ocurre con los recursos energéticos que han sido rematados en subastas para las grandes petroleras del mundo, particularmente las estadounidenses. En 2013, el gobierno mexicano aprobó la llamada reforma energética con la cual dio tiro de gracia a la empresa estatal Petróleos de México (PEMEX) y entregó la exploración y extracción energética a capitales extranjeros. Como resultado, concesiona territorios para la extracción de petróleo y gas por medio de la fractura hidráulica (fracking), lo cual requiere la utilización de grandes volúmenes de agua y es altamente contaminante. La reforma energética va a redoblar el impulso al saqueo y despojo de tierras ya que permite al estado declarar una región como «zona de utilidad pública» y por tanto expropiarla mediante el uso de la fuerza pública.
La vocación exportadora de las clases dominantes en México va acompañada de una doctrina de seguridad interna que convierte a las fuerzas militares y policiales del Estado en ejércitos de ocupación territorial. El agresivo proceso de reproducción capitalista que hoy sacude al país ha implicado la concentración de poder de mando en la esfera militar del aparato político con el fin de prevenir, criminalizar, desaparecer o asesinar las irrupciones de inconformidad popular. Nutridos por el gran negocio del crimen organizado, grupos paramilitares se extienden por el país realizando las funciones de contrainsurgencia que necesita el Estado para despoblar, ocupar y reorganizar territorios, así como sembrar miedo en todas las esferas de la vida cotidiana. El resultado no tiene precedentes en la vida social del país: 150 mil muertos y 30 mil desaparecidos en tan solo 10 años.
Notas:
(1) Calculo tomado de los salarios mínimos nacionales.
(2 ) Véase el estudio realizado por A. Covarrubias, Explosión de la Industria Automotriz en México: De sus encadenamientos actuales a su potencial transformador, Fundación Ebert, 2014. Disponible en: http://www.fesmex.org/
Originalmente publicado en: http://www.
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